Los hermanos Saíz. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:12 pm
Hace años frente a Esther Montes de Oca, la madre de los hermanos Saíz, comprendí por qué el sueño se hace a mano y sin permiso, como ha dicho Silvio en una de sus canciones. Dos rostros casi de niños, dos camas casi recién usadas, y unos zapatos que si hablaran dirían que no hace falta ser tan maduro para pisar firme, me hicieron entender ese tratado de soberanía individual.
Fue en la casa museo de los Hermanos Saíz, en el humilde pueblecito de San Juan y Martínez, en Pinar del Río, donde recordé al poeta luego de escuchar a Esther decir que Luis y Sergio al marcharse, el 13 de agosto de 1957, el mismo día que fueron asesinados, solo le dijeron que si morían estuviera siempre orgullosa de sus hijos.
Los hermanos Saíz no llegaban a los 20 años cuando un asesino a sueldo mutiló sus vidas, el mismo día en que iban camino a una acción revolucionaria en su natal San Juan y Martínez, y después celebrarían el cumpleaños de Fidel que ese mismo día tenía su onomástico.
Luis solo había vivido 19 años y su hermano dos menos. Sin embargo, la breve estancia de estos muchachos en el mundo no es proporcional a la intensidad con que actuaron, identificados hasta los tuétanos con el ideario martiano, el cual perfiló en ellos una sensibilidad extraordinaria, expresada en su accionar como miembros del Directorio Revolucionario y luego, del Movimiento 26 de Julio, y en la poesía y la prosa comprometedora que dejaron para las futuras generaciones.
El manifiesto revolucionario de los hermanos Saíz sintetiza la vocación de lucha que los animó a combatir por el país que deseaban: «no tenemos más que nuestras vidas, avaladas con la honradez de un pensamiento justo y una obra inmensa por realizar y como ofrenda de devoción y desprendimiento hemos depositado en los brazos de la Revolución Cubana —justa, grande, renovadora, honrada, socialista— sin más esperanzas que ver algún día cumplidos estos sueños que hoy en plena juventud y calor de lucha, llevamos a estas cuartillas».
Días antes de morir advirtieron a su madre que si perecían deseaban un sepelio comedido. El entierro de un hombre muy pobre los conmovió sobremanera por aquella fecha y los llevó a decidir así. Esther cumplió con sus votos, aunque fue incontrolable la conmoción de los hombres y mujeres del pueblo.
Para que Sergio y Luis no se extravíen en los vericuetos de la muerte, dos instituciones bien vigorosas llevan su nombre, la universidad de Pinar del Río y la Asociación de artistas y escritores que agrupa a creadores menores de 35 años. Los jóvenes cubanos siguen haciendo Revolución para que sus sueños vivan.