Acuse de recibo
Maritza Ortiz Guardia (calle 1ra. No. 7, altos, entre Carretera Central y Patricio Lumumba, reparto Jiménez, ciudad de Santiago de Cuba) se conduele de la crítica situación que presenta la tubería de agua rota hace más de dos años. Y sin solución.
«Cada vez que llega el agua, afirma, se desborda por toda la calle. Y como la tubería está abierta, por ahí entran otros agentes que contaminan el agua. Además de que el agua llega con poca presión y no sube bien a la segunda planta, se tiene que permitir estos salideros que ya son históricos y parece que no tienen solución».
Asegura que tal situación la conoce la Dirección del Distrito UEB Aguas Santiago, Atención a la Población de Aguas Santiago en el municipio. Y no llega la solución. Con la misma inquietud escribe Humberto Aguilar Izquierdo, residente en la zona industrial Siete Matas, en el municipio de Pinar del Río.
Refiere que, desde hace años, frente a la entidad Mercedes Benz se despilfarra el agua potable, lo que constituye una vergüenza, mucho más ahora que el país hace ingentes esfuerzos en inversiones hidráulicas y urge el ahorro del vital líquido.
Precisa Humberto que recién se ha hecho una gran inversión en esa zona para mejorar el abasto de agua a la población, pero le pasaron por el lado a ese salidero, y no ha habido respuesta a las inquietudes y denuncias de los vecinos.
«A mi sano juicio —manifiesta—, el asunto tiene solución si se quiere. Serían miles de litros de agua que aumentarían la presión de la conductora, y el agua llegaría a su verdadero destino: nuestros hogares, empresas y centros de trabajo e instituciones», concluye.
Agua que en otros sitios escasea, y ahí se despilfarra impunemente.
El pasado 2 de noviembre, y bajo la lluvia, el octogenario Miguel Ortega caminaba escéptico y dubitativo desde su casa en Alta Habana, hasta el Hospital Nacional, para hacerse un exudado en Microbiología y un análisis de sangre, que le indicó su otorrino. Ya vaticinaba que todo se complicaría… Una versión libérrima del cuento del prejuiciado hombre del gato…
«¿Qué decir —afirma—, yo que soy tan crítico con todo lo que ande mal? —me confiesa ahora en su carta. ¿Qué decir del trato y la profesionalidad excelentes del doctor; de la enfermera, tan cooperativa? ¿Qué decir de la atención en Microbiología y en el Laboratorio Clínico, al igual que en la inscripción?
«Todo fue rapidez y buen trato en la gestión. El turno, la misma compañera me lo tramitó. Gracias a esos compañeros que, con su trato, amabilidad y profesionalidad, han demostrado que hay hombres y mujeres que, pese a las muchas limitaciones objetivas y subjetivas, son capaces de demostrar que con voluntad y deseo, siempre podemos sentirnos mucho mejor atendidos los cubanos de a pie», termina.
Desde la calle 20, No. 9, en Niquero, provincia de Granma, escribe Orlando Hernández Ponce, para hacerle un merecido reconocimiento a Manuel Calviño, ese gran intelectual que desde la Sicología apertrecha a los cubanos para enfrentar las duras pruebas de la vida.
Orlando remarca «la inteligencia, certeza y maestría de Calviño en el programa Vale la Pena, al que considera de gran importancia para el quehacer cotidiano de los trabajadores, estudiantes y el pueblo cubano en general. Y destaca cuánto de motivación y de incentivo se desprende de las reflexiones de ese maestro para enfrentar los complejos desafíos de la realidad cubana.
Esta columna se enorgullece de ser un mero vehículo para el reconocimiento y la exaltación de uno de los profesionales y consejeros más sabios y edificantes que haya tenido la sociedad cubana, siempre afincado en el humanismo y la capacidad de emerger por encima de todas las contingencias. Vale la pena, Calviño.