Uno de los problemas que también enfrentan las mujeres rurales latinoamericanas es el derecho a la tenencia de tierras. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:11 pm
CIENFUEGOS.— Casi paralizada por tantas cámaras, micrófonos y grabadoras a su alrededor, la peruana Teodora Velille esperaba ansiosa por nuestras preguntas en el patio de la escuela nacional rural Abel Santamaría Cuadrado, de esta provincia.
«Nunca me han entrevistado —aclaraba la jovencita, que con sombrero y una inocente expresión en los ojos revelaba su humilde origen—. Yo vivo en una zona de la selva peruana olvidada por los medios de comunicación; es la primera vez que salgo de mi país y estoy, realmente, deslumbrada por Cuba, su gente y, sobre todo, por ver a las mujeres tan decididas y trabajadoras».
Esa fue la primera confesión de la miembro de la Secretaría de la Niñez y la Juventud de las Mujeres Campesinas, Indígenas, Artesanas y Asalariadas del Perú, quien participó en el III Encuentro Internacional de Mujeres Rurales, el cual reunió recientemente en Cienfuegos a una treintena de féminas de Colombia, Guatemala, Nicaragua y el país natal de la joven Teodora.
Estos encuentros auspiciados por la ONG Oxfam Internacional —organización no lucrativa dedicada a programas de desarrollo sobre seguridad en nutrición y salud con énfasis en las mujeres—, permiten intercambiar experiencias sobre sus posibilidades de acceder a cargos públicos y de legitimar sus derechos frente a los Gobiernos de sus países.
«Nosotras, como Federación, hace cinco años que trabajamos en el Perú y ahora es cuando las mujeres marginadas de las zonas rurales estamos empezando a conocer nuestros derechos», señala la peruana.
Sentadas en el patio de Candita, abuela cienfueguera que deleita a todos sus visitantes con asombrosos dulces, comenzaron a acumularse las historias de estas latinoamericanas que se niegan a vivir en el silencio de un mundo sin libertades.
Voces del silencio
«En mi país se ha olvidado el pasado después de tantos años de lucha armada. La mayoría de los jóvenes no se acuerdan, o no conocen nuestra historia; de ahí que busquemos alternativas para divulgar la historia nacional y que todos comprendan cómo se ha perdido y qué debemos hacer para recuperarla», explica Cindy Celedón, de la Alianza de Mujeres Rurales Guatemaltecas, miembro también de la campaña Vamos al Grano, que promueve Oxfam en ese país.
«Además estamos luchando por una propuesta de ley de desarrollo rural integral, que contiene diez políticas, pero como no beneficia a los empresarios, el Gobierno no ha querido aceptarla».
Estas son realidades que más de una década de lucha guerrillera no logró cambiar y mantienen a mujeres como Candelaria Antonia Martínez, del departamento de Petén, en una constante vigilia.
Luego de ver el trabajo en las cooperativas y de intercambiar experiencias con dirigentes de la Federación de Mujeres Cubanas, ambas refirieron que deben aprender a ser igual de luchadoras y, sobre todo, contagiarse con su espíritu, que las ha llevado a protagonizar cada uno de los cambios de la sociedad cubana.
Huellas de un proyecto
De la mano de los representantes de Oxfam en los países participantes intentamos ilustrar la importancia de compartir las vivencias de las mujeres rurales de estas regiones.
Raquel Checa Rubio, coordinadora de Campañas e Incidencia Política de esta organización en Guatemala, afirma: «Para Oxfam es imprescindible intercambiar y conocer experiencias de incidencia y de cómo las mujeres rurales en diferentes partes del mundo posicionan sus demandas, tanto a lo interno de sus organizaciones como a nivel público, frente al Estado y a los diferentes Gobiernos, para encontrar puntos de trabajo conjunto entre las organizaciones femeninas de toda la región».
Al referir algunas de las conquistas más relevantes de las féminas en Latinoamérica destacó la trascendencia del Decreto Ley de acceso a tierras que potencia el Gobierno cubano, el cual presenta a las mujeres rurales como dueñas de sus propias fincas, un sueño para muchas de las asistentes a esta cita.
Varias interrogantes relacionadas con los «secretos» de las mujeres cubanas, sus fortalezas y principales dificultades, encuentran respuesta en las declaraciones de Beat Schmid, coordinador del Programa Conjunto de Oxfam en la Isla, quien facilita la comprensión de la realidad nacional.
«La experiencia de Cuba es muy interesante y válida; aquí se puede constatar cómo la crisis no fue en detrimento de los derechos y oportunidades de las mujeres. La política consciente y clara de promover la equidad, la participación y también de generar condiciones para que se dé en todos los contextos constituye uno de sus principales logros.
