Frente al espejo
«Lo felicito por su artículo Mal aventurados creyentes (Hugo Rius, 18 de enero. Creo que llama a la reflexión a muchos y, como usted dice, los pone en la picota pública». (Guillermo)
«Estimado José Alejandro: Después de leer su comentario La lealtad insurgente (domingo 18 de enero), le hago llegar mi más sincera felicitación “insurgente”». (José Prado Laballós)
«Hola Alberto Yoan Arego Pulido. He leído tu nota en la web de Juventud Rebelde (Honrar a Martí y los trabajadores cubanos; y en la web se publicó con el título El sol vivo del trabajo), y se me ocurre consultarte sobre los campos de trabajo, etc. Soy trabajadora social y laboro en educación media y con organizaciones sociales de la periferia de la ciudad (cooperativas). Me comentaron sobre la existencia de experiencias de trabajo voluntario en Cuba. Quisiera saber si tienes información sobre ello o si me puedes contactar con quienes organizan estas actividades. Tengo interés en participar. Acepto propuestas diversas. Quisiera conocer Cuba desde su trabajo revolucionario, su gente, su cotidianidad y los valores que sostienen su lucha. Desde ya muchas gracias». (Florencia Bracco, Córdoba, Argentina)
«Estimado compañero Reinaldo Cedeño: Leyendo su artículo Mi tía (26 de enero) se despertó mi desacuerdo. Soy de los que sostienen que dirigirse a otra persona por un apelativo familiar —tía, primo, etc.— no desvaloriza el apelativo ni manifiesta falta de respeto por la otra persona. Si acaso, manifiesta voluntad de aprecio pues evidencia la disposición a considerarse parte de la familia del “otro”.
«De hecho, algunos especialistas le podrán explicar —yo no conozco tanto del tema por haberme dedicado a otros campos— que puede que esa costumbre venga de nuestras raíces africanas, donde la colectividad tenía lazos familiares extendidos por todos los miembros de la misma, y todos los habitantes de un pueblo tenían algún lazo de consanguinidad más cercano o más lejano, muchas mujeres cuidaban de muchos niños, los hubieran parido ellas o sus hermanas o sus vecinas, los muchachos crecían entonces con ese estrecho contacto, ya fueran entre sí hermanos o primos o (aparentemente) nada de nada.
«Esa familiaridad le puede parecer extraña y hasta repugnante a los provenientes de otras culturas con su fobia al contacto cercano con las otras personas, pero muchos no encontramos en ella nada de malo». (Rogelio Moreno)
«Muy interesante su artículo Mi tía. Lo felicito, pues se trata de un tema muy de moda, pero preocupante. Coincido plenamente con usted en que “Nuestro sistema de enseñanza debe tratar el tema con profundidad, nuestros medios deben abordarlo con su arte; porque no se trata de un asunto estético o lingüístico, de pedanterías o remilgos...”. Lo exhorto a que continúe abordando temas similares». (Lic. José León Díaz)