Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La ley del más fuerte

Con 83 años, Carmen Medina Déniz (calle 60 No. 6511, entre 65 y 67, Batabanó, Mayabeque) cuenta que al dividirse la antigua provincia de La Habana en Mayabeque y Artemisa, se replantearon los recorridos habituales de las líneas de transportación de pasajeros desde los municipios cabecera de aquella que muchos llamaban La Habana interior, hacia la capital.

Se establecieron puntos de carga y descarga de pasajeros, pero en lugares inadecuados, como el aledaño al puente de la Autopista y Calzada de Managua. Allí, refiere, las personas necesitadas, muchos ancianos que van a consultas médicas en hospitales, están desprotegidas a la intemperie, sin servicios sanitarios. Y a merced de guapetones y mal educados, que abordan como fieras los vehículos que arriban, bien estatales o privados.

A quien funge como porteador, añade, solo le importa cobrar su comisión de los choferes particulares. Y a estos les preocupa cargar pasaje y cobrar el importe. «Con la crisis del transporte, eso se agudiza. Parece una jungla. Necesitamos que las autoridades tomen partido», clama finalmente la anciana.

Así estamos en muchas zonas de la sociedad. Hay que ponerle freno definitivo a los quebrantadores del derecho ajeno.

Veterana queja de un veterano

«Mi casa es un verdadero infierno», afirma Reinaldo Fabián Aguilera (68 años), quien padece de hipertensión arterial y cardiopatía isquémica, y su esposa es diabética, alérgica y con problemas de la piel, allá en calle 175 No. 28405, entre 284 y 290, en el reparto Camilo Cienfuegos, de la ciudad de Matanzas.

Cuenta él que al lado vive un artesano con un taller. Trabaja con productos químicos y gases industriales. Funde  metales. Prende equipos de un día para otro. Los gases y olores penetrantes invaden la casa. No se puede respirar ni dormir. «Los gases me están alterando el sistema nervioso. He tenido que ir de madrugada varias veces al policlínico por falta de aire», afirma.

Varias veces ha hablado con el vecino, quien le ha prometido que cambiará de sitio el taller. Pero todo ha sido en vano. El 13 de agosto pasado Reinaldo fue a la Unidad de Medio Ambiente del Citma en Matanzas. A los pocos días dos funcionarios de dicha entidad le dieron instrucciones al vecino. Pero todo seguía igual. El 22 de octubre Reinaldo fue al Departamento de Higiene y Epidemiología del policlínico Carlos Verdugo, y formuló su queja. Ha vuelto en varias ocasiones por respuesta, y nada.

«Mi queja la respalda el artículo 63 de la Constitución, el cual dice que todo ciudadano tiene derecho a dirigir quejas y peticiones a las autoridades, y recibir la atención o respuestas pertinentes y en plazo según la Ley. La respuesta la espero y no llega. No pido un favor. Reclamo que se respeten los derechos de mi familia. ¿Hasta cuándo se va a hablar de protección a la salud cuando las medidas son tan lentas? Llevo varios meses quejándome y respirando aire contaminado. Nadie resuelve el problema. Escribo esta carta a las 2 y 51 de la mañana. Una vez más, no puedo dormir por el ambiente tan contaminado», concluye.

Bombillos apagados…

A Alexei Céspedes Quiala (avenida 24, edificio 72, apto. 4, reparto Antonio Guiteras, Bayamo) le preocupa que no pocos problemas que dañan al pueblo se resuelvan solo cuando son revelados en esta sección, por las entidades que debieron hacerlo desde un principio.

Quizá exagere, precisa, y añade que ha llegado a pensar que algunos directivos y funcionarios encuentran en la columna Acuse de Recibo el botón de encendido para el cumplimiento de sus obligaciones, olvidando que el pueblo es su razón de ser, y al cual se deben.

«Esa tiene que ser la máxima que se debe alcanzar —afirma—, el que no lo sienta que se haga a un lado en la Cuba de hoy. Sabemos que a un lado se harán los que tienen el botón apagado, porque los revolucionarios demostrarán que sí se pudo, se puede y se podrá».

Comparto los criterios de Alexei. Creo que son momentos de definiciones en los cuales habrá que medir la permanencia de cada quien en su cargo por su sensibilidad y capacidad para atender los problemas del pueblo y responder y atender sus quejas. Y lo reafirmo no solo por Acuse de Recibo, sino también por todas las secciones de clamor ciudadano en nuestro periodismo revolucionario.

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