Después de reparados muchos parques tienen un triste final. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 04:54 pm
Hace cuatro años en un rincón de la calle Cádiz, entre Infanta y San José, en el municipio capitalino de Centro Habana, apenas existía un terreno abandonado, cubierto de hierbas y trastos viejos, vestigios de lo que fuera un parque infantil.
Entonces Francisco Pérez, desde su experiencia como mecánico, a pesar de las ocho décadas de vida que ya pesaban en sus espaldas, y con la ayuda de vecinos y la comunidad, fue reparando los aparatos. Quitaron las malezas y, poco a poco, nuevos colores alegraron el espacio para que los niños de la cuadra, al llegar de la escuela, tuvieran un lugar seguro para divertirse.
«El terreno estaba lleno de matas y yerba, por lo que cuando comenzó la campaña contra el mosquito, lo chapeamos. Luego entre todos buscamos pintura y arreglamos los columpios y banquitos», contó.
Así se creó este pequeño rincón, para la alegría de niños y padres de la comunidad; un espacio muy bien recibido que evita que los infantes salgan a las calles, o tengan que ir a lugares lejanos para jugar a la pelota, montar algunos aparatos o sencillamente correr y brincar como todos hicimos y deseábamos a esa edad.
Cuando llegamos al parquecito, Francisco hurgaba entre los restos del «tiovivo» para instalarlo nuevamente. Entre maderas viejas y otras que pudo conseguir con los vecinos, empataba una pieza con otra, para desechar el material corroído por el comején y la lluvia.
Según nos comentó, él mismo se encarga cada tarde de abrir y cuidar el parque, y para eso recibe el apoyo de las familias que educan a los pequeños a cuidar el lugar. «Si no enseñamos a los niños a cuidarlo, lo perdemos», aseguró.
Ahora el parque pertenece a la Dirección de Comunales, aunque desde la protección de Francisco y sus vecinos es que este puede brindar cada día una alegre bienvenida a los pequeños.
Sin embargo, no todos los parques en la capital tienen el mismo destino feliz. A solo dos años de que nuestro diario publicara un trabajo sobre la reparación y mantenimiento de estos espacios de esparcimiento, los que en aquel momento estaban recién arreglados o en ese proceso, ya muestran los avances de un triste final.
Dónde está el problema
Ángela Lamorú, abuela de Lianet y Laura, vecinas del municipio de Diez de Octubre, viajó junto a sus pequeñas hasta Centro Habana al parque Alegría de Colón, pues en su comunidad los espacios de este tipo no funcionan.
«Teníamos un parque, pero lo quitaron, y ahora las niñas cuando quieren jugar tienen que esperar a que las traigamos, o cuando visitamos otros municipios y encontramos estos lugares que sí funcionan», aseguró.
«Las personas deben velar por el cuidado de los aparatos, pero la responsabilidad no es solo de la familia, sino que deben haber cuidadores».
Adolfo Díaz, vecino del municipio de Playa, explica que en su localidad la situación es difícil con los parques; por eso trae a sus nietas al Bulevar de la calle San Rafael. Confiesa que en su barrio están destruidos, y cuando los arreglan duran poco, pues no hay quien los custodie.
Siguiendo las causas de estas irregularidades acudimos a la Dirección Provincial de Servicios de Comunales. José Carlos Batista, director de Aseguramiento, quien está al frente de Mobiliario Urbano, comentó sobre la situación de los parques en la capital y el programa que se prevé para este año.
Según el directivo en la ciudad existen 946 parques, de estos 354 son infantiles, 126 son los llamados «de estar» y 466 son microparques, la mayoría situados en zonas aledañas a edificios o grandes comunidades, que incluyen bancos de descanso y luminarias.
Como parte del programa de Mobiliario Urbano en la ciudad, en el año 2009 se repararon unos 35 parques infantiles, 19 «de estar» y 21 microparques. De los primeros se construyeron 14, de los segundos cuatro y de los últimos se inauguraron tres.
Para su reparación y cuidado ahora está diseñado un programa donde están incluidos los operarios de mantenimiento, que ya no son solo guardaparques, pues su contenido de trabajo incluye justamente la reparación del mobiliario.
Sin embargo, señala Batista, esta sigue siendo una deficiencia, pues la inestabilidad de los recursos humanos es notable en diferentes municipios.
