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Las cosas cambian. Cuando Estados Unidos e Iraq adoptaron el acuerdo sobre la seguridad y el estatus de las tropas, que por sus siglas en inglés se conoce como SOFA (Status of Forces Agreement), para el año 2011 prácticamente se habría completado la retirada de las fuerzas de combate estadounidenses.
¿Se van o se quedan las tropas ocupantes? Foto: TIME Con Barack Obama en la Casa Blanca, en 18 meses, a partir de junio de 2009 en que entra en vigor el tratado, concluiría el despliegue de tropas, pero quedarían entre 35 000 y 50 000 como «asesoras», tal cual contempla el trato que fue negociado en tiempos de George W. Bush.
Pero, ahora resulta que el SOFA adoptado se adapta.
El primer ministro Nouri al-Maliki le reveló a la agencia AP que le ha dicho a altos oficiales y funcionarios de EE.UU. y al propio Presidente, que ningún militar norteamericano puede ser retirado «sin nuestra aprobación»... «Yo no quiero ninguna retirada excepto en áreas consideradas ciento por ciento seguras y bajo control».
Y ahí está la trampa: «de ningún área donde hay probabilidad o una reanudación de los ataques, será aprobada la retirada», agregó el iraquí. Nada nuevo a lo proyectado por Washington, cuya vaguedad en la promesa apenas planteaba que dejaría tropas en «algunos puntos» de las ciudades del país mesopotámico.
No hay que ser muy ducho en asuntos militares, ni en problemas políticos para emitir un criterio tan cierto como que el agua se bebe.
Iraq es un país no estabilizado en la totalidad de su territorio, a pesar de que los muchos dineros de los ocupantes compraron «lealtades» de ciertas milicias, aunque con ello solo profundizaron las divisiones étnico-confesionales entre sunnitas y chiitas.
El general de brigada Frederick Rudesheim, subcomandante de las fuerzas estadounidenses en Bagdad, ha reconocido que los efectivos de su país conducirán las operaciones de combate conjuntas: «Quiero dejar muy claro que no hay cese de las operaciones de combate». Los militares norteamericanos «ayudarán» a detener a los «militantes» en las áreas rurales y así impedir ataques a los centros urbanos, especificó.
¿Entonces, qué?, ¿se van o se quedan los efectivos de combate?
A las autoridades militares de Estados Unidos, al Pentágono y a la prensa que le sirve de caja de resonancia les gusta jugar al «allí fumé» y le pasan la culpa a las fuerzas iraquíes de lo que sucede en el campo de la llamada violencia. De ellas dicen que todavía no están suficientemente preparadas para mantener por sí solas la seguridad del país.
El general Rudesheim no fue menos cuando desde la superprotegida Zona Verde de Bagdad daba su conferencia de prensa.
«Otras formaciones necesitan permanecer en la ciudad para nosotros poder cumplir nuestra misión», dijo. Y resultaba familiar la frasecita, aquella que tan temprano en la ocupación como el 1ro. de mayo de 2003 hizo que Bush, desde un portaaviones en las costas californianas, hablará de su «exitosa» guerra bajo un enorme letrero de «Misión cumplida».
De esta forma, el complejo militar Camp Victory, en las afueras de Bagdad, se quedaría con tropas y armas, listas para ir a cualquier lugar donde el zapato apriete; y está todavía sobre la mesa de discusión si las fuerzas de combate presentes en la Zona Verde se mantienen o no. No se habla de otras bases militares, pero difícil es que EE.UU. renuncie también a algunas de ellas, garantes de la seguridad del petróleo.
Sin embargo, esta adaptación del SOFA no puede verse fuera del contexto regional y de los planes estratégicos de dominación del imperio. Necesariamente debe vincularse al incremento de tropas en Afganistán, su vinculación a la situación de la frontera con Paquistán, y a un cierto resurgimiento de la confrontación con Irán, caso este último en el que Israel empuja con ganas.
Estamos, entonces, ante un SOFA que se estira o encoge, según los requerimientos... Ningún capítulo bélico está cerrado; y todos y cada uno pueden ser muy costosos para EE.UU.