Lecturas
Una tarde Miguel Ángel Quevedo, director-propietario de la revista Bohemia, de La Habana, dijo al caricaturista Juan David: «Como tú conoces a todo el mundo quiero que veas a Hemingway en mi nombre».
A Ernest Hemingway, ciertamente, David no lo conocía mucho, pero escuchó el mensaje que quería trasmitirle Quevedo y cuando días después lo localizó en el bar-restaurante Floridita le dijo, sin muchas vueltas, que tenía un negocio que proponerle.
El negocio era el siguiente: Bohemia quería publicar en una sola entrega y de manera íntegra El viejo y el mar, al igual que lo había hecho la revista Life antes de que la novela apareciera en forma de libro. «Contacta con Hemingway y dile que no podemos pagarle tanto como Life, pero que tenemos mucho interés en dar a conocer esa obra en Cuba», pidió Miguel Ángel Quevedo a David. La revista norteamericana pagó a Hemingway un dólar diez centavos por palabra —la novela tiene unas 27 000— lo que redondeó la bonita suma de casi 30 000 dólares. Bohemia ofrecía 5 000.
El narrador aceptó la oferta, recordaba David muchos años después. Pero puso dos condiciones. La traducción debía hacerla Lino Novás Calvo, el narrador de Pedro Blanco, el negrero y La noche de Ramón Yendía, entre otros títulos, un español que se avecindó en La Habana, murió en EE.UU., y forma parte de las letras cubanas. Pidió además que sus honorarios se invirtieran en la compra de televisores para los enfermos recluidos en el leprosorio de El Rincón.
Quiero recordar esta anécdota ahora que se cumplieron, el pasado 15 de marzo, 55 años de la publicación en Bohemia de El viejo y el mar, conmemoración que se inscribe en las celebraciones por el centenario de esa revista y en las de los 80 años de la primera visita de Hemingway a Cuba.
Cuando, en 1952, apareció El viejo y el mar, Hemingway no las tenía todas consigo. La crítica lo había vapuleado, y muy duro, tras la publicación de A través del río y entre los árboles (1950). Las críticas desfavorables a su libro lo hirieron hondo y ante estas hizo lo que uno supone no haría un escritor de su estatura: se justificó, se defendió. Pero no abandonó su tarea. En el otoño de aquel mismo año de 1950 reanuda el trabajo en lo que llamaba The Sea Book y que nunca llegaría a publicar. De ahí se desprendió El viejo y el mar. Alguien lo convenció de que lo diera a conocer como una obra independiente. Hemingway se negó al comienzo, pero terminó haciéndolo.
En abril de 1951, recordaba el periodista cubano Fernando G. Campoamor, tenía listo el borrador y lo remitió a Charles Scribner, su editor, en marzo del año siguiente. Su publicación en Life, el 1ro. de septiembre de 1952, fue una prueba. La revista vendió 5 325 447 ejemplares en 48 horas. El 8 de septiembre la casa Scribner puso a la venta la primera edición de la novela y ese mismo día dispuso la segunda edición. De inmediato, El viejo y el mar ganó la selección del Book of the Month Club, donde se le calificó como una obra «destinada a graduarse entre los clásicos de la literatura norteamericana». Al año siguiente se alzó con el importante premio Pulitzer. Fue la antesala del Nobel que se le concedería a su autor, por el conjunto de su obra, en 1954.
Desde su publicación inicial, El viejo y el mar se ha traducido a todos los idiomas y se llevó al sistema Braille para ciegos. Se adaptó al cine y a la TV. Sigue siendo un éxito en librerías y bibliotecas, aun cuando es ya uno y varios libros a la vez: incompleto, resumido, ilustrado, mal traducido, pirateado... A veces, en las ediciones en español, el nombre de Lino Novás Calvo se sustituye con un seco: «Traducción autorizada por el autor». Sucede en la primera edición cubana de 1962.
Es amigo personal míoHoy aquella edición de Bohemia que incluyó El viejo y el mar es un objeto de culto para coleccionistas y los que se interesan por la presencia de Hemingway en Cuba. Bohemia tenía entonces una tirada que superaba los 259 000 ejemplares y se estimaba que cada número era leído por ocho personas. Circulaba en aquella época no solo en Cuba, sino en todo el continente, con excepciones como República Dominicana, donde el sátrapa Rafael L. Trujillo no la dejaba entrar.
La edición en cuestión lleva en la portada un magnífico retrato de Hemingway realizado por Orlando Yánez, portadista habitual de la revista. En su interior, numerosas fotografías y dibujos calzan la novela. No se da crédito al fotógrafo ni al ilustrador, pero sí se consigna que la traducción es de Lino Novás Calvo. Hay una nota crítica sobre el libro de un hoy desconocido u olvidado Alberto Delgado.
En unas confesiones que en 1948 hizo al profesor Salvador Bueno, Novás Calvo habla sobre su relación epistolar con Sherwood Anderson y Eugene O’Neill y de la influencia que algunos escritores norteamericanos ejercieron en él. Recuerda en ese sentido a Caldwell y Steinbeck y, sobre todo, a Faulkner. Pero al mencionar a Hemingway, cuya influencia también reconoce en su obra, hace una precisión. «Es amigo personal mío».
