Los que soñamos por la oreja
Hace escasas semanas, a propósito de mi comentario titulado Revolución de The Dead Daisies: Hard rock testosterónico, uno de esos lectores que me honra al dejar sus opiniones en el sitio web de Juventud Rebelde en el que aparece mi columna, de nombre Omar Fernández, con suma sagacidad indagaba acerca del disco en cuestión: «¿Y dónde testosterónicamente lo encuentro, mi querido Borges-Triana?».
Muy buena pregunta la de Omar, porque es cierto que gran parte de los materiales acerca de los que escribo en Los que soñamos por la oreja, no se distribuyen de manera oficial en Cuba. En unos casos son fonogramas extranjeros que aquí no se comercializan y en otros, pertenecen al creciente número de producciones independientes cubanas, realizadas fuera de las estructuras institucionales.
Pese a que a lo largo de estos 28 años de mi columna lo he expresado en más de una ocasión, no viene mal reiterar que uno de mis objetivos con el espacio es proponer materiales que voy descubriendo por una u otra vía, y que pienso pueden ser de interés para los melómanos nacionales. En la actualidad, si se compara con lo que ocurría allá por la segunda mitad de los 80 cuando me inicié en estas lides en Juventud Rebelde, es infinitamente mucho más fácil acceder a la clase de trabajos musicales de los que aquí hablo. En respuesta a la interrogante de Omar Fernández, otro buen lector, Alejandro (el editor del fanzine Metal por tus Venas) brindó su correo electrónico para que contactasen con él todos aquellos interesados en copiar el disco de la banda The Dead Daisies comentado por mí.
A tono con lo antes expuesto, hoy comparto con los soñadores por la oreja como yo, un fonograma salido al mercado en el presente 2016 y que, gracias al auge en Cuba de las llamadas TIC, ya circula entre quienes por acá somos devotos de la guitarra eléctrica y de sus buenos ejecutantes, así que es de suponer que, con un poquito de gestión, los interesados en esta clase de propuestas podrán acceder a ella de algún modo.
Si bien Carl Verheyen no es un guitarrista muy conocido en Cuba, él es alguien que goza de enorme prestigio a escala internacional, en buena medida por sus muchos trabajos como sesionero y por las colaboraciones realizadas por él con figuras como Richard Elliott y Joe Jackson. De algún modo, su quehacer como instrumentista ha llegado a nuestro país, dada su larga estancia como integrante de Supertramp, una banda harto popular por acá en otros tiempos.
Hace pocas semanas, Carl Verheyen presentó el álbum titulado The Grand Design, editado por la compañía Cranktone. Esta no es su ópera prima como solista, pues desde 1988 ha puesto en circulación varias producciones al frente de una propia banda. La primera fue el disco titulado No Borders, que en su momento me encantó por participar en él como invitado especial Allan Holdsworth y en general, por la mezcla de jazz fusión, rock y country que predominaba en la grabación. La apuesta por abarcar diferentes géneros y estilos, desde entonces ha acompañado a este instrumentista.
Contentivo de diez cortes, si algo resulta distintivo en The Grand Design es el buen gusto y la elegancia con la que Carl Verheyen asume su desempeño guitarrístico. Los que gustan de oir a esos ejecutantes del instrumento de las seis cuerdas que ponen cualquier cantidad de notas por segundo, aquí no tienen nada que escuchar, la propuesta no es para ellos.
Aunque la promoción de la compañía Cranktone lo cataloga como un álbum de blues rock, esa es una simple etiqueta para vender, pues el trabajo abarca otros horizontes, incluido aires de funk, como es en el caso de Closing Time Blues, country y folk en la preciosa pieza Beyond My Reach o elementos del llamado AOR en Live My Days (el solo guitarrístico del corte está entre lo mejor de la grabación). En especial recomiendo un par de temas, The Times They are a-Changin’, así como Intangibles Collide, donde Carl Verheyen deja claro que como guitarrista él no es segundo de nadie.
Se trata de un fonograma que una vez más evidencia que la reina de la música es la melodía. Les recomiendo a los amantes de la guitarra eléctrica y en particular a sus ejecutantes salir a buscar (si es que no lo tienen ya) este nuevo disco de Carl Verheyen. ¡No se van a arrepentir!