Lecturas
Se dice y se repite que Pensamiento es la pieza musical que identifica a Sancti Spíritus.
Su autor, Rafael Gómez Mayea, que hizo célebre el seudónimo de Teofilito, la compuso en 1915. Se cuenta que el 15 de junio de ese año, asistía a la fiesta de Rosa María Ordaz, que ese día cumplía 16, cuando la homenajeada le reprochó amigablemente que más de una vez se hubiera negado a cantar para ella. Le dijo: «Rafael, tome usted esas frutas y piense en mí, aunque yo no pienso en usted».
Estaban de moda entonces los juegos de prendas y castigos, en los que las muchachas llevaban nombres de flores. Alguien decidió organizarlo en aquella fiesta y Rosa María recibió discretamente el nombre de Fragancia. Entraron los hombres en la escena y cuando le tocó participar a Teofilito le dijeron que debía buscar en el salón y bailar con la muchacha a la que se le había adjudicado ese seudónimo. Se dice también que no le resultó difícil identificarla porque Rosa María, ansiosa de ser descubierta por el trovador, le hizo una seña, él jugó sobre seguro y ahí, asevera el periodista Manuel Echevarría, «surgió la verdadera historia de Pensamiento», que Teofilito compuso en unos pocos minutos en la misma fiesta.
El primer disco con la canción de Teofilito es una placa Víctor que contiene la grabación realizada el 15 de marzo de 1923 por Eusebio Delfín y Rita Montaner, con acompañamiento de una orquesta dirigida por Eduardo Sánchez de Fuentes. Pero en dicho disco, Pensamiento aparece atribuida a Sánchez de Fuentes y no a su autor, error que, con buena o mala fe, se mantuvo inalterable hasta después del triunfo de la Revolución, cuando se rectificó.
Encontré esta interesantísima historia en un libro recién publicado por la editorial Luminaria, de Sancti Spíritus. Se titula Presencia espirituana en la fonografía musical cubana; volumen I. Su autor es Gaspar Marrero Pérez de Urría, realizador radial y profesor, verdadera enciclopedia viva de la música cubana. Un investigador riguroso y paciente que encuentra el dato desconocido, precisa nombres olvidados y esclarece aristas polémicas a fin de situar los temas que trata en su justo sitio y hacer una fiesta de la palabra en cada una de sus páginas, disfrutables para todos los lectores. Porque no escribe únicamente para especialistas, sino que lo hace para que lo lean.
Me dicen que este libro fue una especie de reto para su autor. Con un nombre ya hecho en el medio radial habanero, Marrero Pérez de Urría se fue a vivir y trabajar a Sancti Spíritus. Alguien le dijo allí que sus conocimientos acerca de la música cubana podían ser muchos, pero que poco sabía de la que se había hecho en la localidad que había escogido para vivir. Marrero Pérez de Urría no respondió palabra. Prefirió ripostar con Presencia espirituana en la fonografía musical cubana, una obra definitiva.
Entre otros compositores e intérpretes espirituanos, hay en el libro acercamientos a la discografía de Julio Cueva, Homero Jiménez, Palmarito y Evelio Rodríguez. También de Felo Bergaza, Sigifredo Mora, Félix Reina, «el desconocido Lorgio Ortiz y Arturo Alonso, el autor de Un canto a Cabaiguán, popularizada por Barbarito Diez e incluida en la serie Así bailaba Cuba, una de las joyas de la discografía cubana.
Si tú pasas por mi casaPensamiento no es la única melodía espirituana atribuida a un autor que no es. Sucedió igual con la conga Yayabo (Tú que me decías que Yayabo no salía más...) pasacalle muy popular en las fiestas del Santiago local, carnavales que tienen lugar en el mes de julio. El violinista Antonio Sánchez, conocido por Musiquita, de visita en Sancti Spíritus, la escuchó, tomó nota de ella y al llevarla a los atriles de la orquesta América del 55 quedó registrada a su nombre. Su autor es Emilio Valle Pina, pero el error no se ha rectificado todavía.
Gerardo Echemendía Madrigal, más conocido por Serapio, escapó a esa suerte, escribe Gaspar Marrero en su libro. Estaba en la fonda La Gran China cuando en una mesa cercana conversaban dos sujetos y uno de ellos decía al otro que al pasar por su casa había visto a la mujer de su interlocutor. Era noche de carnaval y Serapio concibió en un decir amén su pasacalle Si tú pasas por mi casa. Enseguida lo llevó a la comparsa Aires de Pueblo Nuevo y tuvo una aceptación extraordinaria. Luego el trío La Madrugada lo cantó por bares y cantinas hasta que la orquesta Riverside, con su cantante Tito Gómez, lo interpretó en el parque Serafín Sánchez, de Sancti Spíritus. Nadie sabía quién era su autor y en las grabaciones discográficas aparecía con derechos reservados. Pero Pío Leyva, que la grabó y popularizó con el título de Cuidado con los callos, y que sí conocía que Serapio era el autor del pasacalle, le mandó a pedir la partitura y la pieza quedó inscrita con el nombre de su autor.
Se aclara el errorCita Gaspar Marrero en su libro la entrevista que Manuel Echevarría hizo al historiador Armando Legón Toledo. Dice:
«En 1917, vino Sindo Garay a Sancti Spíritus como trapecista de circo, recogió la canción (Pensamiento) y la montó en su repertorio. En La Habana la escuchó Eduardo Sánchez de Fuentes y la inscribió como propia. Así se mantuvo registrada hasta el triunfo de la Revolución, cuando Odilio Urfé vino buscando a Teofilito porque había descubierto que la canción era suya».
