Acuse de recibo
El pasado 9 de mayo, y desde el municipio habanero de Cotorro, Elisabeth Anaya Suárez contaba sus avatares para adquirir los espejuelos de sus niños, con las recetas médicas para sus respectivas deficiencias visuales.
En la óptica del Cotorro, había los cristales que ellos requieren, pero hacía meses que faltaban armaduras para niños de esas edades. Le recomendaron ir a la óptica de San José de las Lajas, en Mayabeque, que tenía esas armaduras.
Entusiasmada por la posibilidad de una feliz conjunción entre lentes y armaduras, fue con sus dos hijos a la óptica de San José de las Lajas. Había armaduras para ellos, pero no los cristales de esas medidas.
La madre solicitó comprar las armaduras para después adquirir los cristales en el Cotorro. Y le dijeron que estaba prohibido. Ella solicitó a un superior, y la administradora le informó que en el manual de normas y procedimientos no estaba establecido vender las armaduras por sí solas. Le sugirió que esperara, a ver si en el siguiente mes entraban esas medidas de cristales y les hacían los espejuelos.
«Tristemente, afirmaba, me fui con mis dos hijos tratando de asimilar el absurdo de que allí hubiera las armaduras y no los cristales, mientras que en otra óptica existieran los cristales y no las armaduras.
«¿Cómo es posible que los afectados sean los niños, en edad escolar? Es como negarles un medicamento, porque a esa edad el espejuelo corrige el defecto. Y a un niño que se ve obligado a seguir forzando la vista diariamente, el defecto le aumenta. ¿Cuán difícil es hacer una excepción para nuestros niños? ¿Quién me ayuda para que las armaduras y los cristales para mis niños se encuentren y se unan?», clamaba finalmente Elisabeth.
Al respecto, responde el doctor Emilio Delgado Iznaga, director de Medicamentos y Tecnologías Médicas del Ministerio de Salud Pública, que una comisión ministerial entrevistó a los implicados y directivos, además de hacer la revisión documental.
Y confirmaron que había armaduras para los niños en San José de las Lajas, no así en el Cotorro; mientras que las graduaciones solicitadas estaban en falta en Mayabeque, pero sí las había en La Habana.
Precisa que «al momento de publicarse la insatisfacción existía un desabastecimiento en el país de armaduras y de lentes terminados, motivado por la tensa situación financiera en que nos encontramos, donde buscamos soluciones que nos permitieron garantizar el arribo en el mes de junio de dos meses de cobertura de esos recursos».
Se le explicó a Elisabeth, refiere, que en las ópticas se presta el servicio de venta de espejuelos cuando el paciente acude con la receta emitida en la consulta de refracción, y no está establecida la venta de armaduras ni de lentes, por separado.
Y añade que se identificaron violaciones en la conducción de los procesos, que motivaron demora en la confección de los espejuelos, además de que fallaron los mecanismos de localización establecidos por parte de la dependiente de la óptica Cotorro, perteneciente a la Empresa de Servicios Ópticos y Auditivos de La Habana, y por la administradora de la óptica de San José de las Lajas, de la Empresa de Farmacias y Ópticas de Mayabeque.
Por todo ello califica la queja con razón en parte, toda vez que se incumplieron las normativas para una atención de calidad. A la dependiente de la óptica Cotorro se le aplicó una amonestación pública ante su colectivo de trabajo, y a la administradora de la óptica de San José de las Lajas, una amonestación ante el Consejo de Dirección.
Y notifica lo más importante: les fueron confeccionados y entregados los espejuelos de los dos niños el 10 de mayo. Nada menos que al día siguiente de que apareciera aquí la queja de Elisabeth.
La historia revela cuán sensible es un descuido cualquiera en un servicio tan delicado, sobre todo para niños. De acuerdo a lo que narra el doctor Delgado, en ambos sitios no procedieron como debían: es decir, agotando la localización de una solución. Se supone que las implicadas obren con mayor interés y agilidad en situaciones similares, tras las amonestaciones. Eso, pensando que todavía a estas alturas una amonestación puede obrar el cambio de mentalidad y la exigencia por la calidad.