Jorge Luis y Yenny forman ya un dúo entrañable. Fotos Daniel Mitjans
PINAR DEL RÍO.— Tiene 11 años y ha tenido que vivir en un «encierro involuntario», como llaman los especialistas a quienes padecen de autismo. A estos enfermos no les gusta que los abracen, que los miren a los ojos, no responden al cariño o al ser tocados...
Jorge Luis Polo Graverán vive en La Palma, Pinar del Río, y es atendido en la escuela especial de ese territorio.
La Psiquiatría ha determinado que esa falta de receptividad puede estar acompañada de una incapacidad para comunicarse con otros y por tanto, para establecer relaciones sociales.
Se ha comprobado que muchos niños autistas no denotan preferencia por sus padres, y tampoco pueden desarrollar amistad con otros menores. Otro rasgo es la realización de actividades de poco alcance de una manera repetitiva.
Pero Jorge Luis —como el resto de los 300 pequeños que en Cuba padecen de esa enfermedad— ha encontrado un singular dúo del amor: una madre y su hija. Ellas son su maestra y la instructora de arte, respectivamente, además de ser vecinas suyas. Le han tomado tanto cariño que lo tratan como a uno más de su familia.
PINTAR ES VIDALas sesiones de trabajo con el niño combinan música, artes plásticas, danza, teatro... Yenny Pi Sagión, la joven instructora de arte en la especialidad de teatro, tiene 19 años. Concluyó esos estudios el curso anterior y su trabajo en la escuela Mártires de La Palma es su primera experiencia laboral.
De ella nos hablaron en el Comité Provincial de la UJC, pues las vivencias que contó en un taller con un grupo de instructores de arte despertaron mucha admiración.
Esta joven presentó un video que le hizo el informático Víctor Mijail Díaz Rodríguez, en el que se corrobora cómo ha aumentado la socialización del niño Jorge Luis: salta, juega con otros y les da la mano en una ronda.
Yenny ha tenido que leer mucho e investigar con especialistas de la enseñanza especial, y con su propia mamá, quien lleva 33 años en educación y fue hasta maestra ambulatoria de ciegos.
«Cuando comencé a trabajar con él —relata— se encontraba en una recaída. En su hogar existían entonces conflictos afectivos ya superados, y él estaba recibiendo ese impacto desfavorable.
«Estaba muy encerrado en sí mismo, no quería relacionarse con nadie y ya usted ve todo lo que hace: canta, pinta, juega con los demás por momentos, y cuando uno conoce un poquito las características de estas personas se siente feliz, pues cualquier pequeño pasito es un avance. Hasta se sienta en una de las computadoras de su escuela y mueve el ratón.
«Él tiene sus crisis, que a veces le dan por autoflagelarse. Cuando pasa ese período se le vuelve a ver sonreír. Si por ejemplo, hoy tiene deseos de jugar, lo hace. De lo contrario, te dice adiós con la mano, y eso indica que te vayas, que quiere estar solo.
«Mis talleres de instructora de arte con él tienen que ser integrales, pues se aburre enseguida; por ello tengo que combinar música, danza, artes plásticas y teatro».
LAS MOTIVACIONES DE YENNYLa joven instructora está muy motivada para trabajar con Jorge Luis y con los demás niños de la enseñanza especial. Creció en un hogar muy sensible a estos temas. Su mamá perdió completamente la visión de un ojo cuando tenía 19 años y la vida le dio fuerzas para extender sus manos a los demás.
Yenny habla con pasión de su trabajo con el niño autista: «He hecho algunos títeres rústicos para llamar su atención. Muchas veces salgo con uno de ellos y lo tomo de la mano, entonces comienza a cantar Los payasos, Grillo Grin o algún fragmento de Son los sueños todavía.
«Antes él vivía en un sitio llamado San José, a 11 kilómetros del pueblo de La Palma. Después del estudio genético que se hizo en el país, le hicieron una casa de mampostería y fibro aquí mismo en la cabecera municipal, aunque aún le faltan detalles, como la cerca, pues a veces se escapa y se va a caminar solo», indica la instructora de arte.
María del Jesús Graverán se llama la mamá de Jorge Luis y dice estar muy contenta con los avances de su hijo gracias a Yenny y a su mamá, la maestra actual.
«Siempre ha habido preocupación por él. Antes de mudarnos, tuvo una maestra ambulatoria que iba a la casa, se llama María Dolores Reinoso Tejeda.
«El primer martes de cada mes lo ve aquí la psiquiatra Teresita, quien nos ha explicado que cuando el niño quiere estar aislado, hay que dejarlo. Por eso tiene un aulita sola para él en la escuela especial Mártires de La Palma», explica.
Ella nos contó que en el Hospital Pediátrico Provincial Pepe Portilla se han organizado talleres con padres de niños autistas, a los que han asistido 24. En La Palma también hay otro caso.
En la escuela especial de ese municipio —con una matrícula de 71 niños con retraso mental— la instructora de arte ha creado una pequeña brigada artística, con declamadores y dramatizaciones. Está montando además la puesta de El caballito enano.
Cada vez que los niños ven a la muchacha, se le enlazan del brazo con mucha alegría, y a ella se le ve rodeada de estos pequeños con paciencia y humanismo, haciendo todo por verles sonreír.
Sin dudas, el arte también puede ser un bálsamo contra las tristezas y acorta aquellas diferencias que la naturaleza marcó.
¿Qué es el autismo?Todos los niños autistas del país reciben atención especial. Foto: Calixto N. Llanes El síndrome del autismo «se puede explicar como consecuencia de un trastorno en la elaboración de los estímulos sensoriales... en su sistema nervioso central no hay un equilibrio entre los impulsos nerviosos estimulantes y los inhibidores... toda ayuda terapéutica encaminada a hacer más conscientes las impresiones sensoriales contribuye a la mejoría en la cognición sensorial... y la conducta». (Hartmut R. P. Janetzke-1997)
La Musicoterapia en el tratamiento del autismo se emplea de tres maneras. Activa: el niño juega, canta y manipula instrumentos u otros objetos. Receptiva: el niño escucha pasivamente. Y Receptivo-activa interdisciplinar con dibujo o expresión corporal, o apoyando a otros tratamientos como la hipoterapia, hidroterapia y baño con delfines, entre otras. También se puede aplicar en tratamientos para la tercera edad, en educación especial, lactantes, gestantes...
La incidencia del autismo es aproximadamente de unos cuatro casos cada 10 000 y los niños autistas superan a las niñas en una proporción de cuatro a una.