Una noticia es, muchas veces, un vuelco en el curso de la vida, el comienzo de una nueva era o el camino perfecto hacia la muerte. En mayo de 1609, Galileo Galilei, filósofo, astrónomo, matemático y físico italiano del Renacimiento, recibió una carta con la confirmación de la existencia de un telescopio fabricado en Holanda.
Con solo una descripción del aparato, Galileo construyó su propio modelo que, al contrario del holandés, no deformaba los objetos y los aumentaba el doble. El éxito no lo acompañó siempre: de los más de 60 telescopios que después fabricó, solo algunos fueron adecuados. Pero, ¿este invento sería un significativo cambio solamente para la Astronomía universal?
Galileo se dedicó por completo a la Astronomía; y esta, a su vez, lo condenó por el resto de su vida. Un descubrimiento trae siempre su estela. Así, la ciencia de Galilei y la fe católica nunca se pusieron de acuerdo. Aquella trató de demostrar, entre otras cosas, que el Sol no giraba en torno a la Tierra sino al revés, lo cual, según el dogma religioso, tergiversaba las Sagradas Escrituras.
Hace más de 400 años, el Padre de la Astronomía universal fue condenado por la Inquisición a rezar, una vez por semana y durante tres años, siete salmos penitenciales.
Del telescopio de Galileo, hoy queda el recuerdo de haber constituido un avance de su época y ser el impulsor de esta nueva generación tecnológica.
Para el año 2015 se espera que esté funcionando el telescopio más grande del mundo, como parte del Telescopio Gigante Magullan (GMT), ubicado en Chile. Contará con seis gigantescos lentes de 8,4 metros de diámetro, que rodearán a un séptimo lente y servirá como espejo para desviar la luz hacia los otros. El nuevo dispositivo permitirá obtener 11 veces más información que los demás telescopios. Otra prueba de que el camino al infinito trazado por Galileo no se detendrá nunca.