Acuse de recibo
El 2020 se va sin que Cuba le haya dado la estocada final a la contaminación sonora que, bajo el pretexto de la diversión y el solaz, está perturbando la paz y la tranquilidad de muchas personas.
Desde el barrio La Pedrera, en la ciudad de Bayamo, allí en calle Academia Provincial de Boxeo, en la casa No. 1, Margarita Reyes Arias denuncia que desde hace varios meses, en las áreas del parque recreativo Granma, justamente en El Bambú, funciona un proyecto cultural que está ocasionando muchas molestias a los vecinos de allí, y de La Cañada y Canducha Figueredo.
«Todos estos barrios, afirma, están a más de un kilómetro de distancia. Y el volumen de los equipos de audio, por sus altos decibeles, perturba la tranquilidad de las personas que necesitan el necesario descanso de dormir, entre ellos niños, ancianos y personas enfermas o encamadas».
Las desenfrenadas sesiones musicales, añade, se registran de viernes a domingo, hasta las cuatro o las cinco de la madrugada. «Es prácticamente un carnaval en un área cerrada, pues se cobra la entrada a 6 CUC. Ya se han formado varias broncas».
Precisa Margarita que en estos momentos de pandemia por la Covid-19, en ese centro recreativo se violan las medidas de protección que se orientan por Salud Pública, al permitir que los concurrentes anden sin nasobuco, expuestos a contraer o propagar la enfermedad.
Asegura la remitente que ya se han dado varias quejas al Gobierno, el Partido, la Policía y el puesto de mando del Minint, y todo sigue igual.
«Entiendo, además, que la diversión es solo para los que pagan y consumen dentro de El Bambú. Los que estamos afuera en casa, no nos interesa para nada lo que ofertan allí; pues no hemos pagado para divertirnos. Y por ende, tienen que respetarnos y no poner esa música tan alta, que apenas podemos escuchar la televisión y no nos deja dormir», señala.
Y agrega que los únicos responsables e indolentes, que no tienen sensibilidad humana, son el operador que controla los audios, y los dueños y responsables de ese proyecto, quienes no controlan el desorden y la agresión auditiva prevalecientes allí.
Coincidentemente, me escribe Frank Pérez Pérez, director de la Oficina de Regulación y Seguridad Ambiental de la provincia de Holguín, quien refiere que «las molestias ocasionadas por el ruido han sido bastante recurrentes en las quejas de la población que atendemos en nuestras respectivas funciones».
Y expresa: «mi modesta experiencia en estos asuntos me lleva a concluir que la base técnica y legal sobre la regulación de la contaminación por ruidos aún es insuficiente, por lo cual debe ser perfeccionada».
Recalca que ese es un criterio personal suyo, y no pretende representar la posición al respecto de su entidad. En consecuencia, dice, ha decidido trazar una línea de investigación que le permita proponer un marco regulatorio legal para lograr la disminución significativa de la contaminación por ruido.
Y solicita mi ayuda: «Le agradecería si me hiciera llegar por esta vía una sencilla estadística de las quejas que se han recibido en los últimos tiempos con el tema ruido; y si puede cuáles son las causas (música a altos volúmenes, procesos productivos, tránsito ruidoso, etc)».
Por mi parte, ante todo, debo agradecer a Frank Pérez Pérez su interés como funcionario del Citma, y a la vez como académico, de investigar un tema tan controversial y marcado por tanta impunidad en nuestro país. Hay que sumar muchas voluntades para detener el desenfreno sonoro que se ha enseñoreado en nuestra sociedad.
Y le aseguro que responderé a su llamado. Solo necesito un mínimo de tiempo para la búsqueda de las denuncias de lo que se ha publicado en esta sección al respecto, que es bastante. Ojalá esto despierte a muchos de la «sordera» ante tanta violencia sonora.