Los que soñamos por la oreja
Para los amantes de la Canción Cubana Contemporánea, por los días que corren es una fortuna disfrutar de algunas presentaciones de Luis Alberto Barbería en nuestros escenarios. A este integrante de Habana Abierta, muy influenciado por la música negra y caracterizado por un registro grave al cantar, siempre se le recuerda por composiciones suyas como Conga, Rocotocompás, Échate esto, Guaguancó para Daniela y Como soy cubano, o por los dúos que conformase con Magileé Álvarez y el denominado Claro-Oscuro, armado con Andy Villalón, antiguo colega suyo de los tiempos de la peña de 13 y 8.
La presencia de Barbería por acá me ha motivado a audicionar viejas grabaciones que hace tiempo no escuchaba, como es el disco Habana oculta, CD que a 15 años de haber sido realizado, todavía sorprende por la vigencia y actualidad de su discurso musical. Grabado durante el mes de agosto de 1995 en unos improvisados estudios denominados El Cuero, Habana oculta recoge 16 cortes que testimonian ocho disímiles maneras de asumir eso que en la actualidad se reconoce como Canción Cubana Contemporánea, pero que al propio tiempo resultan complementarias y marcadas por una misma intención, es decir, abrirse —siempre desde nuestras raíces— a otros modos de expresar el arte sonoro de nuestro tiempo.
A tenor con dicho principio, nos hallamos ante un puñado de canciones cuyo signo predominante va a ser el de la asimilación de diversas influencias, aunque también vale reconocer que el rock actúa como columna vertebral en la mayoría de los cortes del álbum, con claras reminiscencias del rock argentino y del grunge de Seattle (de uno u otro modo, la huella de Charly García y de Nirvana se hace visible a lo largo de toda la grabación).
En ningún caso, lo afirmado con anterioridad significa que Habana oculta tenga que verse como un disco de rock, porque el espectro musical de los creadores compilados en la producción resulta muy amplio. Así, podemos encontrar un estilo de canción en la que el folk y el son conviven en perfecta unión, como sucede en el quehacer de Pepe del Valle; una propuesta que encaja a la perfección en los parámetros de hibridación musical, como ocurre con el dúo Superávit; el legado de la música brasileña en las piezas de Andy Villalón; el encanto de las melodías de una figura como Carlos Santos; el eclecticismo de Luis Alberto Barbería, en el que los aires afrocubanos adquieren una dimensión mucho más universal; el rock de inspiración latina y aproximación «callejera» traslúcido en los temas de Boris Larramendi y el grupo Debajo; el grunge ligado a la clave cubana que proyecta Kelvis Ochoa con su grupo de aquellos lejanos días, la banda Cuatro Gatos, o el lenguaje puro del rock que se da en la obra de José Luis Medina.
En este CD, igualmente se destaca la intervención de un numeroso grupo de músicos, todos de primera línea y que hacen lo suyo para el destaque del material. Entre ellos, cabría mencionar a gente como los guitarristas Jorge Luis Valdés (Chicoy) y Norberto Rodríguez, los tecladistas José Ramón Mestre y Ossiel Fleitas (encargados además de varios arreglos en el fonograma), el violinista Pedro Pablo Pedroso y los bateristas Jimmy Branly, Fernando Fabier y Dafnis Prieto, así como las voces de Gema Corredera y Pavel Urquiza en los coros, responsables además de la producción del álbum. Con una nómina tan excelente de instrumentistas es una pena que la mezcla no haya tenido un mejor resultado. Por dicha razón, en varios cortes de la grabación, se añora una mayor presencia en el volumen de la guitarra de Norberto Rodríguez.
Empero, al margen de sus deficiencias, lo importante es que la salida al mercado de Habana oculta marcó la irrupción en el ambiente sonoro local de un grupo de creadores que, herederos de lo que un día fue la Nueva Trova, en materia musical representan el espíritu apropiativo de que siempre ha hecho gala el arte nacional. A 15 años de haber sido grabado y editado, volver a escuchar el disco en el presente le hace a uno afirmar que el árbol de la cubanía crece desde sus raíces, pero para nada permanece estático y que, como dice José Luis Medina en una de las más logradas piezas del álbum, «¡está este ritmo sabroso!».