«Sí, porque también pensamos que potenciar fuentes de empleo es importante, pero estas intenciones tienen que venir acompañadas de un cambio de actitudes, de valores, tanto en la casa —donde continúa una fuerte carga para la mujer, una asignatura pendiente para los hombres, incluso los cubanos—, como en el trabajo institucional; en este tema coincidimos con los actores locales, y de ahí parte el interés de acompañar este proceso».
Como ejemplo exitoso de su trabajo en nuestro país, el representante de la organización canadiense reseñó la experiencia de haber acompañado a la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) en el primer diseño de la estrategia de género, que se destacó por ser muy participativa.
«Fue increíble ver cómo la organización preguntaba a sus afiliadas cuáles eran sus problemas, aspiraciones y reivindicaciones y a partir de ahí formulaba la estrategia. También lo fue el trabajo aquí en Cienfuegos, donde hace ocho años Oxfam apoyó un proyecto con la ANAP. Nos concentramos en la sensibilización, capacitación, y la creación de empleo para las mujeres en el sector cooperativo.
Hoy nos llena de mucha alegría ver que el 52 por ciento de los cuadros de esta organización campesina son mujeres; pensamos incluso que existe alguna relación con el lugar alcanzado por el territorio en la emulación nacional del campesinado cubano».
Ser campesina
Al conversar con Odalys Rodríguez Fernández, trabajadora de la cooperativa de crédito y servicios (CCS) Antonio Maceo, del municipio de Cienfuegos, comprendes el porqué de la fascinación y el asombro de las visitantes latinoamericanas.
Campesina desde hace 15 años, es una de las primeras acogidas al Decreto Ley 259; escogió la cría de toros de ceba y aporta alrededor de 300 litros diarios de leche; su cooperativa es la segunda del municipio que más se destaca en esta labor.
«Trabajo en el termo de leche hasta las 11 de la mañana, luego empiezo con el ganado, “tranco” a los terneros; les echo comida a los toros de ceba, a los puercos y las gallinas; mi casa es casi una finca integral», aclara entre sonrisas.
Su piel curtida por el sol no la deja mentir. «En mi casa nos levantamos a las tres de la mañana para ordeñar; somos mi esposo y yo y unos pocos trabajadores; hasta las ocho y las nueve de la noche no acabamos.
¿Mi familia?, claro que me ayuda, todo el mundo tiene que trabajar; tengo tres hijos, uno de ellos ya está en el cuarto año de Medicina —dice orgullosa—. Vine a este encuentro hoy porque mi hija se quedó haciendo el almuerzo para su papá y los demás trabajadores; ella tiene solo 12 años, pero ya se defiende».
Así vive Odalys, una campesina cienfueguera que recalca al final de nuestra conversación: «Oye, también estoy en el tercer año de Contabilidad; estudio en el central Ciudad Caracas todos los viernes».
Esta es una historia que no es la excepción de la regla en Cuba, aunque se mantengan algunos rezagos mercadamente machistas entre la población y no todo sea color de rosa, según apuntan las líderes rurales en el territorio.
«Ojalá pudiéramos escuchar esos ecos en mi país», refiere con nostalgia la joven Liliana Guevara Rodríguez, miembro del Movimiento de Acción Campesina Colombiana. «Es difícil trabajar con la mujer —admite—; te encuentras miles de analfabetas, otras que no tienen ni siquiera cédula de identidad, lo más elemental; ni hablar entonces del derecho a la tenencia de tierras».
Mientras que Margarita Hílamo, representante de la etnia nasa en esa misma nación, cuenta: «Las mujeres estamos trabajando mucho, pero no somos visibles ni desde el poder, ni desde las comunidades, ni desde la casa; con el Gobierno central menos, porque además de alejados geográficamente de este, se nos hace imposible ser escuchadas».
Tania Velasco Reyes, de la región autónoma del Atlántico sur de Nicaragua, alude a la vergüenza que sienten muchas mujeres por ser «simples» campesinas.
Aunque ella afirma, con cierto orgullo, que pudo costear sus estudios gracias a la producción de la tierra. «Ya terminé la Universidad, soy socióloga, pero regresé a mi comunidad para ayudar a que todas comprendan la importancia de la preparación, hacerla extensiva a otras jóvenes, como yo, hijas de campesinos».
Estas mujeres sorprenden por su inocencia y manos curtidas por las cicatrices del trabajo diario; protagonistas del surco a las que cámaras y micrófonos intimidan, pero que, poco a poco, se deciden a vestir las armaduras de amazonas para luchar por sus derechos.