Lecturas
¿SABÍA usted que Simón Bolívar escribió a lo largo de su vida 3 275 cartas, dos Constituciones, cientos de leyes y decretos, brindis, artículos periodísticos, proclamas y manifiestos? ¿Sabe que era un genio de la publicidad, y que antes de entrar en toda gran ciudad ordenaba que pegaran lienzos con su imagen en las esquinas más céntricas para que después todos lo reconocieran con facilidad? ¿Conoce acaso que a lo largo de su existencia el Libertador recorrió en barco, a caballo y a pie unos 90 000 kilómetros —más que Alejandro Magno, Aníbal, Julio César y Napoleón juntos— con lo que hubiera podido darle más de dos vueltas completas a la Tierra? ¿Conoce que de manera documental pueden contársele 17 amores y que ninguno de ellos fue determinante en el derrotero de este hombre marcado por la soledad y al que no se le conoció hijo alguno?
Esos detalles y otros de mayor peso están en un librito de apenas 60 páginas publicado en 1989 por la Casa de las Américas y que debiera reeditarse. Se titula Simón Bolívar, y su autor es el cubano Francisco Pividal Padrón. Por la cantidad de temas que esboza y a veces agota en tan breve espacio, leerlo es como tener a Bolívar en la mano.
Recoge la comparecencia de Pividal ante los micrófonos de Radio Caracol, de Bogotá. Durante tres horas consecutivas el prestigioso historiador respondió en vivo a lo que el público colombiano tuvo a bien preguntarle sobre El Libertador. Se calcula que cinco millones de personas escucharon sus palabras.
El doctor Pividal Padrón nació en Calimete, provincia de Matanzas, en 1916. Falleció en La Habana, en 1997. Fue coordinador del Movimiento 26 de Julio en Venezuela y embajador de Cuba en ese país. Las últimas cuatro décadas de su vida las dedicó casi por entero al estudio de la figura y el pensamiento del Libertador, y en 1977 mereció el Premio Casa de las Américas por su libro Bolívar: pensamiento precursor del antimperialismo.
Se definía como un latinoamericanista práctico y no hubo sitio relacionado con la trayectoria de Bolívar que le quedara sin conocer: 16 veces recorrió el escenario de la batalla de Carabobo durante su larga estancia en Venezuela y residió o visitó en reiteradas ocasiones los países que integraron la Gran Colombia: Nueva Granada, Venezuela, Panamá y Ecuador.
Fue, en 1974, el presidente-fundador de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe. Autor, además, entre otros libros, de Bolívar, precursor del antimperialismo y Bolívar; primeros pasos hacia la universalidad, ambos de 1982. También publicó numerosos artículos periodísticos.
Doctor en Ciencias Históricas, mereció la condición de Profesor Emérito de la Universidad de La Habana, ocasión en la que Eusebio Leal tuvo a su cargo las palabras de elogio.
Era un maestro sabio y también bonachón. Un día, muerto de risa, me dijo: «En Venezuela, yo era el Doctor Francisco Pividal, y llegado el momento, el Excelentísimo Señor Embajador Francisco Pividal… Regresé a Cuba y me quedé en Pividal a secas. Ahora me dicen "El Pivi" y, a ese paso, no demoraré en convertirme en Piv».
Su conocimiento sobre Bolívar fue tal que Gabriel García Márquez recurrió a él cuando se preparaba para escribir El general en su laberinto. Así lo confiesa, explícitamente, en las páginas finales del volumen. Dice: «Con Francisco Pividal sostuve en La Habana las lentas conversaciones preliminares que me permitieron formarme una idea clara del libro que debía escribir».
