Con más de dos décadas de fundado el ISDI podría cambiar la visión del diseño en Cuba.
En el Instituto Superior de Diseño ya no cabe aquello de que «en casa del herrero cuchillo de palo». Desde este martes ya no es un contrasentido el que la universidad que innova formas y belleza fuera una edificación pálida, desgastada, enclenque, de ventanas rotas y paredes descascaradas.Apenas dos años de reparación bastaron para devolverle su ancestral elegancia. Y para quienes caminen hoy por la céntrica calle Belascoaín, en la capital del país, solo quedará el retrato en sepia de un edificio que parecía caerse ante sus ojos.
A partir de esta reinauguración, en cada local se combinarán el ambiente colonial con los fueros tecnológicos actuales. Nuevas aulas y laboratorios de computación totalmente remodelados, y maquinarias de avanzada estarán a disposición de los estudiantes el próximo curso.
José Cuendias Cobreros, rector del ISDI. Según explicó a JR José Cuendias Cobreros, rector del centro, la importancia que fue adquiriendo el diseño en los nuevos proyectos del país nacidos de la Batalla de Ideas, revelaron la necesidad de aumentar la matrícula y crear mejores condiciones para la formación de este tipo de profesionales.
«Cuando el ISDI comenzó a desarrollar proyectos como el Multisaber (multimedia para la enseñanza primaria), de conjunto con la Universidad de Ciencias Informáticas y otras empresas, nos percatamos de la urgencia de incorporar cuanto antes el diseño en el proceso de producción de los softwares educativos, y demás tareas asociadas a diferentes ramas del país. Era primordial el fortalecimiento del diseño en Cuba, y para ello era imprescindible incrementar la matrícula», aseguró.
El Comandante en Jefe Fidel Castro impulsó entonces la idea, el 20 de enero de 2005, de realizar una inversión material en el Instituto Superior de Diseño para ampliarlo y repararle todo el sistema, de manera que se alcanzara una calidad superior en la enseñanza. Así se inició el 6 de junio de ese año un proceso de reparación que llegó a todos los locales.
RETO A LA FORMAUn diseñador cubano debe ante todo instruir al pueblo, no solo en el campo de la información, sino también en la publicidad, en las estrategias de elaboración de los productos que faciliten sus condiciones de vida y ayuden a desarrollar la economía del país.
Así comentó Alejandro Fábregas, estudiante de tercer año del ISDI, quien asegura que hoy, más que nunca, el mercado cubano necesita de un profesional que sea capaz de dar respuestas versátiles a todas las problemáticas que se le presenten, a pesar de las limitaciones.
Para Yeoryet Musa, estudiante de cuarto año, su función principal una vez graduada es responder a todos los obstáculos de la vida diaria, a los nuevos programas que se emprenden, pues Cuba exige hoy una mayor calidad en su gestión de diseño, en la persuasión en cada uno de los mensajes.
Como pilar de formación, el Instituto Superior de Diseño acoge cada año a nuevos jóvenes que, terminado el duodécimo grado, optan por esta carrera tras someterse a una prueba de aptitud.
Una vez aprobado el examen, ellos comienzan la especialidad que se extiende por cinco años. Durante este tiempo el ISDI tiene como misión lograr la integralidad de cada profesional para que sea capaz de dar respuesta a las futuras necesidades económicas del país.
«La concepción de nuestro centro es abrirle paso a la idea de que el diseño puede ayudar mucho en la solución de los problemas principales que tiene hoy Cuba, y contribuir a elevar el nivel de vida con menos recursos», aseguró el rector de la institución. Por ejemplo —explicó— en las gráficas y carteles el diseño influye notoriamente en la calidad de los mensajes y en su capacidad de comunicación, en especial cuando se pretende formar la imagen del país, tanto nacional como en el ámbito internacional.
En el ISDI el estudio se complementa con el trabajo social. El funcionario señaló que en la escuela se trabaja en la estructuración de los equipos médicos que pueden ser desarrollados por la industria nacional, y se conciben maquinarias y mobiliarios clínicos más efectivos y prácticos. En la seguridad social laboran para facilitar la vida de personas con situaciones difíciles como los ancianos.
