Los que soñamos por la oreja
Quienes son asiduos lectores de mis escritos, saben que en más de una ocasión me he pronunciado en defensa de la tan imprescindible diversidad en la escena cubana de rock y metal, que en mi opinión ha estado muy viciada en años recientes. Por fortuna, empiezo a notar señales que apuntan a la pluralidad de estilos por la que varias personas hemos abogado. Ello se percibe tanto en la programación de conciertos, la actitud más tolerante de cierta parte del público asistente a las funciones, como en la variedad estilística de grabaciones recientes.
Entre esos materiales que circulan gracias al auge de las producciones independientes en nuestro contexto, uno de los que con mayor fuerza ha captado mi atención en los últimos tiempos es el álbum debut acreditado a la banda habanera denominada Sed, y que lleva por título Sed de tantas cosas. Contentivo de 11 temas, el CD sorprende por la madurez de la propuesta, concebida dentro de los parámetros del metal clásico o heavy metal.
Si bien Sed resulta una formación novel en la escena cubana, varios de sus integrantes son instrumentistas con experiencias en otras agrupaciones. Así, el líder del grupo, el guitarrista y tecladista Carlos Armando González, fue integrante de Radical OH, Altair y Folklórica, banda esta con un trabajo harto interesante y que nunca comprendí por qué no gozó de mejor suerte.
Por su parte, el batería Carlos Enrique Cepero también procede de las filas de Folklórica y Radical OH, mientras que el bajista Lázaro Rabelo Hernández figuró en tres importantes ensambles del metal extremo en nuestro país: Aliance, Teufel y The Chaos Nether Silence. Completan la nómina Juan Adrián Díaz, a cargo de guitarra y teclado, y el hombre frontal del proyecto, el vocalista Luis Martínez.
La ópera prima de la banda, el fonograma Sed de tantas cosas, es heredera de lo que se conoció como New Wave of British Heavy Metal. En correspondencia con ello, sentimos aquí las vivificantes influencias de gentes como Iron Maiden y Judas Priest. Pero lo interesante de Sed es que no se quedan aferrados a una línea y por eso también se nutren del metal hispano ochentón, de modo que en su repertorio se aprecian aires a lo Rata Blanca, Barón Rojo, Ángeles del Infierno y Mago de Oz, e incluso, asimilan en ciertos pasajes la energía del power metal contemporáneo, con lo que nadie les puede acusar de tener una sonoridad pasada de moda.
Lo primero que me sorprendió al escuchar el álbum fue el desempeño del vocalista. Se sabe que el área de los cantantes no está entre lo más sobresaliente en el rock y el metal hecho por cubanos. Por eso, cuando nos topamos con alguien capaz de moverse en un amplio registro, abarcando notas agudas, con fuerza y entonación al cantar, ello es todo un hallazgo, como acontece en el caso de Luis Martínez, quien en la grabación se revela como un vocalista de muchas posibilidades en los terrenos del heavy metal.
A través de los 11 cortes del disco, hay una interesante alternancia entre piezas reposadas y otras donde el tiempo acelerado es el que señorea. De los temas aquí recogidos, entre mis favoritos aparecen Marineros de la libertad, según mi parecer, una arista composicional y de arreglo que la banda debe continuar trabajando pues en ella alcanzan un sello propio; Esclavos de la televisión, con mucha garra y potencia en los riffs guitarreros; Espérame (Acto I) y Espérame (Acto II), hermosa combinación entre una parte instrumental y otra cantada, con pasajes de las guitarras muy en la cuerda del metal clásico europeo, en particular el alemán.
Otro aspecto destacable en la ópera prima de Sed es la relación que ellos establecen con su entorno a través de los textos de las composiciones del grupo, que participan de la perspectiva dialógica que ha signado buena parte del arte cubano facturado por las nuevas generaciones de creadores en nuestro país. El integrarse al debate social, que en los rockeros y metaleros cubanos ha tenido a los cultores del punk a la vanguardia, es asumido en Sed de tantas cosas de forma directa, pero con elegancia, lo cual también contribuye a que este sea un formidable debut fonográfico.