Acuse de recibo
El pasado 10 de mayo, desde la comunidad El Jamal, en el municipio guantanamero de Baracoa, Migdoris Rodríguez Sánchez denunció aquí una extraña irrupción sonora que perturbaba la paz de los vecinos y privatizó un espacio que siempre fue social y público.
Contaba que en la pequeña plaza del pueblo, donde los promotores culturales hacían actividades, llegaban personas con tres o cuatro carpas y bafles. Y decían que ese espacio era de ellos. Los susodichos cerraban el área de viernes a sábado, y cobraban a cien y 150 pesos por persona.
Ahora parece que la plaza tiene dueño, indicaba, porque el Gobierno la ha rentado. Y la música es de viernes a domingo. No se puede estar ni tranquilos dentro de la casa de lo alta que la ponen.
«Hay personas mayores, niños y enfermos, y uno se queja, pero nadie responde, decía. Y la ponen a todo volumen y hasta las tres o las cuatro de la mañana, desde las dos de la tarde. No se puede ver televisión, dice, ni conversar en familia. Dentro de las viviendas las paredes tiemblan y los techos vibran… No hay dónde quejarse, no aparecen las autoridades correspondientes; solo bolsillos llenos de dinero esperando a que llegue el próximo viernes para seguir cobrando».
«No podemos más, alguien que nos diga qué hacer, y nos explique si este nivel de volumen de la música tan fuerte es permitido. Estamos preocupados por el destino de los jóvenes de nuestro barrio, pues lo único que tenían era esa plaza, y ahora tienen que pagar cada vez que la cercan», concluía.
Al respecto, responde Mayelín Frómeta Alayo, intendente municipal de Baracoa, que ella indicó, para el esclarecimiento del caso, remitir al viceintendente que atiende el sector de conjunto con el Director de Cultura, investigar lo denunciado y ofrecer respuesta.
Durante la investigación, añade, se realizaron entrevistas con los pobladores, además de la inspección in situ. «Se pudo comprobar, afirma, que ese lugar fue arrendado al ciudadano Ernesto Navarro Lores, de profesión cantante, representante legal de la mipyme Egae, para el desarrollo de actividades recreativas y culturales; así como que los equipos de audio utilizados son de alta potencia para el diámetro de la plaza y su cercanía con las viviendas aledañas a ella, y provocan malestar a los vecinos».
El viceintendente Raulicer Romero, que atiende el Programa de la Cultura, realizó un análisis con Ernesto Navarro Lores, en presencia del director Yoan Lara Cabrera, la especialista de Programación, la funcionaria de Atención a la Población del sector de la cultura en el municipio, con el objetivo de resolver dicha situación.
Se regularon los horarios para el desarrollo de las actividades de viernes a sábado: los viernes hasta las 12 a.m., los sábados hasta las dos de la madrugada, y los domingos hasta las 12 a.m.
Se dispuso que los decibeles de la música sean los adecuados, para evitar molestias a los vecinos y moradores. Y quedó la advertencia de que si se produjeran violaciones de lo acordado se rescindirá el contrato por la Dirección municipal de Cultura, como se hizo finalmente por la continuidad de las perturbaciones.
Agradezco la respuesta, y solo queda preguntar por qué tuvo que publicarse la denuncia para que se pusiera orden en El Jamal. ¿Lo que afectaba a los vecinos nadie lo percibía? ¿Tuvo Migdoris que escribir a esta columna y publicarse para que se tomara conciencia del daño sonoro?