«Un aporte significativo podríamos hacerlo en el programa de la Revolución Energética, a partir de la optimización de los equipos, del espacio de la cocina para las condiciones que demandan las transformaciones en Cuba. También en el campo ambiental para minimizar el vertimiento de desperdicios, con el empleo de materiales alternativos».
Destaca Cuendias Cobreros que la función de cada diseñador consiste entonces en tratar de introducir estas innovaciones y enseñar a vivir de una forma más creativa, buscar soluciones en la vida real.
«Sin embargo no hay conciencia suficiente de lo necesario y posible que es el diseño en el país, y que este profesional es un intermediario entre el hombre y la solución de los problemas cotidianos, entre su manera de abordar la vida, en la formación de valores, pues crea una ideología, y una cultura visual», señaló.
Añade el rector que las demandas de la sociedad hacia el instituto en este momento deben tener un giro. «Todos conocen que la economía del país en los últimos años ha manifestado un desempeño diferente, que hay nuevos sectores que se abren con resultados prometedores, y en este nuevo panorama el diseño tiene mucho que decir, pues además puede ayudar a elevar la competitividad».
Para Lisandra Ma, estudiante de cuarto año, lo primero que debe hacer un diseñador en Cuba es elevar la calidad de él mismo, su preparación, y enseñar a las personas a mirar la vida desde esta perspectiva.
«De lo contrario seguiremos viviendo la historia del diseñador que llega a una empresa con nuevas ideas y es subvalorado porque se presume que su trabajo lo puede hacer cualquiera. Se menosprecia nuestra profesionalidad, y lo peor, se subvalora la preparación que cada día nos ofrece nuestro instituto, en una especialidad que tiene tanta significación como cualquier otra carrera».
Un siglo de líneas
Más de cien años de historia visten al edificio sito en la céntrica calle capitalina de Belascoaín, que desde mayo de 1984, funge como la universidad nacional de diseño, y que ha graduado alrededor de 1 000 estudiantes universitarios.
En su libro La escuela que diseña el futuro, el periodista Félix López narra que en la segunda mitad del siglo XIX este inmueble abrió sus puertas por vez primera como Hotel Militar y Club de oficiales, y años después pasó a ser un asilo para viudas y huérfanos de los oficiales del ejército español.
Fue en esta época cuando la edificación sirvió como espacio de trabajo al científico cubano Carlos J. Finlay, y luego en 1940 se convirtió en la sede del Ministerio de Salubridad y Asistencia Social, hasta el triunfo de la Revolución, cuando se instituyó allí el Ministerio de Salud Pública.
En 1982, a raíz de la creación de la Oficina Nacional de Diseño Industrial, se convirtió en la sede del Instituto Politécnico de Diseño Industrial; y no fue hasta dos años después que se comenzó la remodelación para ser utilizado como sede del ISDI.
En su historia se entrecruzaron disímiles momentos. Según los archivos, en ese período se propuso al gobierno revolucionario la creación de un departamento de diseño dentro del ministerio de industrias, y en 1963 se funda la Escuela Superior de Diseño Industrial de La Habana.
Pero luego el proyecto se frenó. En ese tiempo Ernesto Che Guevara también creó el Departamento de Estudios de Productos, y años después Celia Sánchez impulsó el nacimiento de la Empresa de Producciones Varias, donde se reunieron destacados artistas plásticos, arquitectos y creadores, para dar vida a memorables proyectos de ambientación de interiores, diseño y fabricación de muebles.
Poco a poco se crearon algunas áreas para el diseño en disímiles ministerios, y se conformaron comisiones para valorar la necesidad de esta especialidad en el país con un centro de educación superior.
Para el año 1984 estaban creadas las bases para el surgimiento del ISDI, y en octubre esta universidad de diseño abrió las puertas en su primer curso académico con un total de 50 estudiantes.
Al visitar la obra en 1986, comentó el rector Cuendias Cobreros, el Comandante en Jefe dejó indicaciones concretas para la etapa final de remodelación del edificio, y destacó la importancia del centro en el futuro desarrollo del diseño en Cuba.