Lecturas
Un naturalista dejó a un lado la árida y a veces críptica terminología de su disciplina y la describió como una mujer bella, cautivadora y salvaje. Así es precisamente la Ciénaga de Zapata, el mayor humedal del Caribe insular y tal vez la región verde mejor conservada de Cuba. Un paisaje extenso, virgen, privilegiado con una flora y una fauna únicas.
El panorama impacta y sobrecoge en su simbiosis de tierra y agua. La Península de Zapata es una llanura de unos 5 000 kilómetros cuadrados con bosques y ciénaga, lagunas y canales de aguas claras y pantanos enigmáticos. La Laguna del Tesoro, un espejo superficial de 900 hectáreas, es el acuatorio más importante de la región y el mayor estanque natural de agua dulce del país. Los cenotes, con sus extrañas formas geológicas y curiosos peces ciegos, ponen una nota distintiva en el paraje: son depresiones de las rocas desnudas, con paredes escarpadas, que se encuentran inundadas permanentemente y que se comunican con el mar por vía subterránea. La plataforma marina adyacente se destaca por la diversidad de ecosistemas y su riqueza animal, y en las aguas interiores de sus cayos mora una fauna variadísima. La barrera coralina, frente a la Bahía de Cochinos, resulta del mayor interés para los buzos.
En este territorio, a unos 160 kilómetros al sudeste de La Habana, es posible encontrar 900 especies de plantas autóctonas, 115 de las cuales son endémicas cubanas, y cinco estrictamente locales. Su fauna reporta en vida silvestre 12 especies de mamíferos, 160 de aves, 31 de reptiles, cinco de anfibios y gran cantidad de insectos y otros invertebrados.
Zapata es refugio del cocodrilo cubano. Aquí se localiza también, en aguas dulces, el manjuarí, un pez prehistórico que en su evolución no llegó a convertirse en reptil y que mantiene rasgos que lo caracterizan de manera exclusiva. En las aguas saladas aledañas habita el manatí, el único mamífero herbívoro acuático del planeta que, como el manjuarí, se halla en vías de extinción.
Casi la mitad de las especies aladas que se conocen en Cuba viven de manera permanente o temporal en la Ciénaga de Zapata. Algunas son endémicas, como el zunzuncito, el ave más pequeña del mundo, verde y azul como una verdadera piedra preciosa. Pero otras son estrictamente locales: la ferminia, el cabrerito y la gallinuela de Santo Tomás. Las tres fueron reportadas por primera vez en 1926. De estas, la gallinuela es la más misteriosa: desde la fecha apuntada, solo volvió a dejarse ver en 1995, cuando un grupo cubano-español de ornitólogos localizó cinco ejemplares. Su vida se mantiene oculta, al amparo del denso herbazal, por lo que aún se desconoce cómo se reproduce y alimenta.
En el invierno llegan a la Ciénaga decenas de especies de aves migratorias, sobre todo de América del Norte. Tradicionalmente han preferido a Zapata para sus vacaciones.
Cuando se la localiza en el mapa, esta Península remeda justamente un zapato. Son unos 175 kilómetros que corren al sur de la provincia de Matanzas para conformar el municipio de mayor extensión territorial del país y también el de menos densidad de población.
No fue su forma, sin embargo, la que le dio nombre, sino un sujeto de apellido Zapata a quien un monarca español se la adjudicó en propiedad en 1635. Los aborígenes que habitaron la zona fueron exterminados por la colonización, y la esclavitud no llegó a estos predios. La península, así, la poblaron inmigrantes españoles que formaron familias con cubanas de los alrededores y fundaron los caseríos que llegan hasta hoy como Pálpite, Soplillar, Hondones, Cocodrilo… Con mentalidad de colectores, vivían con lo que la naturaleza ponía a su alcance: la elaboración de carbón, la apicultura, la pesca y la artesanía, ocupaciones que, junto con el turismo, siguen siendo aún en buena medida la base económica fundamental de la región, si bien hoy el desarrollo de la zona tiene como premisa la conservación de los recursos naturales. Un desarrollo sostenible para el que conservar los recursos no significa dejar de utilizarlos.
Todo lo que hay en Zapata —carreteras, centros turísticos, instalaciones deportivas y de salud, establecimientos culturales, escuelas… lo construyó la Revolución. Fue en el año de 1959 cuando comenzaron los cambios en la zona, una de las más inhóspitas y preteridas de Cuba. El 16 de marzo de ese año, el Comandante en Jefe Fidel Castro, recién estrenado como Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, visitó Zapata por primera vez y dio inicio a lo que sería el primer gran plan de transformación de la naturaleza cubana.
Zapata entonces, en su vastedad, era un abanico de agua y fango, y la Laguna del Tesoro parecía una joya engastada en el verde de una vegetación lujuriosa, escribía el geógrafo Antonio Núñez Jiménez. Atravesaban el territorio largos y rectos canalizos, hechos a mano por los cenagueros, que se utilizaban para sacar el carbón, la madera y otros productos y comunicarse con el exterior. El cocodrilo cubano se extinguía a causa de la caza indiscriminada y la trucha atraía el interés de pescadores norteamericanos. En la Laguna, que regalaba su pesca sin límite, un ejemplar de 30 libras había marcado el récord mundial. Manglares altos y espesos. Caseríos aislados. Mosquitos y jejenes. Ríos caudalosos. Parajes de inenarrable belleza. Una soledad sin nombre.
