SANTIAGO DE CUBA.— Hay un desvelo total, una agitación incontrolable. A las tres de la madrugada nadie duerme en el campamento; dentro de una hora ocurrirá, al parecer, algo demasiado grande.
Ellos, tan imberbes, se deslizarán por la carretera de Siboney hasta llegar al corazón de la ciudad. A las 5:15 comenzará el suceso. Será la primera vez en que Dayana, Juan Ernesto o Gretel participen en un asalto. Por eso, tienen el corazón a todo galope.
¿Pero por qué hay tanto nervio en este grupo de niños que acudirá al Moncada si ahora, a diferencia de antaño, no se producirá un combate?
Es que, como dice Jessica Frías Pérez, de octavo grado, el ataque simbólico al antiguo cuartel se ha convertido en un reto hermoso para cada pionero participante. «Yo he estado otras dos veces, han sido experiencias de mucha emoción porque es como si viajaras en el tiempo. Además, uno quiere que todo le salga bien, va mucha gente a verte...».
Precisamente la asistencia de ese público en la madrugada es uno de los elementos que hacen atractiva la rememoración pioneril de los sucesos del 26. «Año tras año las personas acostumbran a ir directamente del carnaval al asalto simbólico, luego se marchan a sus casas a descansar. Se ha convertido en una linda tradición», apunta Wilfredo Tornés, presidente de la Organización de Pioneros José Martí en la provincia.
Sin embargo, no son tantos los que conocen en esta tierra —mucho menos en el resto del país— cuándo se iniciaron los ataques alegóricos a la fortaleza militar de antaño; tampoco hay un recuerdo nítido de las primeras veces.
Disparos de lápicesEl asalto simbólico inicial al Moncada ocurrió en 1963, asegura Gertrudis Boizán Barrientos, hoy directora de la emisora municipal Radio Mambí y quien en aquel entonces tenía apenas 11 años.
Ella estuvo entre los aproximadamente cien niños que se enrolaron en la lejana «expedición» del comienzo. «Al igual que ocurre ahora, tampoco dormimos la noche del 25 de julio. Nos trasladaron hasta la Granjita Siboney, que todavía no había sido declarada museo, y tiramos unas colchonetas en el piso, pero nadie pegó un ojo, todo fue actividad».
Su hermana Zaida Boizán, para esa fecha dirigente juvenil, recuerda desde la capital del país que su compañero de la vida, Walfrido La O Estrada, fallecido recientemente, tenía responsabilidades en la sección política de las Fuerzas Armadas. Él recibió la indicación expresa de Raúl de preparar las condiciones para desarrollar el precioso primer «ataque» de los pioneros al antiguo recinto de la dictadura.
«Fuimos, ese 26 de julio, tomados de las manos, con nuestros uniformes; montados, como los moncadistas, en máquinas de alquiler», rememora con la respiración agitada Gertrudis. De paso, acota dos detalles vívidos de la jornada, que la han acompañado siempre: «Allí estuvo Temita (se refiere a Temis Tassende, hija del mártir del Moncada José Luis Tassende). Y yo recité con emoción el poema La mañana de la Santa Ana desde una de las escaleras de la ya entonces Ciudad Escolar 26 de Julio».
Un año después, en 1964, según Wilfredo Tornés, se inauguró en las afueras de Santiago el campamento de pioneros Asalto al cuartel Moncada. Desde esa fecha los niños vanguardias escogidos de varios territorios indómitos se alojan en ese local algunos días previos a la efeméride nacional, y realizan actividades patrióticas y recreativas. En la madrugada del 26 se trasladan a la Granjita Siboney. Allí alguien repite la conocida y conmovedora arenga de Fidel a sus compañeros: «Como en el 68 y el 95, aquí en oriente daremos el primer grito de Libertad o Muerte...».
En cuanto a las siguientes rememoraciones de los hechos históricos es válido subrayar que no todas se parecieron a la inaugural. En algunas los pequeñines asaltaron con lápices la otrora fortaleza, en otras hubo simulacros de disparos y galas con diferentes concepciones artísticas. Al respecto, el periodista santiaguero José Oliveros evoca que en 1973 el principal escenario de recordación estudiantil de la gesta aconteció en los alrededores del antiguo Palacio de Justicia, hoy sede del Tribunal Provincial Popular.
Un hecho encantador vinculado a la celebración no ha de pasarse por alto: cinco décadas después del día glorioso, decenas de aquellos pioneros del primer asalto se reunieron en el Moncada convocados por Walfrido La O, y participaron en el inolvidable acto presidido por el líder de la Generación del Centenario.
Muchos lloraron al juntarse y conocer el derrotero de cada una de sus vidas. «Algunos se hicieron médicos, profesores, ingenieros... otros ya no estaban físicamente», expresa Gertrudis Boizán.
Hoy, cinco años más tarde, otros 155 pioneros de Santiago sintieron el sonar de sus corazones y arterias cerca de la antigua Posta 3 del Moncada. Ellos sienten la imperiosa necesidad de mantener una hermosísima tradición. Guardan en su interior el fuego inextinguible de un amor.