Acuse de recibo
«En la carnicería donde compro, ICP, en la bodega El gavilán, hay un refrigerador para todos los productos que vienen (...). Hace algunos años este se rompió, y según la carnicera, de aquel entonces, lo había informado a los niveles superiores de Comercio en el municipio de Manzanillo y nadie le había dado solución», narra la lugareña Mayda Sánchez Pérez (Edif. 70, Apto. B-7, Rpto. Camilo Cienfuegos, Manzanillo).
«Yo no sé cómo ella se las arreglaba —evoca la lectora—, pero la carne nunca estaba inundada en agua como ahora, con el carnicero nuevo. Cuando la carne de la dieta o para los niños llega (...) el carnicero la echa en un tanque que tiene hielo (...) para que no se eche a perder (...) pero cuando la misma viene por la mañana y uno va por la tarde a buscarla, esta carne ya no tiene color y está llena de agua. Imagínese, si tienen que dar una libra con esa cantidad de agua te dan media...».
Cuenta además la granmense que este problema le ha provocado contratiempos con el dependiente, pero este afirma que no tiene que ver con eso, ya que ha informado sobre el refrigerador a las instancias correspondientes y nadie tampoco ha resuelto el asunto.
¿Será tan difícil solucionar una situación que, al parecer desde hace tiempo, les está «aguando» la vida a los clientes? Las carencias materiales existen, pesan, pero estamos hablando de un refrigerador, por un lado y del servicio a una comunidad entera, por el otro. Las proporciones son claras.
«Hace dos años el apartamento No. 18 del 4to. piso del edificio de la calle Campanario No. 1076, entre Carmen y Rastro permanece con peligro de derrumbe de su cubierta», alerta la vecina Cesárea Virgen Uria González (Campanario No. 1074). De ocurrir el desplome, precisa la remitente, afectaría gravemente los apartamentos habitados de los pisos inferiores, donde viven incluso niños y ancianos. Por si esto fuera poco, por la calle adyacente circulan los estudiantes del Conservatorio Amadeo Roldán.
«En todo este tiempo (...) se han escrito cartas y se realizaron continuas visitas al Poder Popular Provincial y Municipal, UEB de demoliciones de Secons, puestos de mando de las instituciones, y lo que han prometido no lo han cumplido hasta el momento», apunta la habanera.
«Los propietarios del apartamento en cuestión —señala— viven ahora en casa de amistades, esperando la demolición de la cubierta y recogida de los escombros para iniciar la reconstrucción con esfuerzo propio. Esto permitirá recuperar el inmueble y eliminar el peligro para la vida...».
¿Cuánto más tendrán que esperar en vilo los residentes del sitio a que cese este riesgo?
El pasado sábado 3 de marzo, Francisco R. Suárez Alonso adquirió una máquina de pelado marca Wahl al costo de 28.95 CUC (723, 75 CUP) en una tienda en Ciego de Ávila. Para este equipo se da una garantía de 30 días, «a pesar de que en el envase del fabricante se dice que tiene dos años de garantía (2 years warranty)», observa Francisco (Calle 98, No. 7A07, Apto. 15, entre 7ma. y 9na., Rpto. Querejeta, Playa).
«Imagine que yo haré uso de esa máquina dos veces al mes, ¿y si sale con defecto? Pierdo mi dinero. Me parece que tendré que pelar en 30 días a todo mi barrio para probarla. No es justo», se duele el capitalino.
Su reflexión puede ser válida para otros productos y circunstancias de la cotidianidad nacional. ¿Por qué no se piensa más en el cliente ante ciertos expendios y servicios?