Frente al espejo
«Tiene muchísima razón la periodista al decir que en tiempos “pretéritos anteriores” los niños podíamos ser felices con las cosas más simples e increíbles, de las mismas que hoy ni nos acordamos o hasta tiramos a la basura (Dame la mano… ¿y a qué jugamos?, Lianet Escobar Hernández, 3 de septiembre). Hasta con nuestra sola presencia bastaba para pasar un buen rato: tienes el juego de “los escondidos”, “los agarrados”, “el dale al que no te dio”, “al toca’o”, “el burro, “la viola”…
«¡Qué tiempos aquellos! Me emociona recordarlos. ¿Quién en esos años —duros o flojos— hubiera pensado en todos esos aparatos que anhelan o les parecen tan imprescindibles hoy a los niños para pasar el rato sentados en el sofá, en el suelo, o tirados en la cama, moviendo solo los dedos pulgares? Muy buena esa iniciativa de rescatar aquellos pasatiempos, para revivir —si aún se puede— los juegos tradicionales que hicieron tan felices en su momento a tantos de nosotros. No es algo como para no ponerse para eso. No creo que sean costosos ni tan complicados de mantener…». (Arístides Lima Castillo)