Fe del Valle Ramos junto a sus hijos Robin y Erick Ravelo. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:07 pm
En la céntrica esquina habanera de Galiano y San Rafael, el ritmo citadino no puede detenerse. Sin embargo, quienes transiten hoy por allí seguramente voltearán su mirada, en señal de admiración, hacia la imagen eternizada de Fe del Valle Ramos, la valerosa mujer que falleció en el sabotaje de la tienda El Encanto 50 años atrás.
¿Quién pudiera haberle anunciado la desgracia? ¿Cómo se hubiera evitado la triste secuela de 18 personas lesionadas y alrededor de 20 millones de dólares en pérdidas económicas? El afán de desestabilizar la naciente Revolución Cubana mediante actos terroristas, que se llevaron a cabo como preámbulo a la invasión de Playa Girón, carga con una nueva culpa criminal.
Situado en un lugar privilegiado, El Encanto era uno de los símbolos comerciales más significativos de la capital cubana, razón para que fuera un blanco de interés en los planes de agresión contra nuestro país.
El 9 de abril estalló una bomba en los portales de la tienda, que destruyó las vidrieras de la calle Galiano, las del Ten Cent y las de la peletería La Moda, ambas situadas al frente, pero que no tuvo implicaciones mayores, como las que la contrarrevolución esperaba.
Cuatro días después, luego de la explosión de dos petacas incendiarias preparadas con explosivo plástico C-4, el incendio en El Encanto cobró fuerza aproximadamente a las siete de la noche y, por su magnitud, afectó también a los cercanos establecimientos Lynx e Indochina.
El siniestro fue provocado por Carlos González Vidal, trabajador del departamento de discos de la tienda y miembro del grupo terrorista Movimiento de Recuperación del Pueblo (MRP), en el que figuraba su pariente Reynold González como cabecilla.
Las intenciones de Vidal eran las de marcharse inmediatamente del país luego del atentado, por lo que se trasladó a Playa Baracoa, al oeste de la capital. Allí fue detenido por la compañía de milicianos que estaba acuartelada en la zona, como sospechoso y, tras las investigaciones pertinentes, confesó su protagonismo en el bárbaro acto.
Fe del Valle era la jefa del Departamento de venta infantil, uno de los 65 que conformaban la reconocida y exclusiva tienda, y aunque consta que pudo salir a tiempo del inmueble, su muerte se debió a que regresó a rescatar los billetes de la recaudación de fondos para construir círculos infantiles.
Aunque bomberos, milicianos, empleados de la tienda y vecinos de la zona intentaron evitar la propagación de las llamas, no fue hasta el amanecer que cesó el fuego. Según se narra, solo quedó en pie, en una imagen sugerente y simbólica, nuestra enseña nacional en un residuo de pared por la calle Galiano.