Lecturas
El senador James Buchanan que andando el tiempo (1857) resultaría electo presidente de los Estados Unidos, escribía a su amiga Cornelia Roosevelt, con motivo de la ausencia de su amigo, el también senador y más tarde vicepresidente de la nación, William Rufus King, lo siguiente: «Ahora estoy solo y solitario porque no tengo compañía en la casa conmigo. He cortejado a varios caballeros pero no he tenido éxito con ninguno de ellos. Siento que no es bueno para un hombre el estar solo, y no me sentiría asombrado de encontrarme un día casado con una solterona que me cuide cuando estoy enfermo, me provea buenas comidas cuando estoy bien y que no espere de mí ningún afecto ardiente y romántico».
Muchas páginas consumieron los historiadores norteamericanos en el análisis de la relación entre esos dos ambiciosos políticos que en 1844 decidieron postularse como presidente y vice del país, lo que les impidió el Partido Demócrata, al que ambos pertenecían. Aunque algunos conocedores plantean que no había nada raro en la época en que dos hombres compartieran la misma cama, que los términos afectivos que podían utilizar en la correspondencia cursada entre ellos no significaba ningún tipo de apego romántico, y catalogan a Buchanan y a Rufus como «asexuales y solterones», la amistad entre ambos despertó la curiosidad de sus compañeros en el Congreso, que terminaron aludiendo a ellos como la «señorita Nancy» y la «tía Nancy», eufemismos empleados entonces para sugerir que un hombre era afeminado. A Buchanan y a Rufus, que llegaron a conocer de esos comentarios, nunca les importó mucho pues prosiguieron su vida en común y su trabajo como legisladores. Desde 1834 hasta que Rufus fue nombrado embajador en Francia —separación que motivó la citada carta de Buchanan a Cornelia—, compartieron en Washington el mismo techo y juntos asistían a las sesiones del Capitolio y a los actos sociales. Un legislador decía que Rufus era la «media naranja» de Buchanan, y otro se refería a ellos como los «hermanos siameses», pues siempre andaban juntos. Rufus diría que esa amistad era una «comunión».
Buchanan tuvo una novia con la que rompió antes de llegar al matrimonio, interesado como estaba sobre todo, se dice, en la dote de la muchacha. A Rufus no se le conoció ninguna relación con mujeres. A la muerte de ambos —Rufus falleció en 1853, y Buchanan, en 1868— las familias respectivas destruyeron la correspondencia entre ellos. Las cartas que quedaron, sin embargo, dan mucha tela por donde cortar.
No es interés del escribidor, y lo expresa a toda intimidad, como solía decir un abogado notable antes de 1959 mientras se apoyaba con ambas manos en su bastón, abundar en la orientación sexual de William Rufus King. Quiere, sí, destacar un hecho inédito y hasta ahora no repetido en la historia de Estados Unidos. Rufus, décimo tercer vicepresidente de ese país —con Franklin Pierce como primer mandatario—, juró su alto cargo en la casa de vivienda del ingenio azucarero Adriadna, en Limonar, provincia de Matanzas. Se acercaba la fecha del juramento, y amigos y colaboradores se convencieron de que el sujeto, que intentaba recuperarse en Cuba, no llegaría a Washington. Estaba tan mal de salud que, para que pudiera mantenerse en pie durante la ceremonia, hubo que sostenerlo por ambos brazos. Pasó varios días más en la zona y llegó a su casa el 17 de abril de 1853. Murió al día siguiente, en su hacienda del condado de Dallas, en Alabama. Se mantuvo en el cargo apenas un mes. No pudo desempeñar ninguna de las funciones inherentes a su alta investidura.
Fue el historiador matancero Raúl Ruiz, ya fallecido, quien sacó a relucir años atrás esta historia olvidada, páginas que compiló en un libro ya casi inencontrable, Aguas de la ciudad. A fines de la década de 1940 o a comienzos de la de 1950, la Alabama Historial Society quiso perpetuar el hecho con la colocación de una tarja en una de las columnas cercanas a la entrada del Palacio Municipal matancero; tarja de la que desconoce el escribidor.
Aunque sus compañeros de hemiciclo se burlaban de un hombre melindroso y cursi, que solía cubrirse con pelucas empolvadas que en su tiempo estaban ya fuera de moda, Rufus fue, se dice, un legislador capaz y un orador impresionante. A su muerte, Buchanan lo ubicó «entre los mejores, más puros y más consistentes hombres públicos que he conocido», pero la recomendación venía desde muy cerca.
De cualquier manera su carrera política fue meteórica. Descendiente de irlandeses y de hugonotes franceses, William Rufus King nació en el condado de Sampson, Carolina del Norte, el 7 de abril de 1786. Era la suya una familia extensa, acaudalada y con muy buenas conexiones. Hizo estudios universitarios y en 1806 fue electo diputado a la legislatura de su estado natal. Desempeñó en tres ocasiones un acta de Representante a la Cámara en Washington y participó como delegado en la convención organizada por el Gobierno del estado de Alabama. En 1819, al reconocerse ese territorio como el vigésimo segundo estado de la Unión, fue electo al Senado, cámara donde llegó a presidir la comisión de Relaciones Exteriores.
