CIENFUEGOS.— Fueron muchos los episodios en que se demostró el arrojo de los integrantes de la Asociación de Jóvenes Rebeldes. Unos de esos ocurrió a finales de 1960.
Ahora lo recuerdan Jorge Gallardo, Eugenio Fuster, José Fernández, Ismael Capote, Ángel Álvarez y Lázaro Saldaña, de los primeros dirigentes de esa naciente organización en la antigua provincia de Las Villas, región en la que —aseguran— la organización desempeñó un rol histórico.
Estos precursores opinan que la valentía de sus miembros se demostró en muchas ocasiones: en enfrentamientos directos contra la disidencia interna, en movilizaciones, trabajos voluntarios y en las más disímiles misiones asignadas por la Revolución en ciernes.
Ángel Álvarez. Tras el triunfo se permitió la permanencia en la Marina de Guerra de antiguos oficiales que no estaban comprometidos con la dictadura batistiana, teniendo en cuenta —como poderosa razón— su participación a favor en la epopeya del 5 de Septiembre de 1957.
Sin embargo, hubo un movimiento sedicioso que fue preciso desarticular. Entonces una parte de la Columna Uno, de Fidel, tomó el Distrito Sur de Cayo Loco y licenció a algunos oficiales y marinos envueltos en la conspiración, relata Ángel Álvarez.
José Fernández. «Este grupo debía permanecer allí, pero la intensificación de la presencia de alzados en las lomas determinó la decisión de enviar a la Columna destacada en dicho sitio para las montañas del Escambray. Por ende, orientaron a las Milicias Estudiantiles la misión de vigilar Cayo Loco», agrega por su parte Fernández.
En esa misión estuvimos durante un mes cerca de cien de nosotros, aseveran José y Ángel, testigos del acontecimiento.
Durante ese tiempo cubrieron los puestos de guardia y controlaron los accesos a la instalación, así como el polvorín. Los sargentos del Ejército Rebelde que los dejaron al frente les daban el tratamiento de guardias, no de estudiantes ni nada de eso.
«La milicia estudiantil tomó el Distrito Sur; primeramente sus integrantes no fueron al Escambray porque tuvieron que quedarse en el Cayo. Después marcharon más de cien compañeros, bajo la dirección del sargento Aristónico Menéndez», complementa Eugenio Fuster, quien formó parte de la aguerrida guarnición estudiantil.
Como sostiene Fuster, del Cayo salió esa misma gente, como muchos otros jóvenes de diferentes lugares —varios pertenecientes a la naciente estructura de la AJR—, hacia el Escambray, a enfrentar a las bandas de asesinos.
La juventud cienfueguera mostró igualmente su fibra en los tensos días de la Crisis de Octubre, como en Girón y la Campaña de Alfabetización. Durante la Crisis le fue entregado el local del antiguo hotel Bahía, nacionalizado por la Revolución.
Un militante proveniente de la Juventud Socialista, dirigía la Asociación en la región y a los cien hombres acuartelados en el recinto dotados de armamento.
«La gente de la AJR estaba dispuesta una vez más a todo. Había que apoyar a la Revolución con el pecho y con todo lo que tuviéramos», enfatiza Fernández.