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Hay que seguir la obra de Fidel

Una traductora e intérprete soviética que trabajó muy cerca de la Revolución, en Moscú y en La Habana, y que hacía 45 años que no venía a nuestra Patria, dialogó recientemente con JR

Autor:

Juventud Rebelde

Natacha Borisova. Foto: Orlando Perera Natacha Borisova es una rusa que siente orgullo de haber conocido personalmente a Fidel, Raúl, el Che, al presidente Osvaldo Dorticós, y a heroicas mujeres como Celia Sánchez, Vilma Espín, Haydée Santamaría y Melba Hernández.

Había estudiado en la Facultad de Historia, en la cátedra de América Latina, en la Universidad de Lomonosov. En 1960, estando en tercer año en esa institución, escribió un trabajo sobre la primera Reforma Agraria en Cuba. El material se publicó en Moscú, en un libro de varios autores. Entonces tenía actividades en un Seminario Latinoamericano e impartía conferencias acerca de nuestro país.

Han pasado muchos años y esta mujer recuerda con especial cariño su primera visita a la Isla, en diciembre de 1962, al terminar el cuarto año de su carrera.

«Tenía que acopiar datos para mi tesis de grado en torno al Movimiento 26 de Julio. En esa época se filmaba la película Soy Cuba.

«Era una coproducción soviético-cubana, famosa hoy en Europa, y en la que actuaba Sergio Corrieri, bajo la dirección de Mijail Kalatozov. El guión lo escribieron a cuatro manos el poeta Evtuchenko y Miguel Barnet.

«Ayudé como traductora y como asesora de la parte histórica. En ese trabajo estuve unos dos meses aquí». Después se convirtió en representante y traductora e intérprete de la Embajada soviética en La Habana».

Natacha sonríe al comentar que siempre aparece con la boca abierta en las fotos de aquella época inicial, porque siempre estaba traduciendo e interpretando lo que se hablaba.

Todo esto se revuelve en su memoria ahora, cuando luego de 45 años de su última estancia en Cuba como funcionaria y a la vez como una de las primeras traductoras de la Embajada soviética en La Habana, volvió a nuestra Patria y accedió a dialogar con Juventud Rebelde.

Llegó recientemente en unión de una hija, de su yerno y de un amigo que es traductor y autor musical. Ella pudo recorrer lugares que conservaba en la memoria y visitó viejas amistades, hasta que se marchó contenta de ver de nuevo la tierra cubana.

—¿Cuándo conoció a Fidel y a Raúl?

—En ese año 1962 yo acompañaba a una delegación que asistía al I Congreso Nacional de Cultura. Tenía entonces unos 20 años. A los pocos días de mi llegada se efectuó una recepción en la Embajada soviética aquí y nuestro embajador nos presentó a Fidel. Era Alexander Alexeiev, quien había estudiado también Historia de América Latina en la Universidad de Lomonosov.

«Él no pudo terminar su carrera por la guerra. Yo era estudiante del cuarto curso y se lo comentó a Fidel. Después, en otro contacto de trabajo, conocí a Raúl.

«Al explicarle a Fidel que tenía que hacer mi tesis de grado sobre el Movimiento 26 de Julio, le pedí una breve entrevista y supe por él cómo fue todo. Me dijo que los acontecimientos eran como una montaña, que si estás a su lado, no la ves tanto como si te vas alejando. “Hay que alejarse para poderla abarcar con la vista, para poder ver los hechos en toda su magnitud”», me dijo.

«En Cuba anduve con diferentes delegaciones soviéticas, por ejemplo, con algunos cosmonautas, entre ellos Valentina

Tereshkova. Yo fungía como funcionaria. Y aunque no era traductora oficial, me desempeñaba en esa tarea».

Natacha nació en Moscú el 5 de septiembre de 1941 y aún vive allí. Sus padres también son moscovitas. Terminó la escuela media en 1958 y empezó a estudiar en la Universidad.

«Ahora quise ver cómo seguía Cuba en su lucha de casi medio siglo ya, y con el propósito de recordar. Ustedes me enseñaron que recordar es volver a vivir, ¿no?.

«Por cierto, sentí mucho dolor al saber del fallecimiento de Celia, de Haydée y más recientemente de Vilma, personas de mucha ternura, nobleza, amor y bondad».

En esos días visitó además el Centro de Estudios Che Guevara, el Museo de la Revolución y algunas otras instituciones. También se entrevistó con el miembro del Buró Político y ministro de Cultura, Abel Prieto, y con Dora Carcaño Araújo, quien fuera en los primeros años de la Revolución secretaria general de la FMC y hoy es coordinadora de la Oficina Regional para América de la Federación Internacional Democrática de Mujeres, la FDIM.

Igualmente, sostuvo encuentros con José Carlos Vázquez, decano de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, con el pianista Frank Fernández y, por supuesto, con representantes del ICAP.

—¿Cuándo supo que existía la Isla de Cuba?

—¡Ah!, en la escuela, por estudios, ya lo sabía. Pero empecé a tener un mayor interés por Cuba cuando vino a Moscú una delegación de rebeldes de la Sierra Maestra, y por las noticias del inicio de la lucha de Fidel.

—¿Qué hizo usted en estos 45 años ausente de Cuba?

—Luego de graduarme pasé a trabajar en el Instituto de Marxismo-Leninismo adjunto al Comité Central del PCUS, como investigadora. Allí trabajaba en el Departamento del Movimiento Comunista y Obrero Internacional.

«Me casé con un moscovita que murió en 1993. Se llamaba Vladimir. Laboraba en el Ministerio de Comercio Exterior. Sabía alemán y lo mandaron para ese país. Tuve que viajar mucho con él por su trabajo. Tengo dos hijas: Marina, de 42 años, y Yulia, de 35. Y tres nietos. Marina tiene un hijo de 21 años, es estudiante. Yulia tiene dos niños chiquitos, Miguel y Juan.

«La atención a mis nietos es precisamente uno de mis entretenimientos. Como trabajé durante 30 años y tuve tantas actividades, apenas pude desempeñarme como mamá y ocuparme de mis hijas, y ahora compenso eso con la atención a los hijos de mis hijas».

—¿Qué mensaje mandaría usted a Raúl, ahora?

—Deseo que tenga la fuerza de seguir la obra de Fidel, su línea, y muchos éxitos en su trabajo tan complejo e importante. Que sepa que en Rusia lo conocen, lo admiran y lo estiman, como a Fidel. Los dos llevan la misma ideología y los mismos genes.

Natacha expresó que lamentaba mucho la desintegración de la URSS. Comentó que la vida de las antiguas repúblicas soviéticas ya no es como antes, sino que han surgido en los nuevos países los problemas propios del capitalismo salvaje que históricamente han afectado a los pueblos del mundo. «El socialismo, bien hecho, sin despegarse de las masas, es capaz de resolver grandes sufrimientos humanos que hoy dañan a las sociedades del planeta en todos los continentes», aseveró. 

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