Aunque la ciencia implique desarrollo, sus efectos sobre el medio ambiente pueden ser nocivos en el mundo. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:05 pm
Las investigaciones y manipulaciones del genoma humano, los efectos de la acción del hombre en el medio ambiente, en la flora y la fauna, las tecnociencias… La lista puede ser más larga. Son como pasos que han hecho escalar al hombre a estadios superiores de bienestar, solo que no pocas veces lo han situado en contradicción con su condición humana.
De ese conflicto entre ciencia y conciencia nació la Bioética, como una disciplina que une el saber y el humanismo, en pos de proveer los principios para la correcta conducta respecto a la vida en el planeta.
Aunque surgió como parte de la medicina, la Bioética abarca diversos campos de estudio, entre estos el biológico, químico, físico, social y teológico, siempre en correlación con el medio ambiente.
En Cuba, esta especialidad ha comenzado a dar sus primeros pasos. En prestigiosas instituciones como la Universidad de La Habana existe ya una Maestría, y muchos estudiosos del patio piensan que esta materia debe concebirse más como parte de la Educación Superior, y hacerla partícipe de todas las investigaciones y acciones científicas y sociales que se desarrollen.
Sobre estos inicios, las perspectivas y problemáticas que puede enfrentar la Bioética en el país, nuestro diario conversó con la máster y miembro del Comité de Bioética de la Universidad de La Habana, Rina Pedrol.
Para la especialista, la Bioética busca llamar la atención, proponer una reflexión en torno al componente moral en el estudio y la investigación científica con el hombre y la naturaleza.
«Debemos ser conscientes del impacto que tiene, o tendrá, toda actividad humana y profesional en el medio que le rodea, ya sea en el plano social o en lo natural», advirtió.
Señaló que a lo largo del desarrollo de esta disciplina una de las grandes preocupaciones que la definen son justamente las consecuencias a largo plazo de toda intervención humana, a diferencia de la Ética, que se detiene más en las consecuencias inmediatas.
Por ejemplo —apuntó—, algunos adelantos de la ciencia, como la utilización de isótopos radioactivos, y de tecnologías de avanzada, habría que analizarlos desde este punto de vista, antes de implementarlos como prácticas, pues pueden ocasionar complejas situaciones en las dinámicas sociales.
—Desde la perspectiva económica y social, ¿cómo se debe establecer este equilibrio entre la Bioética y el desarrollo en los países menos avanzados?
—No existe una respuesta cerrada. Nosotros planteamos que ante cada problemática hay que hacer un análisis de las características, de las condiciones y los efectos que cada proyecto o investigación científica puede tener en el normal desarrollo de la vida.
«No se trata de ir en contra de las prácticas y el avance científico en ninguna sociedad, sino de analizar cada pesquisa también desde el enfoque bioético, de modo que se tengan en cuenta las proyecciones o consecuencias a largo plazo que, paradójicamente, pueden afectar la evolución de la humanidad».
La especialista explicó que todo fenómeno que desarrolla el hombre no es algo que surja espontáneamente de la naturaleza: «Por tanto puede tener efectos positivos, pero también puede ser negativo en algún momento, y eso es lo que se debe visualizar, para poder actuar a tiempo, y evitar que ocurran desastres irreversibles en el equilibrio del planeta».
—¿Cuáles pudieran ser algunas de las estrategias para lograr este modo de hacer la ciencia?
—Para empezar, debería existir en todos los centros de investigación un comité o una dirección de Bioética. En Cuba se supone que todas las instituciones científicas deben tener creado este mecanismo; solo habría que analizar si todos están funcionando adecuadamente.
«Incluso quisiéramos que existieran tales núcleos en todos los centros de trabajo, además de los hospitales. Pero lo esencial es que funcionen bien, que logremos capacitar a las personas para que velen por este trabajo, e involucrar no solo a científicos, sino a la población, que al final va a ser parte de todo proceso».