Cuesta trabajo creer, sin embargo, que un compositor de la talla de Eduardo Sánchez de Fuentes, autor entre otras melodías de la habanera Tú, se haya apropiado de una creación ajena. Con respecto a esto, la compositora Marta Valdés, Premio Nacional de Música, que intervino, por orientaciones de Urfé, en la restitución de Pensamiento a su verdadero creador, me dijo que no era raro en la época que un compositor de nombre prohijase —vamos a llamarle así— una pieza de autor desconocido a fin, sobre todo, de protegerla. Marta guarda recuerdos conmovedores de Teofilito quien, cuando viajaba a La Habana para esclarecer su autoría sobre Pensamiento, le entregaba la relación de los gastos en que había incurrido. Sumas risibles, pero que aún así eran significativas en la economía del trovador.
Marrero cita asimismo las opiniones de Lino Betancourt y Sixto Edelmiro Bonachea al respecto. Dice el primero que es muy posible que los técnicos de la Víctor, al ver en la partitura orquestal la firma de Sánchez de Fuentes, se la atribuyeran. Bonachea ofrece un criterio muy parecido: A Sánchez de Fuentes «le fue atribuida la obra, al aparecer su nombre como transcriptor y orquestador, por desconocer el editor el nombre de su verdadero autor».
«No creo posible, dado el prestigio ganado por Eduardo Sánchez de Fuentes, un robo de la obra de Teofilito», escribe Gaspar Marrero en Presencia espirituana en la fonografía musical cubana. Recuerda que su quehacer como compositor y director orquestal le hicieron acreedor de un lugar muy importante en el ambiente artístico. Precisa: «En pocas palabras: no necesitaba cometer semejante delito, que no de otra forma puede calificarse».
Pero lo cierto es que Sánchez de Fuentes, que inscribió la pieza a su nombre en 1923, casi con 50 años de edad, murió en 1944 sin preocuparse de aclarar que Pensamiento no era suya. De no haber sido por Odilio Urfé, director entonces del Instituto Musical de Investigaciones Folclóricas, es muy posible que el error todavía subsistiera.
Doscientas composicionesNació el compositor el 20 de abril de 1889. Juan Eduardo Bernal Echemendía lo incluye en su Diccionario de la trova espirituana con el nombre de Ángel Rafael Gómez Mayea. Otros aseguran que, como hijo natural que era, llevaba solo el apellido de su madre, Mayea. Pero la veneración que sintió por su progenitor hizo que siempre usara el apellido paterno. Eran cuatro hermanos y el padre, Teófilo, formó con ellos una agrupación musical que se conoció con el nombre de Los Teofilitos.
De niño estudió canto y guitarra y con solo diez años tocaba el acordeón en una orquesta. Llegó, de adolescente, a ser flautista y clarinetista de la Banda Municipal. Estudió teoría, solfeo y armonía y aprendió otros instrumentos, como el timbal y el contrabajo. Fue fundador y director, desde 1914, del coro de clave del barrio de Jesús María. Falleció el 7 de abril de 1971. En sus funerales el coro de clave espirituano dejó escuchar una emotiva pieza suya, El director.
Su catálogo autoral, afirma Gaspar Marrero, lo conforman más de 200 composiciones. La primera, En tus labios y en tu rostro, está fechada en 1908. Otros títulos suyos son La mariposa, Ven a mis lares, Yo no sabía... Solo por ti... Ninguna, sin embargo, es tan conocida como Pensamiento.
Esa es la pieza emblemática del repertorio musical espirituano. Un verdadero himno local. Pero, deja establecido el autor en su libro, no es la pieza más grabada. Ese honor corresponde a Mujer perjura, de Miguelito Companioni, otro grande de la trova cubana. Cuenta con 32 versiones en disco desde su primera grabación en 1918. En tanto que Pensamiento se grabó en 23 ocasiones. Lugar destacado en la discografía ocupa también Si te contara, del trinitario Félix Reina, autor asimismo de Angoa, popularizada por la orquesta de Arcaño y sus Maravillas. Si te contara, escribe Gaspar Marrero, es un capítulo insoslayable en la historia del bolero cubano. A partir de su estreno en 1959, por la orquesta de Fajardo y sus Estrellas, se ha grabado en estilos tan diferentes como los de René Touzet, Lino Borges, Tito Puente, Kino Morán, Fernando Álvarez, Elena Burke...
No puedo ni quiero agotar de un solo trago el volumen I de Presencia espirituana en la fonografía musical cubana, de Gaspar Marrero, publicado por Ediciones Luminaria. Pero no dejaré de reproducir las palabras con que cierra su epílogo:
«¿Cuántos discos comerciales —en plena era de internet y del soporte digital— han grabado nuestros músicos? ¿Cuántas compilaciones de la trova espirituana han salido a la venta? ¿Cuántas agrupaciones olvidamos y pasan inadvertidas...?
«¿Cuánto nos reprocharán las futuras generaciones la falta de creatividad, de previsión, de interés hacia la conservación de lo que es, y ha sido, definitivamente nuestro? ¿Qué será de la música espirituana, de nosotros mismos si perdemos, de una vez, estos sonidos?
«Más que las huellas del pasado, nos convocan las obras musicales del presente, que serán las de otros tiempos para los que vendrán».