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Madrastas, ¿las malas de la película?

La madrastra moderna tiene nuevos retos para organizar la vida en su hogar, enfrentando con paciencia y sabiduría los viejos prejuicios que aún persisten contra su papel de madre sustituta Pregunte sin pena

Autor:

Juventud Rebelde

Atrás quedaron las madrastas malas de los cuentos de hadas. Foto: Mileyda Menéndez Ser madre, después de todo, resulta fácil. Desde pequeñas nos entrenan para la ternura. Para cuidar de otros seres más pequeños y necesitados. Para dar fuerzas al mundo y alegrarnos de los éxitos ajenos aunque cuesten mucho de nuestro sacrificio a lo largo de la vida.

Ser madrastra, en cambio, es un destino que de niñas ni soñamos tener. Una especie de «maldición» de la que algunas mujeres huyen porque lo ven como fuente de muchos problemas y pocas gratificaciones.

Tal comportamiento responde de algún modo a la mala reputación que por siglos se ha dado a este rol familiar desde la literatura clásica, el ballet, la pintura y otras manifestaciones artísticas, en las que estas madres por sustitución, si no son brujas, al menos las pintan como egoístas, envidiosas, malévolas, interesadas...

El vínculo amoroso con el padre, las razones del nuevo matrimonio, la responsabilidad que entraña atender a unos hijos que no son propios apenas se analizan cuando el asunto se aborda con superficialidad.

El estigma de ser la «intrusa» tiene entonces un alto costo emocional para ellas, reflejo de esos estereotipos heredados de generación en generación, al punto de que todas las niñas en sus juegos quieren ser Cenicienta o Blancanieves, pero ninguna acepta de buena gana ser la Madrastra, dicho así, sin nombre propio, porque ni ese derecho les concedió la literatura.

Sustitutas modernas

Tal vez esos cuentos clásicos, cargados de tragedias y violencia doméstica, sean el fiel reflejo de aquella época, veraces descripciones de las circunstancias sociales en que fueron escritos durante el medioevo europeo.

Hoy, sin embargo, esas historias distan mucho de la realidad que se vive en la mayoría de los países del orbe, donde crece el número de divorcios y muchas familias se reconstituyen al poco tiempo de la separación.

Con frecuencia incluso nacen más hermanas o hermanos de la nueva unión, sobre todo en parejas jóvenes, y para aquellas mujeres que no pueden tener hijos propios es esta una buena oportunidad de dar salida a su maternidad.

La madrastra moderna tiene nuevos retos para organizar la vida en su hogar enfrentando con paciencia y sabiduría los viejos prejuicios que aún persisten contra su papel de madre sustituta, ya sea a tiempo completo o los fines de semana.

Algunas buscan consejo en libros especializados, consultas de profesionales de la salud y hasta por Internet en su afán de llevarse bien con la descendencia del marido, pero también con la ex mujer, la ex suegra, las maestras, el vecindario...

Otras se quejan de no ser escuchadas en su propia casa. «La madre puede ser firme —dicen—, puede exigir, castigar si es preciso, pero nosotras debemos esperar por el marido para tomar decisiones, y difícilmente nuestra postura no sea cuestionada por el resto de la familia».

Quieren bien, actuar mejor

A pesar de los escollos culturales y sociales, la mayoría de los infantes de este siglo logra entenderse bien con su madrastra cuando esta les trata con dulzura y deja bien sentadas las pautas desde el inicio de la relación.

En tal éxito influye la empatía que la mujer logre desarrollar con esas personitas a su cargo, el tiempo que destinen a conocerse mutuamente, el respeto por las necesidades de cada cual con respecto al padre —punto de unión y de conflicto— y la forma en que este organice su vida para compartirla con todos los involucrados.

También influye la familia de la madre biológica, esté ella presente físicamente o no. Todo el mundo merece a cualquier edad saber cuál es su origen y tener espacio para relacionarse con sus parientes, pero ese vínculo debe estar basado en el respeto al derecho de cada quien de elegir pareja y además presentársela a los hijos en el momento que considere oportuno.

Desacreditar a la nueva novia o esposa de papá en presencia de los menores genera en ellos un malestar que tarde o temprano repercute en su salud física y emocional.