—No se trata de una camisa de fuerza, pero dejar este tema a la libre espontaneidad de cada institución o persona parece un riesgo…
—Nosotros no lo tenemos estipulado como un protocolo que se tenga que seguir, pero quisiéramos que se tuviera en cuenta en forma de principios éticos que guíen la fundamentación sobre las consecuencias de las acciones del hombre.
«Por ejemplo, en la manipulación de genes, un fenómeno internacional muy polémico, habría que detenerse a pensar y analizar qué implicaciones tendrá para el normal desarrollo de la vida, en la preservación de las especies, en el equilibrio natural del medio ambiente.
«No es solo que los resultados científicos sean positivos para la sociedad, sino la vía por la que se llevan a cabo. En Cuba buscamos que haya una manera responsable y consciente de desarrollar la ciencia, teniendo en cuenta los alcances de la misma a corto y largo plazo».
—¿Cómo soñaría el estudio y la práctica de la Bioética en Cuba?
—Queremos que en el país la Bioética se incorpore a la formación de cada profesional; incluso que forme parte de los planes de estudio de la Educación Superior para todas las especialidades, pues ya hay carreras, como Medicina, que tienen esta asignatura.
«En la Educación Superior cubana la formación de valores éticos en los estudiantes aparece entre los objetivos a nivel de planes y programas de estudio, y esto obedece a la interiorización de que en la época actual el currículo debe contribuir al desarrollo integral del estudiante».
Refirió que debe generarse la posibilidad de que cada educando se convierta en un agente social comprometido.
«Pero ello no es suficiente. Además, los egresados de las carreras universitarias, conscientes de su responsabilidad profesional y de su compromiso moral y social, deben concientizar la necesidad de trascender las barreras de cada disciplina».
Para ello, en su opinión, es imprescindible entender las implicaciones de la Bioética como el nexo entre la revolución biológica, la tecnológica, el medio ambiente y la ética, entre el conocimiento y los valores, entre el mundo del hombre y la vida.
«Los egresados de las carreras universitarias, quienes nutren los centros de los polos científicos y las más prestigiosas instituciones científicas y docentes de nuestro país, podrían realizar los análisis morales más adecuados en cada una de sus especialidades», subrayó.
«En los graduados de los centros de enseñanza superior se hace imprescindible la comprensión clara de que un conocimiento responsable debe estar a disposición de una calidad de vida comprometida con la sanidad del medio ambiente y el bienestar de las generaciones por venir.
«Para que en los profesionales exista una voluntad en el manejo adecuado de los resultados de la ciencia y la tecnología, y en su proyección futura, es necesario que comprendan que estos deben ser de beneficio para toda la humanidad. Para ello es necesario que estos contenidos estén contemplados en el currículo de asignaturas; no solo su desarrollo dentro de la esfera de actuación profesional particular, sino además como seres humanos».
Según la experta, esto requiere de una visión ética de los contenidos de las asignaturas y la inclusión del análisis de los problemas morales y el desarrollo de la reflexión crítica y del debate en las aulas.
—En Cuba la relación entre Ética y naturaleza ha sido pensada por grandes como José Martí. ¿Cómo influirán estos aportes en la concepción de nuestra Bioética?
—Tratamos de buscar un acercamiento a nuestras esencias como cubanos. Es así que nos hemos relacionado con el Centro de Estudios Martianos, donde encontramos en el Héroe Nacional todo un pensamiento ético y revolucionario muy avanzado en torno a la naturaleza, el medio ambiente, la sociedad y la ciencia.
«Es interesante cómo reconocidos especialistas del mundo que han visitado el país, han quedado impresionados con lo que se ha logrado en Cuba en materia de Bioética».
La entrevistada señaló que otro de los propósitos de vincular la definición de Bioética con aportes de grandes pensadores cubanos, es evitar que nuestro concepto se contamine con las prácticas capitalistas, que muchas veces adecuan las esencias de la Bioética a sus intereses de mercado.