En el caso de los 354 parques infantiles, informó el directivo, todos tienen completa la plantilla: «Pero sabemos que no funcionan como debería ser. Las estructuras municipales de Comunales son las encargadas de velar por este funcionamiento, pero a veces falta control o sistematicidad», explicó.
Uno de los municipios en que la situación de los parques es más crítica es el Cerro. Gustavo Hernández, vicedirector de Recursos Humanos en el territorio, explicó que no todas las plazas están cubiertas con los operarios.
«El turno que tenemos ahora para el cuidado de los parques es de 7:00 a.m. hasta la 1:00 p.m., pues no hay almuerzo, y los turnos después de las 2:00 p.m. no están cubiertos», explicó.
Según comentó el directivo, los materiales dependen de la entidad provincial, y muchas veces faltan, por lo que se acude a la ayuda de vecinos y al delegado de la localidad para que la solución sea más rápida.
Otro de los problemas que más señalan los vecinos de municipios como Centro Habana o Diez de Octubre, es la iluminación de los parques.
Según José Carlos Batista, las luminarias de estas instalaciones se rigen por un programa de acuerdo con las posibilidades económicas de la provincia, subordinada al país. «Además, no todos los parques llevan iluminación, sobre todo los infantiles, que no funcionan en horario nocturno».
Los parques tienen horarios establecidos. Normalmente deben brindar servicios de 8:00 a.m. a 11:00 a.m., y en la tarde entre las 4:00 p.m. y las 7:30 p.m. En el caso de los «de estar» funcionan todo el tiempo.
Un aspecto importante para mantener activos los parques es la responsabilidad de las personas. Las indisciplinas sociales o los hechos vandálicos han provocado muchas afectaciones en este mobiliario de la comunidad.
Pero esto se logra, advierte Batista, con la unión de todos los factores de la comunidad que han permitido que estos sitios se mantengan y hayan disminuido los hechos de este tipo.
Efímera realidad
A pocas cuadras de la calle capitalina de Cádiz, en Centro Habana, el céntrico parque La Normal, a solo dos meses de haber sido reparado, incluyendo aparatos, bancos y el terreno, ya lucía columpios desarmados, cachumbambés desarticulados, y su cuidado parecía estar, como dirían los abuelos, a la «buena de Dios».
Una de las tardes en que lo visitamos no encontramos cuidador alguno, solo quienes lo visitaban. Una de esas personas fue Anmy Rodríguez, quien cursa el quinto año de Estudios Socioculturales, y cada tarde se sienta allí junto a sus compañeras antes de las clases.
Desde su opinión como vecina y como futura profesional de una especialidad que mucho tiene que ver con la sociedad y sus espacios de desarrollo, comentó que estos lugares son muy necesarios para el desarrollo integral de los niños y de la propia comunidad.
«Los parques son espacios urbanos importantes en la localidad. Son áreas de descanso, de socialización y sobre todo de diversión, que deben existir para todos», aseguró.
También su colega Margarita Quiroz destacó que los parques que se cuidan y se mantienen limpios se convierten en lugares muy confiables para la familia, para que los pequeños se diviertan.
Ellas coinciden en que estos lugares evitan el peligro de las calles, donde juegan los niños cuando faltan los espacios seguros. Ellas recuerdan sus años de infancia, cuando los pequeños del barrio se reunían en los parquecitos de la comunidad y sus padres se sentaban junto a ellos, o adelantaban las faenas de la casa cuando todos iban con alguna vecina.
«Claro, siempre eran parques cercanos a la casa. Pero ahora hay que caminar, o incluso moverse a otros municipios o barrios, y no hay tiempo. Una madre que llega cansada del trabajo, no puede darse ese lujo, y debe esperar al fin de semana para llevar a su pequeño», alegó Naylé Díaz, también vecina del parque La Normal.
Lo cierto es que para muchos padres, estos espacios constituyen lugares necesarios para la sana distracción de los pequeños y la vida cotidiana del barrio.
Sin embargo, esa conciencia de su necesidad no siempre se revierte en acciones comunitarias para proteger estos espacios. Por eso se hace imprescindible la integración de los factores en la comunidad, las instituciones estatales y las familias para que esos rincones de la alegría o la intimidad sean un alivio y no un problema para la existencia.