De Bolívar se han escrito unas 70 biografías. No palidece ante ellas el Simón Bolívar de Pividal, título de consulta obligada bajo su engañosa modestia. En sus páginas se abordan temas como los de las relaciones entre el Libertador y Santander, el Congreso de Panamá, el supuesto panamericanismo de Bolívar y su posición frente a los Estados Unidos, su posición ante la Iglesia…
Emerge también de sus páginas un Bolívar íntimo. El hombre que pierde a su padre a los tres años de edad y a su madre, a los nueve. Una de sus hermanas nace y muere el mismo día. Su único hermano desaparece en plena juventud durante un naufragio sospechoso. Su esposa Teresa fallece apenas ocho meses después de la boda. Bolívar jura entonces no volver a contraer matrimonio y cumple la promesa, aunque no tarda en mitigar su pena en los brazos de una condesita francesa casada con un adusto y famoso general de los ejércitos napoleónicos…
Muchos se empeñan en ver solo el genio militar de Bolívar. Pividal, sin desdeñar esa faceta, consideraba que sus aristas como estadista, intelectual, diplomático, periodista, orador, ecologista… fueron superiores a su capacidad militar. Y precisaba que, por las proyecciones de su pensamiento
político y social, Bolívar seguía al lado nuestro. Advirtió una continuidad en el pensamiento revolucionario latinoamericano que arrancaba en Bolívar y llegaba a Fidel.
Dijo Pividal al escribidor:
—Lo primero que me llamó la atención fue la admiración que Martí sintió por Bolívar, a quien menciona 138 veces a lo largo de artículos y discursos, y siempre para elogiarlo. Eso sucedió en una época en que a mí comenzaba a inquietarme la lucha liberadora que se llevaba a cabo en la Sierra Maestra. A medida que conocía y me adentraba en el pensamiento de Fidel, me convencía cada vez más de su inspiración martiana. Si Martí se refería a Bolívar y Fidel, a su vez, a Martí, era porque entre ellos existían afinidades políticas e ideológicas y se imponía entonces una conclusión obvia: podía hablarse de una continuidad histórica en el pensamiento revolucionario latinoamericano. No tardé en convencerme de que Fidel es la síntesis de la acción bolivariana y el pensamiento martiano, y de que la Revolución de 1959 triunfó en Cuba con la espada de Bolívar y el pensamiento de Martí.
Un proyecto de Pividal que, hasta donde sabe el escribidor, quedó inconcluso, fue su biografía de José Rafael de las Heras, un cubano que alcanzó el grado de coronel en los ejércitos de Bolívar, aquella tropa que conformaron llaneros venezolanos y colombianos, guasos chilenos, montañeses ecuatorianos, gauchos argentinos… Durante muchos años Pividal rastreó, en libros y documentos inimaginables, las huellas de ese combatiente.
Pensó, sin embargo, que no alcanzaría nunca uno de sus más caros anhelos: el retrato de Heras. Un día, de manera inesperada, lo encontró al fin en un museo de Maracaibo. Llevaba 18 años buscándolo. Bolívar dijo a Heras que ayudaría a Cuba a conseguir su independencia.
En realidad, se sabe poco de los vínculos del Libertador con nuestro país. Su primera nodriza, Inés Mancebo, era santiaguera. Cuando salió hacia España, escribió en Veracruz una carta en la que menciona a La Habana. Más tarde pasa por esta ciudad. La primera conspiración antiespañola que se organiza aquí lleva el nombre de Soles y Rayos de Bolívar, denominación tomada de una frase en la que el prócer afirma que es un sol que echa rayos por todas partes, y esa conspiración es dirigida por oficiales bolivarianos.
Durante el Congreso de Panamá, al que Cuba no asiste por no ser nación independiente, Bolívar imparte instrucciones secretas a la delegación peruana para que exponga el tema de la independencia de Cuba y Puerto Rico, y a fin de que en la Isla se tuviera información de primera mano sobre los debates que se originan en dicho cónclave, nombra a los cubanos José Agustín Arango y Fructuoso del Castillo como secretarios de las delegaciones de Perú y Venezuela, respectivamente.
Decía Francisco Pividal:
«Bolívar nunca se desentendió de la cuestión de la independencia de Cuba y Puerto Rico. Después de la batalla de Ayacucho, el momento pareció propicio, pero el Libertador carecía de marina y nunca concretó el apoyo que solicitó a México y a Colombia para la realización de esa empresa.
«Por otra parte, tenía informantes en la Isla, y en 1824, cuando España fue derrotada en Ayacucho, no existía un extendido sentimiento independentista en Cuba. Sabía, por tanto, que no habría apoyo suficiente y que encontraría la oposición manifiesta del gobierno norteamericano».
Concluía Pividal: «A pesar de eso, Bolívar dijo a Iznaga, un cubano de la época, que, de producirse un alzamiento en Cuba, él buscaría los medios para apoyarlo, aunque Estados Unidos se opusiera».