No sería exagerado decir que se vive en un mundo al revés, incierto. Fidel y otros, —no pocos—, han hablado de que la especie humana corre el riesgo de extinción. Hart lo ha dicho más de una vez, la humanidad está enferma, amenazada de muerte. Estas expresiones pudieran inducirnos a reflexionar que los sacrificios carecen de fuerza. Sin interrogante ni equívocos, nunca habrá sacrificio carente de fuerza.
Sobran los ejemplos para demostrar que determinados sacrificios pueden ser fuerzas que actúan en forma significativa en la conciencia y en la movilización de las masas. Y, por ello, bien es sabido que sin esa fuerza jamás podría desarrollarse ninguna revolución o proceso social que pretenda ser de índole nacional.
Este mes de julio marca el aniversario 55 de la gesta del Moncada y el 51 de la huelga de hambre de los presos políticos en el Castillo del Príncipe. Esta huelga fue seguida primeramente por las compañeras Nilda Ravelo Villafranca y Delia Cepero Aranda, presas políticas en Mantilla, y luego por compañeros de la prisión de Pinar del Río y del Vivac de Boniato, en Santiago de Cuba. Se mantuvo durante 15 días y terminó el 31 de julio de 1957. Estos hechos, caracterizados por el heroísmo y desinterés, cada uno con su identidad propia, características y alcance específico, expresan vehementemente el poder del sacrificio. En esta oportunidad nos referiremos a la huelga de hambre que precisa ser divulgada y aquilatada en su valor humano, ético, revolucionario y demostrativo de singular solidaridad.
El análisis que ahora pudiera hacerse de aquella jornada sería menos convincente que lo dicho en el editorial de la prestigiosa sección En Cuba de la Revista Bohemia, el 28 de julio de aquel año, bajo el título de Huelga de Hambre y del cual transcribimos lo siguiente: «la cuestión de máxima urgencia en estos días —no resuelta aún por los que están en la oportunidad y deber de hacerlo— es la huelga de hambre emprendida hace más de una semana por un grupo numeroso de detenidos políticos en el Vivac de la capital.
«Sin la menor exageración puede afirmarse que nunca ha ocurrido en las cárceles cubanas un acontecimiento de tanta significación. Está en la memoria de todos, el memorable ayuno de Julio Antonio Mella, en 1925, y el emprendido por los integrantes del Directorio Estudiantil Universitario en 1931; pero nunca un hecho de esta índole tuvo los caracteres ni la trascendencia del actual. Los 62 presos que se han impuesto a sí mismos, con admirable firmeza moral, una prueba semejante, con riesgo de su salud y hasta de sus vidas, no lo hacen por interés personal o de grupo.
«Un imperativo de solidaridad humana los impulsa por la senda del sacrificio personal; la altísima preocupación por la suerte de sus compañeros, los prisioneros políticos de Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud). Les basta saber que un juez especial, designado por los tribunales, a causa de su probidad insospechable, para investigar la situación de dichos ciudadanos, halló indicios racionales de criminalidad para procesar a las principales autoridades del llamado Presidio Modelo, por hallarlas convictas de atropello físico y maltrato organizado contra los sancionados de origen político. Y es para ellos suficiente motivo conocer que los funcionarios así encartados continúan en el desempeño de sus cargos y aún se insiste en que, lejos de enmendar sus desafueros, los redoblaron después de ser sometidos teóricamente a la acción judicial.
«Que nadie se confunda: lo que están reivindicando los 62 ayunantes del Castillo del Príncipe es algo más que la salud y el sosiego de sus compañeros de Isla de Pinos: es el imperio de la ley y de la justicia en el régimen carcelario cubano».
En realidad fueron 94 compañeros en todo el Príncipe, 69 en el Vivac y 25 en la Cárcel, los que se incorporaron a la huelga. Dos días después de publicado el editorial, el 30 de julio, fue asesinado en su natal Santiago el Jefe Nacional de Acción del Movimiento 26 de Julio, Frank País, cuando aún no había arribado a los 23 años de edad.
Faustino Pérez, uno de los participantes en la huelga de hambre. La huelga de hambre solo concluyó, sin el criterio favorable de los participantes en el holocausto (por no haberse conseguido aún el objetivo, que se obtuvo unos días después), ante la demanda formulada por el compañero Faustino Pérez, quien también fuera uno de los sacrificados hasta unos días antes, que obtuvo la libertad provisional en un intento de la tiranía por descabezar el movimiento de lucha.
He aquí la petición: «La Habana, Julio 31 de 1957. A los compañeros en huelga de hambre: Hoy se cumplen 15 días de iniciada esa hermosa y dramática batalla por el cese del terror y un trato más humano para los compañeros del presidio.
«Compartí con ustedes la responsabilidad de iniciarla y el honor de mantenerla durante diez días, teniendo que abandonarla al ser libertado por el Tribunal de Urgencia. Conozco, pues, por experiencia, las motivaciones de la lucha y la magnitud del sacrificio. Se que ya no está lejano el momento de fatales desenlaces. Ya la ciudadanía toda conoce y respalda con fuerza creciente el justo clamor de los presos. Ya los crédulos tienen otra prueba más de la ceguera, la terquedad y desprecio del régimen por el clamor nacional. Ya el ejemplo de coraje y de generoso sacrificio ha sido suficiente para que la protesta sea mantenida y acreditada por todos los sectores responsables de la nación. Ya no es aconsejable, ni útil que se prolongue, extreme o agudice más nuestra situación que ya es desesperada, aunque todos se mantengan con ejemplo y heroica firmeza.
«Por ello, quiero hacerles responsablemente la siguiente petición, que es también un ruego: cesen de inmediato en la huelga de alimentos. Cuba les necesita. Readquieran nuevas fuerzas. Hay que volver a la pelea en todo el frente.
«Con un recuerdo emocionado para el noble y bravo Frank País, les abraza. Faustino Pérez».
Nuestro Apóstol José Martí ya lo había proclamado: «La fuerza está en el sacrificio».