Acuse de recibo
Neida M. Sánchez Rodríguez (Avenida 47, No. 1417, entre 14 y 18, Playa, La Habana) alerta, antes de contar, que la historia que trae no es nueva, pues ha sido denunciada durante años, y por etapas se agudiza como en estos días de pandemia.
Se trata de las reuniones o fiestas acompañadas de música a elevadísimo volumen que se han incrementado en el barrio El Fanguito, del Vedado, específicamente en un asentamiento de viviendas improvisadas en las márgenes del río Almendares.
No puede precisar Neida la dirección exacta de esos desenfrenos sonoros, pues allá en esa zona de El Fanguito no existe una urbanización ordenada. Y como su vivienda, y específicamente su habitación, dan a la otra margen del río, en el municipio de Playa, ella da fe de que el escándalo musical es insoportable y dura hasta altas horas de la madrugada.
Precisa que ha llamado telefónicamente a la Policía hasta tres veces al día. La respuesta es siempre la misma: «Reportada su queja». Y todo sigue igual.
Ella explica que tiene 78 años, y 80 su esposo, quien padece una enfermedad neurológica complicada e irreversible. Y sufren mucho con los excesos sonoros antes mencionados.
«Nos sentimos desprotegidos y deprimidos al ver que no existe ley ni orden frente a la conducta de esas personas. No sé si es miedo o comprometimiento, pero nadie interviene ante esta situación. Ojalá esta denuncia sea escuchada», concluye la señora.
Da vergüenza ajena que pase un año y otro y perviva impunemente la indisciplina y el irrespeto sonoros en nuestra sociedad, sin que las autoridades del orden público logren definitivamente tomar ese toro por sus cuernos y neutralizar sus embestidas escandalosas contra la paz y el derecho al descanso de los ciudadanos.
Licet Rodríguez Hechavarría (edificio 62, apto. 12, reparto Alberro, Cotorro, La Habana) escribe para hacerle justicia y dignificar a la figura de Josefina Duffray Aróstico, la delegada de la circunscripción 59 de ese consejo popular.
«Es ella, manifiesta, quien saca la cara por sus electores en cualquier escenario, aunque no a todos (ciudadanos o funcionarios) complazca con sus gestiones o vías de solución.
«Lo cierto es que en el caso de quien suscribe, tenía una deuda pendiente con ella, desde que estuvimos la vez anterior en la fase de transmisión autóctona de la COVID-19, se encargó de garantizar los medicamentos y algunos alimentos básicos a enfermos y ancianos que no debían salir de sus hogares.
«Aunque no era exactamente nuestro caso, al conocer Jose —como cariñosamente la llamamos— que estábamos contra la pared para adquirir los medicamentos que precisa nuestra madre, también se hizo responsable de comprarlos, madrugando en la farmacia y sin cobrar por ello ni un centavo.
«Podría pensarse que es lógico que el delegado se encargue, pero no todos los miembros de la comunidad la ayudan, ni tampoco hablamos de que ella siga siendo un “trinquete”. Ahora que nos tocó estar en cuarentena, desde que pusieron la cinta, no nos ha faltado vigilancia sanitaria, exigencia de no salir, pero tampoco el pan y nos han dado un trato extraordinario, incluyendo los conocidos módulos) en menos de 72 horas de aislamiento.
«Lógicamente, hablamos de Josefina, pero incluimos a los médicos, a Fátima, a José Antonio, a la administración del mercado Alberro 2, a la China, a los carretoneros, al grupo de muchachones que nos vendieron las viandas y módulos. Y al gobierno local, que ha hecho llegar esta ayuda.
«Habrá críticas para quienes hacen por los demás lo que no siempre estamos dispuestos a hacer, pero al menos debemos reconocer el sacrificio y la cooperación de quienes están apoyando en esta situación», termina Licet.