Los que soñamos por la oreja
Conocí el quehacer de William Vivanco hace ya muchos años, allá por el decenio de los 90 de la pasada centuria, cuando él formaba parte de un dúo nombrado Wiler, experiencia en la que le acompañaba el también trovador santiaguero Ernesto Rodríguez, excelente instrumentista luego integrante de Postrova y del que en los últimos tiempos no he vuelto a tener noticias, en cuanto a su obra musical. La historia de William que siguió después, resulta ampliamente divulgada y la misma puede resumirse en sus dos primeras producciones fonográficas: los álbumes Lo tengo to pensao (Bis Music) y La isla milagrosa (EGREM).
Vivanco es uno de esos raros casos (otros serían Donato Poveda, Adrián Morales, Julio Fowler, Amaury Gutiérrez, David Torrens, Alejandro Gutiérrez y Roly Berrío) entre los cantautores cubanos que es dueño de un amplísimo registro y que puede concederse el lujo de rajar la voz cuando lo desea, emplear melismas o apelar sin la más mínima dificultad a la utilización de un muy eficaz falsete o segundo modo de fonación y, así, cantar a la usanza de los buenos intérpretes de blues y rock. Se comprenderá pues que él es alguien de enormes posibilidades vocales, que siempre ha manejado a su antojo.
Su más reciente incursión en el universo discográfico es el CD titulado El mundo está cambiao, que en el caso cubano ve la luz a través de Bis Music, con lo que el creador retorna a la casa disquera de Artex. Concebido de inicio para el mercado internacional, particularmente el francés, el trabajo se inscribe dentro de lo que se conoce como world music, corriente sonora muy bien recibida en territorios europeos como el país galo.
En tal sentido, definitorio en el resultado final del disco lo fue la intervención del experimentado productor Robert Aaron, que mucho tuvo que ver en la impronta de la grabación e incluso, en la composición de varios de los temas incluidos en el álbum, escritos en coautoría entre él y William.
Los aires de la world music se perciben desde el tema que sirve de apertura al fonograma, la canción titulada Olokum, un corte en compás de seis por ocho, con fuerte sabor afro y que sirve de homenaje a esa Yemayá que (según los devotos de los cultos de la religión afrocubana) reside en las profundidades del mar.
Otras incursiones en la muy popular corriente de la world music que aparecen registradas en El mundo está cambiao, las encontramos en La cuica, ¡Qué guapanga! (con marcados ecos de la música folclórica venezolana), Anaconda, Del Oriente (poseedora de una encantadora línea melódica y donde se comprueban las enormes posibilidades de Vivanco en su condición de intérprete) y Palo haitiano (un tributo a la cultura del hermano país caribeño).
No faltan en este tercer álbum de William Vivanco esas piezas de hermoso lirismo, tanto en lo musical como en lo letrístico, que han tipificado su repertorio desde que iniciara el bregar como un genuino representante de la canción cubana contemporánea. Son ejemplos de lo anterior los temas El naranjo, Alondra y Por donde andes.
Un momento que merece particular destaque en esta producción discográfica de William es su bonus track, la pieza Cajón de muerto, original del trovador santiaguero Ángel Almenares y que aquí es versionada por Vivanco junto a Eliades Ochoa, en un armonioso trabajo a dos voces en el estilo de canto de la trova tradicional, y donde William y Eliades se alternan pasajes entre la voz prima y la voz segunda, en una clase magistral de este tipo de montaje.
Es oportuno mencionar también los músicos de respaldo en la grabación. Junto al ya aludido Robert Aaron, quien se encarga de tocar guitarra, bajo, flauta, saxo barítono y tenor en el CD, figuran el percusionista Pancho Terry, el trompetista Tommy García y el multiinstrumentista Jesús Cruz, responsable de la armónica y del tres en el disco. Esta propuesta fonográfica, que debió haber corrido con una mejor mezcla, tiene el indiscutible valor de ofrecernos una representación global de los intereses autorales de William Vivanco en su condición de cantautor, dado que en el mismo aparecen viejos temas suyos de la década de los 90 y otros compuestos en años recientes.