Fidel se dirigió varias veces a los estudiantes para recabar su participación unida en la reforma universitaria. A partir del triunfo de la Revolución encabezada por Fidel, en 1959, la Universidad de La Habana, epicentro y vórtice de la insurrección contra la dictadura de Batista desde el golpe de estado de 1952, fue un río desbordado de transformaciones y modernización de sus métodos pedagógicos.
Desaparecidos, durante los años de enfrentamiento a la tiranía, los máximos dirigentes de la FEU, José Antonio Echeverría y Fructuoso Rodríguez, y destinados a funciones de gobierno otro grupo, al que pertenecían Juan Nuiry, René Anillo, Pepe Fernández Cossío y Omar Fernández, no fue fácil fortalecer la corriente revolucionaria dentro de la Universidad.
La FEU estaba regida por fuerzas retrógradas encabezadas por José Puente Blanco, lo que provocó agudas divisiones en el seno del movimiento estudiantil. La composición social del alto centro docente habanero no era como la de hoy, sino que allí estudiaban, mayoritariamente, los hijos de las capas medias y de los sectores más acomodados, siendo minoritarios los de origen más humilde. Se imponía, sin lugar a dudas, una renovación de la dirigencia de la FEU.
La apertura del nuevo curso fue un proceso en extremo complicado. El estudiantado, por medio de una comisión presidida por Ricardo Alarcón —coordinador provincial de la Sección Estudiantil del Movimiento 26 de Julio y estudiante de Filosofía y Letras— presentó el 15 de enero de 1959 al ministro de Educación, Armando Hart, un programa de 12 puntos que resumía los viejos anhelos de varias generaciones del movimiento estudiantil.
Al igual que durante todo el proceso prerrevolucionario, los jóvenes universitarios participaban ahora en todo cuanto sucedía en la vida política del país.
Estuvieron presentes en cuanto acto por la Revolución fuera convocado. Un lugar especial tiene el que se desarrolló el 16 de julio, en el contexto del apoyo a Fidel, quien ocupaba hasta ese momento el cargo de Primer Ministro del Gobierno, al que se viera obligado a renunciar ante la actitud contrarrevolucionaria del presidente Manuel Urrutia, sustituido finalmente por Osvaldo Dorticós.
Dos consignas son enarboladas en la Colina: una ambigua que postulaba su apoyo al gobierno y la otra, la revolucionaria: el respaldo total a Fidel.
Avanzaba el segundo semestre de 1959 y la Revolución requería de mayor dinamismo en la universidad. Ello se lograría, en gran medida, con las decisiones que el Gobierno y, en particular Fidel, iban diseñando para garantizar a todos el acceso a los estudios superiores, sin distingos de raza, sexo o posición económica y así evitar no solo la pérdida del talento, sino el ponerlo en función de las necesidades del pueblo.
Cambios necesariosEl cierre de muchas casas de huéspedes y de cafeterías populares aledañas a la universidad, dificultó el alojamiento y alimentación de los estudiantes, sobre todo de los provenientes de otras provincias del país.
En varias conversaciones con Fidel sobre la necesidad del comedor universitario, él nos hizo ver que eso era solo parte de un problema mucho más complejo.
Existía una cifra importante de bachilleres que no había podido continuar estudios por falta de recursos, e incluso otro grupo que ni siquiera pudo terminar ese nivel. Había que buscar una solución más abarcadora.
Ante el vacío dejado por la deserción de profesionales universitarios, se valoró que con los graduados de bachillerato no se cubrirían las necesidades de técnicos de nivel superior.
Un día Fidel nos invitó a almorzar en el restaurante La Zaragozana. Recuerdo que lo acompañaban el Che y Raúl. También estaban los encargados Esteban Quintana y Manolo Hernández.
Quintana era del edificio que se encuentra en G y 25, en el Vedado, que había pasado al Estado. Manolo Hernández era el encargado de los edificios de la firma constructora Trujillo-Malenoski, en Línea e I y Malecón y 12, también en el Vedado. Se habló de la posibilidad de utilizar estos edificios para un plan de becados universitarios, y también se mencionó otro inmueble, en F y Tercera, que perteneció a Gaspar Pumarejo, promotor de un canal de televisión.
G y 25 era el edificio más adelantado constructivamente y sería el primero del Plan de Ayuda para la Formación de Técnicos Universitarios, conocido cariñosamente como el PAFT, e iniciado un año después.
Una candidatura revolucionariaCuando arranca la campaña para las elecciones de la FEU, las fuerzas revolucionarias se agitaban en busca de una candidatura que las representara. La Universidad de La Habana tenía entonces 13 Escuelas y la elección del Presidente de la FEU se determinaba entre los dirigentes electos a nivel de Escuela, ya que de su seno surgirían los de toda la Universidad.
Es entonces que surge la figura del comandante del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, Rolando Cubela*, quien pidió la liberación de su cargo como subsecretario de Gobernación para regresar a la vida estudiantil universitaria. Su trayectoria como estudiante, en el clandestinaje y la guerrilla, permitió que aglutinara a una parte importante de los revolucionarios.
Su proyecto inicial de candidatura se completaba con Ángel Quevedo, Luis Sotto y yo en el cargo de vicepresidente.
Después de algunas conversaciones con Raúl Castro, decliné esa propuesta a favor de Ricardo Alarcón. Raúl consideraba que Alarcón era un factor esencial para lograr la unidad revolucionaria estudiantil.
Yo continuaría con mis aspiraciones a la presidencia de Ingeniería, frente a Pedro Luis Boitell*, quien, de resultar electo, podría crear dificultades a Cubela en la dirección de la FEU, sin descartar que su objetivo era presidir esa organización.
Boitell había estado exiliado en Venezuela y era del Movimiento 26 de Julio y, como lo apoyaban otros miembros de esta organización, se presentaba como el candidato oficial a la FEU por el Movimiento. En realidad, era el representante de la reacción y el instrumento para convertir al Alma Mater en baluarte de la contrarrevolución.
Raúl —a pocas horas de haber sido nombrado para el nuevo cargo de Ministro de las Fuerzas Armadas— respaldó con su presencia en la Colina a los candidatos que defenderían a la Revolución.
Boitell renunció a sus aspiraciones a la presidencia de la FEU en asamblea en la Plaza Cadenas, tras darse a conocer los planteamientos de Fidel, pero mantuvo su candidatura a dirigir la Escuela de Ingeniería, aunque finalmente perdió estos comicios por abrumadora mayoría.
Tanto nuestra victoria en Ingeniería, como la de Cubela al frente de la FEU, demostraron que el estudiantado reconocía los pasos dados por el Gobierno para democratizar y garantizar los estudios de nivel superior a hombres y mujeres, independientemente de sus posibilidades económicas, a partir de su inteligencia y de su constancia.
También significó el apoyo a las transformaciones fundamentales que se habían iniciado en el país. Las mejores tradiciones universitarias encontraban así digno relevo.
*Posteriormente traicionó a la Revolución.