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Rinden los cubanos emotivo homenaje a Vilma Espín

Amigos de todo el mundo envían mensajes de solidaridad y condolencia Preside Raúl velada solemne en honor a Vilma Espín Discurso pronunciado por José Ramón Machado Ventura en la velada solemne Discurso pronunciado por Asela de los Santos en la velada solemne El camino que nos deja Conmovida Alicia Alonso por la pérdida de su amiga Vilma En el corazón de Santiago está Vilma Imposible de olvidar 

Autor:

Juana Carrasco Martín

Raúl Castro Ruz,  fue el primero en homenajear a la Heroína, su compañera de toda la vida.Foto: Ismael González La acompaña su pueblo. Un sol fuerte, apenas mitigado por las sombrillas que salpican la interminable hilera, añade calor a ese gentío que llega a rendirle tributo. Hay firmeza en los rostros. No es posible llorar a quien fue alegría dulce ante la tarea enorme de hacer dignas a las merecedoras mujeres cubanas, y con ello ennoblecer también a los hombres.

Desde muy jóven estuvo a su lado, aprendió de ella, y con el abrazo de mutuo consuelo, la exclamación de amiga y compañera, esa que no dijo a la prensa minutos antes: «¡Qué dolor tan grande¡». Así sacó afuera su corazón Yolanda Ferrer, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas. Pero ante los micrófonos habló de la Presidenta, de la pérdida física irreparable para el movimiento femenino cubano e internacional, de la necesaria continuidad de la tarea emprendida hace 47 años, y de cuánto nos deja de legado Vilma Espín Guillois, a su enorme familia femenina.

«Hay que seguir, seguir trabajando cada vez más, ser más fuertes, seguir combatiendo todo aquello que pueda obstaculizar la marcha de la Revolución, enfrentar con toda la combatividad los problemas, los obstáculos, la corrupción, las ilegalidades. Vilma siempre fue una mujer muy combativa, y las mujeres cubanas tenemos que ser como ella».

«Me toca muy de cerca. Es mucho el dolor», apenas susurra con voz quebrada Alicia, a quien durante años la vimos a su lado, siempre alerta y dispuesta. Mientras que Ivette, la colega de Mujeres y Muchachas, que también se forjó a esa vera de sombra y sol, la supo con «la capacidad de saber ir a la persona, al ser humano con el cual estaba»:

«Podíamos estar redactando un documento importante, tomando decisiones que podían tomar un peso para el trabajo de la organización, muchas veces hasta del país, y sin embargo siempre hacía la pregunta: “¿Y tu niño? ¿Y tus cosas como van?”, o el darnos el consejo más sencillo: “Mira, cuando se te pegue algo en la sartén, tú sabes que químicamente, si le pasas sal a la sartén caliente ya no se pega”. Tenía esa capacidad de ser persona en cualquier circunstancia. Cuando se ponía brava, era fuerte, pero incluso después que te había dicho las cosas duras, las cosas que el momento requería, tenía siempre la delicadeza de preguntar cómo se siente la persona a la que se le había llamado la atención, tenía un gesto de cariño, de delicadeza, que en ella eran tan naturales. Algo, mucho, aprendí de ella».

El río humano no cesa. Se inclina respetuoso, no ante la foto que preside el salón central del Memorial José Martí, en la Plaza de la Revolución, lo hace justo frente a la mujer íntegra, que todavía recuerda como muchacha hermosa, inteligente, guerrillera en su ciudad y en su montaña, pilar entre quienes nos han enseñado a pensar y actuar.

En letras doradas unas palabras del Comandante en Jefe, junto a su ofrenda de rosas blancas para la amiga sincera: «La compañera Vilma, recia luchadora por los derechos de la mujer, impulsora de la educación, la atención a nuestra infancia y la participación de nuestra juventud en las tareas de la Revolución».

El primer momento fue íntimo: Raúl, sus cuatro hijos, los nietos y demás familiares; la dirección política del país, Comandantes de la Revolución y compañeros de lucha contra la dictadura batistiana, dirigentes de las organizaciones hermanas —sindicales y juveniles.

Todo un símbolo quienes acompañaron al cuerpo de ceremonia militar —banda negra en el brazo—, en la primera guardia de honor: Yolanda Ferrer, por su querida FMC; la amiga entrañable Asela de los Santos, por los combatientes de la Revolución; Salvador Valdés, en nombre de los trabajadores; y Julio Martínez como representante de las nuevas generaciones. Luego, el Secretariado Nacional de la organización femenina y así cada sector de esta sociedad le rinde honores.

Pasan generales y soldados, deportistas, enfermeras, amas de casa, personalidades de la cultura, simples trabajadores cubanos y diplomáticos amigos...

Llega otra heroína de la Patria, Melba Hernández, visiblemente emocionada.

Los mensajes van quedando plasmados en un libro abierto a los sentimientos. Entre muchos, destaco el del compañero en la lucha clandestina: «A la heroína, a la combatiente del Llano y de la Sierra, a la hermana querida, a Vilma, a Déborah y a Mariela, mi sentido y eterno adiós.— Aníbal.

«Fue ejemplo», dice una tendera. «Un día fue a mi bloque y abracé su modestia», afirma con una sonrisa rodeada de canas Cristina, la federada habanera. «Cuánto le tenemos que agradecer las trabajadoras, solo bastaría mencionar los círculos infantiles», asegura Yulien. «De verde olivo, como ella se inició», apunta la sargento cuyo nombre olvido. «Toda la vida le agradeceré la confianza que tuvo en cada una de nosotras», exclama una dirigente femenina.

Con el cariño y el reconocimiento sentido y sencillo, una a una se enumeran las virtudes todas, integradas en una mujer extraordinaria, incansable, de firmeza ejemplar e infinita dulzura, que se multiplica en cada cubana.

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