La vigilia simboliza el dolor del pueblo. Por la crueldad de Posada padecemos muchas familias. Mientras cierta prensa de Miami presenta a un Posada Carriles «cándido», tomado de la mano de su hija, «frágil y agotado», que llega a esa ciudad lleno de incertidumbres por su «destino», en La Habana cientos de estudiantes, familiares de las víctimas y representantes del pueblo escenifican un acto de vigilia en el Monte de las Banderas, muestra del dolor y la indignación por la impunidad con que es tratado este criminal.
Esa prensa floridana adicta a la manipulación y la mentira, al engatusamiento y al engaño, pretende convertir, con el cuento del héroe adolorido y viejo, a un terrorista confeso en alguien que merece compasión y perdón.
Solo que se olvida o desconoce la otra parte de esta historia, la de quienes vieron volar en pedazos con las bombas asesinas de Posada, el sueño de la felicidad familiar.
Mientras Jorge de la Nuez Orozco, hijo de uno de los mártires de Barbados, confesaba a JR que su infancia fue atormentada por la ausencia del amor paterno, el Herald de Miami describía al autor confeso de la voladura del avión de Cubana, donde murieron 73 pasajeros el 6 de octubre de 1976, regresando a la «casa familiar» acompañado de su hija. Cuánto contraste.
El rotativo contrarrevolucionario describe cómo un avión privado condujo a Posada desde territorio tejano por la parte de la sección de vuelos ejecutivos del Aeropuerto Internacional de Miami.
«Nosotros denunciamos esta maniobra y exigimos que se divulgue la verdad», dijo de la Nuez, visiblemente abatido, después de manifestarse con la foto de su padre en la plaza que desafía la arrogancia practicada por el gobierno estadounidense, enclavada en pleno rostro de la Oficina de Intereses del gobierno yanqui en la capital cubana.
«Haber interrumpido la palabra “padre” a los siete años y en su lugar escuchar la de asesino, injusticia, terrorismo... es bastante traumático para cualquiera.
«Han pasado 30 años de aquel hecho que enlutó para siempre a decenas de familias en toda la Isla, y ves que la esperanza de que se aplique justicia se vuelve casi nada cuando noticias como las de este 19 de abril se difunden con un morbo marcadísimo en los medios de comunicación.
«No es casual la liberación de Posada en esta fecha, cuando se celebra en la Isla la victoria de Playa Girón. Recordemos que el asesino fue entrenado por la CIA para participar en la invasión, aunque después no viniera», reflexionó.
«La palabra "muerte" nos ha acompañado toda la vida. es como un fantasma que nos fustiga», expresó Permuy. Tal vez en el mismo momento en que el terrorista declaraba con euforia a medios estadounidenses lo «agradecido» y «contento» que se sentía, en el Monte de las Banderas de La Habana, Carlos Manuel Permuy, otro de los familiares de las víctimas del crimen de Barbados, reafirmaba que «los cubanos nos sentimos indignados, y solo queremos justicia».
Aclaró que no circunscribe la demanda a los seres allegados a los mártires, porque la lucha contra el terrorismo y el dolor por sus desmanes se ha multiplicado y tiene herederos.
«La palabra “muerte” nos ha acompañado toda la vida. Es como un fantasma que nos fustiga. Días como estos en que la justicia se desvanece, ese fantasma se hace más desgarrador, porque la impunidad se convierte en amenaza universal. No olvidemos que Posada Carriles ha declarado no estar arrepentido de sus crímenes, señaló.
DOLOR DE PUEBLOAlejandro Padrón, estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas, no era ni siquiera un proyecto de sus progenitores cuando Manuel Permuy, el padre de José Manuel, fue asesinado en el sabotaje del avión de Cubana.
Sin conocer directamente a los familiares de las víctimas, este martes se sumó a la vigilia y la foto que mostraba a los imperialistas era la de Permuy, quien murió sirviendo al deporte cubano con la misma pasión con que siempre trabajó y cuidó a sus hijos Belkys y José Manuel, que tenían 10 y 14 años respectivamente, en el momento del crimen.
«Conozco el suceso del 6 de octubre de 1976, como muchos otros momentos de dolor del país, porque mis padres me han contado que fue estremecedor. No tengo la vivencia como ellos, pero las imágenes televisivas, y los libros que hablan de este hecho han sido suficientes para hacerme reclamar justicia y sentir aversión por todo lo que signifique terrorismo.
«Hemos crecido escuchando historias horrendas del imperialismo contra el pueblo cubano, y por el camino que marcha la justicia en ese país, nada puede sorprendernos, ni librarnos del temor de que sigan sumándose víctimas por sus arbitrariedades y crímenes», advirtió.
Próxima a Alejandro, Raquel Estévez porta la foto de Wilfredo Pérez, el piloto de la nave derribada por el odio de Posada y Orlando Bosch.
«Cuando tomé esta imagen en mis manos, en señal de protesta por la liberación de Posada, de inmediato pensé en la situación del piloto minutos antes de convertirse en mártir.
«Estos hombres y mujeres víctimas del terrorismo no nos son ajenos, a pesar de que no los hayamos conocido. El dolor de sus hijos y nietos es también dolor del pueblo, que de manera potencial siempre está acechado por el imperialismo, porque el bloqueo económico también es una manera terrorífica de hacernos subsistir en medio de limitaciones y carencias».
Odalys Pérez, la hija del piloto del avión de Cubana, lamenta que la voz del pueblo cubano se silencie en los medios de comunicación transnacionales, y en su lugar disfracen al asesino de defensor de la libertad.
«¿Qué más prueba necesita el gobierno de Estados Unidos para encarcelar a ese verdugo, que sus propias confesiones?», inquirió, y dijo que si tuviera la oportunidad de enfrentar a los defensores de Posada, y al mismo sicario, no le faltaría ecuanimidad, a pesar de tantos años de dolor, porque aprendió a esperar por la justicia, rodeada de argumentos más profundos que el odio barato que envilece.
«Fidel nos ha enseñado a defendernos y exigir justicia. No queremos para Posada más que lo que se merece. No queremos arbitrariedades que sean fruto de la venganza. enfatizó.
«Para los que salpicaron de sangre la Patria, pido castigo... para el que dio la orden de agonía, pido castigo...», leyó al inicio de la vigilia Haymel Espinosa, hija del copiloto del avión derribado.
«Los versos de Neruda fueron muy oportunos para iniciar esta jornada; esperamos que el verdugo sea finalmente llevado a los tribunales y se le aplique el rigor de la justicia. No queremos ni más ni menos.
«Aspiramos a que en Estados Unidos se sepa que ese hombre que salió libre bajo fianza es un peligro para la humanidad. El dolor por el terror está fresco en estos días en el mismo suelo estadounidense por lo ocurrido en la Universidad de Virginia; por eso pedimos comprensión y a la vez transmitimos un mensaje solidario», patentizó.