A la muerte del presidente Zachary Taylor, el vice Millar Fillmore ocupó la primera magistratura, con lo que la vicepresidencia quedó vacante. William Rufus King, ya presidente del Senado, se colocó, como estipulaba entonces la Constitución, en la primera línea de la sucesión presidencial.
Sus contemporáneos lo consideraron moderado en temas como esclavitud, separación entre el norte y el sur, expansión hacia el Oeste y la esclavitud. Como él y su familia eran propietarios de grandes plantaciones de algodón y de unos 500 esclavos, se dice que era un defensor de la esclavitud.
Su mayor éxito fue su elección en 1852, por el Partido Demócrata, a la vicepresidencia de Estados Unidos.
A esas alturas era ya un hombre muy enfermo. Minado por la tuberculosis, los médicos le recomendaron que viajara a Cuba en busca del posible restablecimiento de la salud. Hizo el viaje inmediatamente después de su elección.
Se alojó, al comienzo de su estancia en la Isla, en la residencia de William Scott Jencks Updike, propietario de un ingenio azucarero y su amigo personal. Una magnífica mansión de dos plantas ubicada en la Cumbre, actual reparto Versalles, junto a la bahía matancera. Era una zona recomendada por los médicos y allí Rufus permaneció, dice el investigador Raúl Ruiz, por espacio de dos semanas hasta que los molestos nortes, con lluvia y frío, recomendaron su traslado a otro sitio.
Con los dos sobrinos que lo acompañaban y colaboradores se trasladó entonces al ingenio Adriadna, en la zona de Limonar, bien alejado de la costa y con un clima excelente, propiedad de Juan Chartrand-Dubois, padre de Esteban y Felipe, los excelentes paisajistas. Era la misma fábrica de azúcar donde, en 1851, se había instalado la sueca Fredrika Bremer, ocasión que aprovechó para escribir buena parte de su libro Cartas desde Cuba, que ella misma ilustró.
Rufus, en el ingenio Adriadna, ve el mismo paisaje que antes apreció la sueca y que el escribidor revive gracias a ella. Una gran ceiba en pleno vigor y magnificencia. Las guardarrayas bordeadas, unas de palmas y otras, de mangos. Los frutales. El baile de los negros los domingos, cuando se les permite un alto en el duro trabajo. El barracón de los esclavos, una especie de muralla baja, construida en torno a los cuatro lados de un gran patio, con un portón por un lado, que se cierra por la noche. Dentro de esa muralla están las viviendas de los esclavos —una habitación para cada familia, y en el centro del patio, la cocina y el lavadero. Felipe anda por los 25 años, y Esteban, que llegaría a ser el más famoso de los dos, por los 20. La señora de la casa, la esposa de Chartrand-Dubois, tiene dotes musicales y una voz que es verdaderamente un placer escuchar. Da muestras de un carácter tan tranquilo y suave, como activo y vivaz es el del marido, un francés oriundo de Santo Domingo que hizo su fortuna gracias a la suerte, y es vivo, charlatán y cortés, y posee gran agudeza y sagacidad.
No se ponen de acuerdo los investigadores al fijar el lugar exacto donde William Rufus King juró como vicepresidente de los Estados Unidos.
Algunos insisten en que la ceremonia se efectuó en la Cumbre, la residencia de William Updike, hacendado e intérprete de la Marina española. Otros, en un barco de guerra que Washington envió a Matanzas para la ocasión. La versión oficial asegura que ese juramento se llevó a cabo en La Habana. Es poco probable porque a esas alturas Rufus se encontraba muy enfermo y en ese estado no se trasladaría a la capital de la Isla. Por otra parte, el Fulton, un buque de la Marina de Guerra norteamericana, que lo llevó a Matanzas, fue el mismo que lo regresó a Estados Unidos, y esa embarcación, con su ilustre pasajero a bordo, zarpó de la bahía de la Atenas de Cuba.
Queda entonces la hipótesis sostenida por Raúl Ruiz, de que la ceremonia del juramento tuvo lugar en el predio de los Chartrand.
Se acercaba la fecha de la toma de posesión, y Rufus comprendió que le resultaría imposible hacer el viaje. Sus correligionarios y amigos inician entonces las gestiones para lograr la autorización, a fin de que el juramento se efectuara en Cuba.
La petición contó con la aprobación del Congreso. En virtud de la decisión, William Sharley, cónsul de Estados Unidos en La Habana, se personaría en Matanzas y tomaría juramento a Rufus en el ingenio Adriadna. Llegado el momento, hubo que sostenerlo por los brazos para cumplir con las formalidades.
Concluida la ceremonia, Rufus King conversó con los asistentes y se retiró a una habitación. Doce días después partía de regreso a Estados Unidos. En el puerto de Mobile una multitud aguardaba al viajero que, tras una breve estancia en el lugar, remontó el río Alabama hasta su hacienda, en Dallas, donde murió.
La legislatura territorial de Oregón creó el condado King en su nombre. Muchos años después, las autoridades de esa localidad enmendaron la designación y su logo para honrar la memoria de Martin Luther King, el héroe afroamericano que luchó contra la discriminación racial.