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Se recuperan pacientes de Las Tunas gracias a salas de rehabilitación

Modernos equipos y personal especializado son capaces de acortar de manera significativa el tiempo de recuperación de un paciente

Autor:

Juan Morales Agüero

Las salas funcionan como instituciones de rehabilitación dentro de los policlínicos, pero en poco tiempo llegarán a diversos hospitales rurales. LAS TUNAS.— ¡¡¡Cuidado...!!! La dramática advertencia irrumpe en sus oídos bajo el signo de lo inevitable. En una migaja de segundo Léster se hace cargo del drama que se le abalanza. «¡Dios mío, me voy a matar!», piensa mientras hace malabares para controlar su moto. Intenta esquivar el impacto con un golpe de timón... Pero es demasiado tarde. Entonces sus 25 eneros se estrellan contra el ómnibus que le ha estafado el derecho de vía.

—¿Volverá a caminar? —pregunta la madre con el alma en la mirada.

—No la voy a engañar, el caso es grave, pero... —vacila el doctor.

Seis meses después del accidente, y luego de permanecer tres en un hospital, Léster es un manojo de complejos encima de la cama. Sus amigos tratan de animarlo, pero él los evade con cualquier pretexto. «¿Y por qué no vas a una sala de rehabilitación? —le sugiere un vecino—. Allí hacen milagros». Y contesta el pesimismo: «Lo mío no tiene remedio».

Le insisten y él renuente: «No». «Pero mira, tú veras que...», añaden para convencerlo. Y él plantado: ¡No y no! Una mañana cambia de idea. «Llévenme». Lo suben en brazos a un auto y toman rumbo al reparto Buena Vista. Se detienen frente al policlínico Aldereguía y lo bajan en brazos. El fisiatra lo valora. Y luego ejercicios, voluntad, calores, optimismo, cariño, qué sé yo... El tratamiento funciona. Y en solo unos meses Léster retorna a sus piernas...

SENSIBILIDAD

«Las salas de rehabilitación son un producto de los Programas de la Revolución que el país lleva adelante», dice el doctor Aldo Cortés, vicedirector de Salud en Las Tunas.

La primera sala de rehabilitación del país se inauguró en 1964 en Santiago de Cuba. Después del triunfo de la Revolución esta rama cobró impulso hasta contar con una red en todas las provincias, que actualmente se perfecciona con nuevos servicios comunitarios y la formación de personal calificado.

En la provincia se han construido 13, de las cuales nueve se encuentran hoy prestando servicios. Se trata de locales espaciosos y confortables, que disponen de equipos especializados muy modernos, capaces de acortar de manera espectacular en algunos casos el tiempo de rehabilitación de un paciente.

Otra de sus conquistas cardinales es la integración en sus predios de servicios que antes se ofrecían dispersos. Ahora el podólogo, el especialista en defectología, el logofoniatra y el experto en nutrición, por ejemplo, laboran unidos.

Las salas funcionan como instituciones de rehabilitación dentro de los policlínicos. En poco tiempo las tendrán también los hospitales rurales de Bartle, Salgacero y Majibacoa.

El doctor Aldo agrega que a partir de una idea del Comandante en Jefe, en las salas de televisión del sector rural han comenzado a prestar servicios pequeñas unidades de rehabilitación atendidas por auxiliares preparados y controlados por los rehabilitadores de los policlínicos. Su función es dar continuidad comunitaria a los tratamientos indicados por los médicos y los fisiatras.

Durante 2006 fueron atendidos en esos locales más de 35 000 pacientes que antes debían trasladarse por sus medios a la ciudad o abandonaban el tratamiento. Aunque los auxiliares van más allá, pues desarrollan también actividades de educación para la salud, orientan ejercicios físicos y aplican masajes, según corresponda. Muchos reciben cursos de nivelación para alcanzar el duodécimo grado y poder estudiar luego Tecnología en Salud.

LA DEL ALDEREGUÍA

Si hay una sala de rehabilitación que funciona como una máquina bien engrasada, es la del policlínico Gustavo Aldereguía, en la capital provincial. De su aceptación y eficiencia me dieron fe sus muchos beneficiarios, algunos de los cuales aseguran haber quedado como nuevos después de someterse a las alternativas que ponen allí a su disposición.

«Solamente llevo aquí cuatro días de tratamiento y ya comienzo a sentirme requetebién», asegura Ernestina Torres López, quien acudió para que le aplicaran electroterapia por sus padecimientos de artritis y artrosis.

Y ni qué decir de las relaciones con los técnicos. ¡Inmejorables! Todos son personas excelentes y muy preparadas. Me llego por el gimnasio y allí percibo también gran actividad. Sobre una mesa terapéutica, la especialista Bárbara Sicilia ejercita a mano limpia las articulaciones de un pequeño de solo 18 meses de nacido. Su trabajo con el infante transpira amor. Me ofrece detalles:

«Se llama Leandro Velázquez y al nacer sufrió una parálisis cerebral que le ocasionó retardo sicomotor. Desde los seis meses lo tenemos aquí y ha progresado mucho. Imagínese que cuando llegó al departamento carecía de movimiento en sus articulaciones y no tenía equilibrio ni siquiera para sentarse. Tampoco articulaba sonido alguno. Con los tratamientos ya puede sostenerse en pie y se le han fortalecido las piernas. Además, dice algunas palabras con bastante claridad», precisa.

En la sala del Aldereguía reciben atención especializada personas de las más diversas edades y patologías. Algunas llevan años con tratamiento, como una que sufre las secuelas del síndrome de Guillain-Barré. Llegó al policlínico en silla de ruedas, pero ahora camina. También constan casos de niños de dos meses de nacidos con parálisis cerebrales. ¡Hasta un anciano de 90 almanaques a cuestas acude a la institución con la esperanza de alargar su existencia!

«Nuestro servicio está integrado por 33 personas, entre ellos varios licenciados y técnicos. Hace unos años solo disponíamos de unas lamparitas para calor. Y mire ahora: masajes eléctricos, corriente combinada, ultrasonido, calor infrarrojo, láser... En enero pasaron por nuestras manos unos 1 200 pacientes que recibieron casi 6 000 tratamientos. Creo que todavía podremos hacer más. Y en eso estamos todos ahora», acota Elisa Silva, directora de la sala.

EPÍLOGO PARA LÉSTER

A punto de despedirme de mis anfitriones, un joven hace su entrada en la sala de rehabilitación del Aldereguía. Camina erguido, y se dirige directamente y con paso seguro hacia una de las dependencias de la institución.

«Ese que usted ve ahí llegó que no podía mover ni los dedos de sus pies. Y mire cómo lo dejaron los técnicos de aquí. ¡Entero! Se llama Léster y tuvo un accidente tremendo. Él dice que esta gente le salvó la vida», me comenta de sopetón alguien de las cercanías.

Y entonces me cuenta los trágicos avatares del muchacho aquel de la moto...

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