¿Cómo se conocieron? ¿En Madrid, en los días de la Guerra Civil, o en La Habana? ¿Cuáles fueron los detalles de esa relación? ¿Lo escogió Hemingway como traductor solo porque era su amigo? Queda mucho por precisar todavía en cuanto a ello, pero ya puede afirmarse que entablaron contacto en 1946, en esta capital. Ya en esa fecha, Novás Calvo era un traductor acreditado. Tradujo Sanctuary (Santuario) de Faulkner, y fue gracias a su trabajo que ese importante escritor empieza a conocerse en España y en América Latina. Puso asimismo en español Kangaroo (Canguro), de D. H. Lawrence, y Point Counter Point (Contrapunto), de Aldous Huxley, entre otros 20 títulos. Fue un periodista de prestigio, muy agudo en la crónica y el reportaje. Y sobre todo un narrador que, al decir de Ambrosio Fornet, aportó, con Pedro Blanco, el negrero, un nuevo punto de partida a la novelística nacional. El otro punto de partida lo daría Alejo Carpentier con ¡Ecue-Yamba-O!
Extraña versiónToda historia, y si es buena mejor, tiene versiones. Herminia del Portal, la viuda de Novás Calvo, tenía la suya propia acerca de la publicación de El viejo y el mar en Bohemia. La refirió en una entrevista que concedió en Nueva York, en 1992.
Es una versión muy extraña y, a mi juicio, inexacta; y lo que es peor, insostenible. Es un relato hecho cuando la señora estaba ya muy mayor y tal vez confundiera los recuerdos. O los falsificara.
«él (Hemingway) escribe El viejo y el mar y la revista Life, en inglés, quiere publicar la novela. Se hace el contrato, pero Hemingway quiere que El viejo y el mar se traduzca al español. Ya empezaba a difundirse Life en español, pero Bohemia y los directores de otras revistas cubanas protestan por la competencia. Se toma, entonces, la decisión de que ningún escritor cubano publique en Life en español. Jorge Mañach desobedeció esta orden y tuvo problemas con el Colegio de Periodistas. Hemingway dice que solo Novás Calvo puede traducir su novela. Lino acepta, pero le explica a Hemingway que no la puede publicar en Life en español, porque se le echa encima el Colegio de Periodistas. El doctor Domingo Santo Domingo, el abogado de Life-Time en Cuba, viene a casa para firmar el contrato y Hemingway insiste en que si Lino no hace la traducción, no la hace nadie; hasta que a Hemingway se le ocurre decirle a Lino: “Publícala completa en Bohemia”. Así se hace. La novela se publica después en Life en español, sin que aparezca el nombre de Lino, por lo que se pensó que la traducción era del propio Hemingway. No; era de Lino».
Herminia del Portal tenía también su versión sobre el asunto de los televisores donados a El Rincón. Dice en la entrevista aludida que como Hemingway no aspiraba a cobrar los honorarios por la publicación de su novela en Bohemia, dijo a Novás Calvo que fuese su esposa la que escogiese a qué institución se donarían. Recordaba que Hemingway dijo a Novás: «Herminia está muy ligada a todas esas mujeres ricas que hacen obras de caridad, ¿por qué no elige una beneficencia y dona ese dinero?».
Ella acudió entonces a Mercedes, la madre de Dulce María Loynaz, rica y caritativa, y juntas visitaron el santuario de El Rincón. El lugar la impresionó, y a los pocos días regresó para hacer un reportaje. Entonces, mientras recorría el leprosorio, se encontró con sor Mercedes Sánchez, sobrina del ex presidente Alfredo Zayas, que había sido su maestra en una escuela de monjas. Ella la condujo al pabellón de los niños leprosos. Le dijo: «Quieren ver televisión».
Concluye Herminia del Portal: «No recuerdo si fue cheque o efectivo, pero a sor Mercedes entregué el sobre con la paga de El viejo y el mar...». Puntualiza: «Lo cuento porque en Cuba el destino de ese dinero fue siempre un misterio».
Papeles son papelesEse «misterio» es el que derrumba su historia, y nos reafirma en la que nos contó el caricaturista Juan David a fines de los años 70. La idea de publicar en español El viejo y el mar salió de Bohemia. Es por intermedio suyo que Bohemia propone a Hemingway la publicación de la novela y es Hemingway quien decide qué hacer con el dinero, determinación que Bohemia acata.
En la finca Vigía la casa habanera de Hemingway, dicen investigadores, hay varios documentos que esclarecen el asunto. Tras la publicación de la novela, Bohemia, por una razón u otra, se toma su tiempo para cumplir su parte en el acuerdo. Esa demora, al parecer, inquieta a Hemingway y lo lleva a pedir explicaciones a Bohemia. Eso se desprende de las cartas que le remite la publicación. En varias, la revista le da cuenta de su gestión. Le informa primero que los televisores están a punto de adquirirse y luego le dicen que están a punto de instalarse.
Según las mismas fuentes, en una carta que se conserva igualmente en la finca, Lino Novás Calvo le aclara al amigo que él no tiene responsabilidad alguna en la demora de la revista, y se duele del silencio del escritor norteamericano, que no responde a sus llamadas.
El asunto termina de manera feliz: los televisores se instalan en el hospital de El Rincón.