Acuse de recibo
El 30 de junio de 2022, y desde Songo la Maya, en la provincia de Santiago de Cuba, Maite Del Rey Anaya pedía aquí ayuda, porque es madre de siete niños —uno de ellos con asma bronquial—, con quienes vive en dos habitaciones de madera en pésimo estado, que se mojan por dondequiera.
Contaba que es una persona enferma, operada cinco veces. Ha sufrido dos infartos y dos paros cardíacos. Llevaba más de cuatro años pidiendo ayuda para la construcción de una vivienda. Y hacía un año que le habían informado que aparecía en el plan para la construcción de su casa. No le habían hecho el plano ni la habían visitado más.
«He ido varias veces a Vivienda, afirma, y la Directora no me atiende. La respuesta que me manda con la recepcionista es que tengo que esperar. He ido varias veces al Gobierno municipal buscando al Presidente y al Vicepresidente que atiende la Construcción. Y el CVP y la recepcionista tal parece que son autómatas. La respuesta que dan es que no están o están reunidos. Sin embargo, me he puesto en una esquina a esperar y salen como si estuvieran preparados para no recibir a nadie.
«No he recibido ayuda de ningún tipo. El único salario que entra en mi hogar es el mío. Y no he sido bien atendida en mi municipio ni en la provincia», concluía.
Nunca se recibió en esta sección respuesta al respecto ni del Gobierno municipal ni de la Dirección municipal de la Vivienda. Y ahora me escribe de nuevo Maite con persistencia para confirmar que su drama de la vivienda está estancado, sin una solución y sin al menos una información de las causas, algo elemental que todo ciudadano debe recibir.
«Llevo tres años, manifiesta, esperando por la construcción de mi vivienda, que hasta ahora no he resuelto. Ya me tienen sin palabras. Yo no entiendo cómo una persona se queja tantas veces por un mismo problema, teniendo solución, y que no le hayan resuelto ni ayudado.
«Estamos viviendo hacinados en mi casa en muy malas condiciones. Cada vez que me quejo vienen y dicen que van a hacer la vivienda. Y es mentira», concluye la desesperada madre.
Desde calle Herrera No. 261, entre Reforma y Guasabacoa, en Luyanó, municipio capitalino de Diez de Octubre, Bárbara M. Planchat revela ciertas preocupaciones sobre un nuevo surtido de pan que se expende liberadamente en los puntos habituales donde tradicionalmente se vende el pan normado por la libreta.
Refiere que esa modalidad es un pan redondo de dimensión menor a los 80 gramos, y se vende a diez pesos, lo que considera desmedido, teniendo en cuenta que es el Estado el que los está comercializando.
«Hoy han traído pan de harina de maíz, señala, de mal sabor, pésima confección y muy pequeño. Y lo más llamativo, al mismo precio de diez pesos, que ya es demasiado.
Según Bárbara, se informó a la población hace un tiempo que el pan no subiría de precio, y el que se vendía a diez pesos, de flauta, continuaría así. «Más nunca se ha vendido ese pan. Y a todos se les ha subido el precio. ¿A dónde vamos a parar?», pregunta Bárbara.