La tecla del duende
Saudades es una voz del portugués que no ha encontrado exacta traducción al español. Decía Guillermo Cabrera Álvarez que añoranza o nostalgia son intentos, pero nada con la fuerza del citado vocablo en la lengua original. Sin embargo, en ocasiones siente uno más de una saudade.
Cuando un gran logro se aproxima a tu vida, pero no tienes con quien compartirlo adecuadamente, ¿qué se siente? Es la saudade multiplicada cuando amigos y familiares que están «fuera del área de cobertura» no se conectan ya con tu alegría, con la aspiración que fue anhelada en conjunto por ti y por muchos de ellos. Con los pesares que nos agobian, huelga comentar lo que sentimos si al tratar de desahogarte no hay un alma que te reciba en la misma dimensión.
Saudades por una familia que ya no existe, por una casa demolida, por el desconocimiento. Y es que como define el actor brasileño Miguel Falabella, «saudade es básicamente no saber». Y no saber duele. Quizá por la vivencia de una vez, se sueña con la próxima ocasión. Y no existirá.
No siempre se puede regresar. No siempre se pueden evitar las saudades. Pero sí se puede buscar un espacio nuevo dentro de uno mismo. Y reinventarse, créame, ahuyenta una y mil saudades. Solo hay que intentarlo, creerlo. Y compartirlo. No es una receta. Es una propuesta. Ya me contarán cómo les va.
Dunia Silva, locutora y amiga, me propuso esta reflexión tomada de las redes sociales. La comparto. Sugiero que observemos atentamente...
Primera ley del espejo: todo lo que molesta, irrita, enoja o quiera cambiar del otro, está dentro de mí.
Segunda ley del espejo: todo lo que me critica, combate o juzga del otro, si me molesta o hiere está reprimido en mí y me toca trabajarlo.
Tercera ley del espejo: todo lo que el otro me critica, juzga o quiere cambiar de mí, sin que a mí me afecte, le pertenece a él.
Cuarta ley del espejo: todo lo que me gusta del otro, lo que amo en él, también está dentro de mí: reconozco mis cualidades en otros.
Cielo: Eres lo que siempre soñé. No dejes que despierte sin ti. Yo
Chuly: Si te faltó la voz, puedo entender tus ojos en ausencia del sonido. Solo ven. El hombre del zoológico.
Víctor: Yo puse azul, tú pusiste amarillo, nos ha nacido una esperanza verde. Saray.