Elio Alberto (a la izquierda) y Carlos Iván muestran la aguja capturada Autor: José Enrique González León Publicado: 21/09/2017 | 04:52 pm
GUANITO, Cienfuegos.— Elio Alberto Fuentes y Carlos Iván Molina destinaron el sábado a su noche semanal de pesquería. Anzuelo y carnada estuvieron intactos durante 12 horas, y los dos jóvenes ya pensaban retornar a casa, después de una madrugada en vela, con las manos vacías, cuando poco después de romper el alba un halón durísimo, como a 50 metros del arrecife, estremeció el cordel y casi los apura hacia el roquerío espumoso de olas.
Juntos apretaron el cordel de 90 libras, aguantaron y aguantaron, hasta que vieron un bello y larguísimo ejemplar de aguja de abanico o voladora (Istiophorus Platypterus) meter par de «volíos» gigantescos.
Cerca de media hora duró el forcejeo, hasta que trajeron consigo a la orilla al ejemplar que luchaba con brío por su vida. Un metro y 60 centímetros y más de 50 libras tenía la criatura extraída al océano.
De su tipo las hay mucho más grandes; incluso pueden alcanzar los dos metros y 120 libras. La curiosidad estriba en que este tipo de especie no se captura mediante la denominada «pesca de seboruco» (desde la orilla), sino en la zona pelágica, desde embarcaciones.
Aseguran los pescadores locales de esta zona de Guanito (en el Circuito Sur de Cienfuegos), que resulta algo excepcional «levantar» una aguja de esta considerable dimensión mediante dicho método. Al menos ellos nunca lo habían visto.
Tampoco son peces típicos de la plataforma meridional; abundan mucho más en la septentrional, de forma más común en aguas lejanas de la costa.
Del mismo modo, no son de fácil captura a esta altura del año. La pesca de la aguja comienza en abril y se extiende de forma favorable hasta avanzado el mes de octubre. Tradición iniciada hace más de cinco décadas por el novelista y hombre de mar Ernest Hemingway, el Torneo Internacional de la Pesca de la Aguja, convocado por la Marina Hemingway, atrae a pescadores de una especie sin problemas de extinción.
El nombre de voladora le viene a la capturada por Elio Alberto y Carlos Iván, en razón de los fabulosos saltos típicos del animal al ser capturado.
Los dos pescadores, orondos con su captura, se olvidaron de todos los tiburones cogidos en su vida. Ahora solo quieren disecar la cabeza, para mostrársela siempre a los pobladores de su barrio de Caunao, como «la primera aguja cogida desde la orilla en Guanito».