En aquella y otras visitas Fidel diseñó el futuro de la zona. Habló de desecación de pantanos, proyectó carreteras, ideó un plan para la protección de la flora y la fauna autóctonas, sugirió la construcción de hoteles y centros de recreación… quiso hacer humana la vida de los cenagueros y no dejó fuera de sus planes escuelas y casas de salud, cooperativas de producción, un acueducto, el aeropuerto… El 24 de diciembre de 1959, el Jefe de la Revolución estaba otra vez en Zapata: celebraría la Nochebuena con los carboneros. En esa fecha todo lo que había aquí era un ferrocarril de vía estrecha que se adentraba en la región y el intento de un hospitalito que nunca llegó a construirse del todo.
Es un territorio cuajado de historia y leyenda. Con una cultura singular en cada uno de sus 17 poblados principales. Riquísimo en su folclor oral. Corsarios como Francis Drake y Gilberto Girón merodearon sus costas y posiblemente enterraron aquí, según la tradición, algunos de sus tesoros. Los naturalistas alemanes Humboldt y Gundlach se vincularon a estas tierras, al igual que el español Cervera y los cubanos Felipe Poey y Juan Tomás Roig. Jean Paul Sartre, el ilustre filósofo francés, fue, en 1960, huésped distinguido de Zapata, como más tarde lo sería el gran novelista británico Graham Greene.
En abril de 1961, hace 50 años, casi 1 500 hombres, entrenados y apoyados por Estados Unidos, desembarcaron en la zona. Durante casi tres días hubo intensos combates y la invasión fue aniquilada por la milicia y el ejército cubanos.
La carretera penetra en el Parque Nacional Ciénaga de Zapata. En La Boca está la granja de cocodrilos, con sus criaderos enormes. También el embarcadero hacia la Laguna del Tesoro y Villa Guamá. Se localizan unas 14 áreas ecológicas en la zona. La Salina, uno de los refugios faunísticos más importantes de Cuba, es el paraíso de las especies silvestres —aves acuáticas y de monte, mamíferos, anfibios y reptiles, peces, crustáceos y moluscos— y un lugar de paisajes espléndidos, con sus lagunas de aguas saladas, salobres y dulces. Desde aquí hacia el norte, bordeando la Bahía de Cochinos, se llega a Playa Larga, con sus aguas limpias y su barrera coralina que la acreditan como una de las buenas de la costa sur cubana. Se sigue la ruta, ahora hacia el sur, por la margen oriental de la Bahía, y se entra en Playa Girón, donde la vista del atardecer se hará inolvidable. Hay 16 puntos de buceo en Zapata. A lo largo de los 28 kilómetros de costa entre Playa Larga y Playa Girón, el pez dama, gigante e inofensivo escualiforme, gusta de aproximarse a los buzos.
En Caleta Buena se combina el ambiente rural con el marino. Y existen en el territorio estaciones que se dedican al estudio y la reproducción de especies en peligro de extinción —cotorras, cateyes, grullas, venados…— y del manjuarí y de otras especies prehistóricas como la biajaca criolla y la jicotea o tortuga cubana de agua dulce.
Un espectáculo digno de verse por carreteras y caminos es el de los miles de cangrejos blancos que durante los meses de marzo y abril salen de los bosques para desovar en las playas y vuelven enseguida sobre sus pasos para internarse de nuevo en la floresta. Semanas más tarde, en mayo o junio, miles de cangrejitos siguen el rastro de sus progenitores. Son comestibles e inofensivos. Por lo general, huyen a gran velocidad al menor ruido, pero se defienden muy bien con sus tenazas cuando se sienten acosados.
Los cocodrilos son también ovíparos; se aparean en marzo o abril, y en mayo o junio ponen sus huevos —30 de una sola vez en ocasiones—. Los entierran entonces en la turba y la cocodrila vigila el nido a lo largo de 75-80 días, que es el tiempo que tardan en nacer los vástagos. Durante ese período es muy fiera y agresiva, pero lo es mucho más cuando enfrenta al macho a fin de impedir que devore a la cría. En la granja de cocodrilos de La Boca, aprovechando una de sus ausencias, se le retiran los huevos a la hembra para incubarlos en un vivero natural. Pero como ella los supone todavía donde los escondió, vigila la huevada hasta la fecha en que deben aparecer los cocodrilitos, que emergen del tamaño de un camaleón grande.
La piel del cocodrilo es muy codiciada. Su carne tiene un sabor agradable. Es blanda, con una consistencia como la del pollo, si se trata de un animal entre dos y cinco años de edad. Se dice que es afrodisíaca. Hay varias formas de degustarla: a la plancha, aderezada con un mojo crudo a base de limón, ajo, cebolla, pimienta y sal, con picante o no, y en enchilado. Es buena de ambas formas, pero a la plancha es más natural, con su agradable sabor a marisco.
La carretera que conduce al central azucarero Australia entronca con la Autopista Nacional. En el recuerdo queda la Península de Zapata, escenario, hace 50 años, de la victoria de Playa Girón, con sus humedales y sus verdes, sus aves fijas y de vacaciones; bella, cautivadora y salvaje como esa mujer que uno convierte en un oscuro objeto del deseo.