Acuse de recibo
Ángel Quiala Yero (Calle Granma no. 11, Niquero, provincia de Granma) me escribe porque allí en su municipio ha chocado con un muro de negativas ante la tragedia de su vivienda: el huracán Irma le derrumbó una pared, levantó la mitad del caballete, rompió cuatro planchas de fibro, y el servicio sanitario está en pésimas condiciones.
Quiala es un septuagenario jubilado que devenga una chequera de apenas 240 pesos, suma con la cual sobreviven él y su esposa. Y tras el paso de Irma se personó en el Gobierno municipal, donde le tomaron los datos de su afectación.
El 11 de diciembre de 2017 fueron a su casa, comprobaron la situación y le dijeron que era un caso crítico. Le llenaron una planilla y le dijeron que esperara.
Desesperado ya, le planteó su situación a su delegado del Poder Popular, quien le sugirió que solicitara un despacho con la presidenta del Gobierno municipal. Al mes, pudo entrevistarse con la presidenta, quien «en dos minutos me dijo: no tengo recursos, diríjase a la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV)». Y en la UMIV le informaron a Quiala que tenía que sacar la propiedad de la vivienda.
«Hice todos los trámites, relata, y en espera de la propiedad siguieron las aguas, a tal punto que se pudrió una vara, y gracias a los vecinos pude cambiarla. Ya se pudrió y partió otra. Cuando llueve tenemos que poner nailon en la cama. Ya hay otra pared soltando pedazos. Por doquier filtra el agua».
Refiere el anciano que necesita solicitar un subsidio para mejorar esa crítica situación. Y se lo deniegan, porque él no ha podido pagar los 480 pesos del terreno, con los 240 de su chequera. Le exigen que debe ser al contado; «lo que quiere decir que tenemos que pasar dos meses en ayunas, sin almuerzo ni comida y sin los medicamentos que mensualmente debemos tomar mi esposa y yo».
Quiala fue a la Dirección Municipal de Planificación Física: Y allí, «la compañera que me atendió me dio la maravillosa idea de que comprara un cerdo, lo alimentara y luego lo vendiera, para que pagara el terreno, tiempo que lleva de seis a siete meses.
«Si no tengo 480 pesos para pagar el terreno, ¿cómo voy a tener 400 pesos para comprar un cerdo y criarlo? », se pregunta el veterano.
Lo más fácil y cómodo es decir que no inflexiblemente o musitar la consabida falta de recursos. Y lo más humano y sensible, eso que aprendimos con la Revolución Cubana, es mirar siempre con el corazón la tragedia de los más vulnerables, y ayudarles con alguna solución.
Gratitud de un padre
Es triste que en este país los niños concluyan su curso escolar, pasen de grado, y haya padres que, a fuerza de ver asegurado un derecho a la educación como algo normal y rutinario, no patenticen su agradecimiento a quienes en las aulas conducen a sus hijos por el camino del saber.
Pero José Noel Peña Ferro me cuenta que estos días han sido los más felices de su vida, porque su hijo Wilder Peñas acaba de concluir el sexto grado en la escuela primaria Nguyen Van Troi, de Lawton, en el municipio capitalino 10 de Octubre.
«Quisiera hacer llegar mi agradecimiento a todos sus maestros, afirma, incluyendo al profesor de Educación Física; a todos los que durante estos siete años han hecho posible que hoy Wilder sea un niño feliz.
«A la directora de la escuela, por su dedicación y comprensión, a la maestra Magalis por su consagración y permanencia en la escuela, a sus maestros de cada grado desde el preescolar. A todos gracias, porque han dedicado más tiempo a nuestros hijos en estos años que nosotros mismos. Gracias a ellos, y a las personas que, desde su anonimato, hacen que estas cosas sucedan en nuestro país», concluye José Noel.