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La tecla del duende

Nuestra casa

Este jueves dedico la columna a una excelente amiga, narradora oral, con quien no coincido desde hace ya algunos años. Se llama Aymara Rojas Quiroga; fue en quien pensé cuando vi esta historia que hoy les comparto:  

Un ahijado que visitaba la casa de su padrino le dijo:

—Padrino, ¡no vendré más a su casa!

El padrino respondió:

—¿Pero por qué?

El ahijado contestó:

—Veo a varios hermanos hablando mal de los demás, hay otros que no prestan atención; algunos no realizan los cantos y los rezos correctamente, otros no dejan de mirar el celular… entre tantas otras cosas malas que veo hacer y no me gustan.

Le dice entonces el Padrino:

—Muy bien, pero antes quiero que me hagas un favor: Toma un vaso lleno de agua y desarrolla tres vueltas a la casa sin derramar una gota de agua en el suelo. Después de eso, puedes retirarte de mi casa y no volver jamás.

El ahijado pensó: ¡Muy fácil! Dio las tres vueltas como le pidió el padrino y, cuando terminó, dijo:

—Listo, padrino, era todo.

Y el padrino respondió:

—Sí, era todo, pero cuando estabas dándole vueltas a la casa, ¿viste a algún hermano hablar mal de otro?

—No.

—¿Viste a algún hermano quejarse porque los demás no sabían rezar o cantar bien?

—No.

—¿Viste a algún hermano mirando su celular?

—No.

—¿Sabes por qué? Porque estabas concentrado en el vaso para no botar el agua.

Lo mismo sucede en nuestra vida. Cuando nuestro enfoque esté dirigido a nuestros problemas y dificultades, jamás tendremos tiempo de ver los errores y los problemas de los demás. Enfócate en tus metas; descuídate de lo que los otros hacen y no te implica, que llegarás a donde quieras llegar.

 Graffiti

 Tecleros de Sancti Spíritus: Que nuestra próxima tertulia sea superior a la que esta vez planeamos y no pudo ser. El duende de chocolate.

 

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