No es justo hacerles sentir que traicionan a su mamá si les cae bien la otra. Lo ideal es que puedan contar con ambas para crecer saludables, fortalecer su personalidad y aprender a establecer relaciones armoniosas con todo tipo de personas.

Tampoco es lógico caer en competencias en cuanto a quien es más complaciente, más moderna o hace mejores regalos. Tales actitudes de la madre o la madrastra abochornan al padre y confunden a los menores, cuando no los convierten en oportunistas.

Especialistas del tema aseguran que ser hijastro o hijastra será menos complejo si todos los adultos significativos logran expresar adecuadamente su afecto, se llevan bien entre sí, adoptan un estilo de disciplina coherente y además logran estar unidos a la hora de tomar grandes decisiones, incluso para compartir alegrías o enfrentar problemas de la cotidianidad.

Tal vez lo más difícil de unificar sean los intereses culturales, las filosofías de vida, las posturas ideológicas o la forma de enfocar algunos aspectos que afectan la comunicación frecuente con el padre o la madre, pero todo tiene solución si se conversa civilizadamente.

Por eso hoy, desde Sexo Sentido, dedicamos este Día de las Madres a aquellas mujeres que asumen la atención de los críos del esposo como si hubieran nacido de su propio vientre.

Nuestro homenaje para aquellas que aprendieron el arte de regalar un beso después de aplicar un buen regaño, las que aplauden una buena nota o curan un dedo magullado, y además saben guardar secretos de maldades, remiendan medias y corazones, comparten golosinas entre «medios hermanos» y logran ser justas a la hora de señalar culpables

Consejos para madrastas (y padrastos):

•Ser uno mismo, actuar con naturalidad y no representar el papel de padre o madre bueno porque ya los niños tienen un padre o madre.

•Ser primero esposo-esposa y después padrastro-madrastra, para que la actitud de los pequeños no influya negativamente en la relación de pareja.

•No hay que convertirse en padrastro-madrastra si no se quiere, pero es obligatorio ser honesto con los niños desde el principio.

•Definir claramente su papel dentro de la familia, para hacerse respetar y respetar a los demás.

•No confundir querer a la pareja con querer a los hijos de esta, ni pensar que porque la pareja le quiere también lo van a hacer sus hijos.

•Ser realista sobre su pasado y el pasado de su pareja y sus circunstancias.

(Tomado de foroswebgratis.com)

Pregunte sin pena

A.M.: Mi primera relación fue cuando tenía 17 años con un hombre que amo todavía. Pero cuando estuve viviendo con él me lastimó mucho. No me demostraba su amor. Eso me trajo un trauma psicológico que me impide sentir orgasmo cuando estoy con algún hombre. He llegado a pensar que nunca podré tenerlo. Me gustaría que me aconsejara. Tengo 20 años.

¿No podrás tener al hombre o al orgasmo?

No dejas claro si algún día disfrutaste del clímax erótico con aquel amor. Tampoco precisas cómo han sido tus relaciones con los otros. Sí destacas que asumes la inhibición de tu orgasmo como resultado de lo mucho que te lastimó que él no demostrara amor por ti. Dicho así, pudiéramos suponer que volvería a aparecer si te sientes bien amada.

Lo paradójico es que lejos de desprenderte de aquella relación (traumática según nos cuentas), tu amor sigue atado a ese hombre que no se mostró enamorado. Es entonces cuando se hace necesario repensar esta dinámica que te atrapa: amas a quien no te ama y solo con muestras de su amor por ti sentirías un orgasmo.

No obstante, podríamos preguntarnos si encuentras alguna otra satisfacción al renunciar a tu clímax erótico. Es posible que impidas tu orgasmo de manera inconsciente, para castigar a estos hombres que tampoco muestran su amor por ti según tus expectativas.

La rivalidad es una de las formas posibles de vivir la relación de pareja, donde nunca existe la simbiosis, la complementariedad que esperamos. Siempre algo resta, algo queda suspendido.

Cuando la mujer vive la relación con el hombre como una gran competencia, como un escenario para combatir por el poder, suele resultarle difícil la entrega erótica que llega a su cumbre en el orgasmo. Es este un instante donde placer y vulnerabilidad son intensos e interdependientes. Resulta imprescindible disponerse a ceder orgullo y poder.

Mariela Rodríguez Méndez, Máster en Psicología Clínica, consejera en ITS y VIH/SIDA, psicoanalista

 

 

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