Acuse de recibo
Por estos días, cualquier victoria de la justicia con los casos excepcionalmente dramáticos, por pequeña que parezca, nos ennoblece como pueblo. Por eso anima el desenlace reciente que tuvo la historia de Amelio García Vidal, reflejada aquí el pasado 5 de noviembre.
Entonces, y desde Guantánamo, Amelio narraba su difícil disyuntiva entre el deber de cuidar a toda hora a su mamá de 91 años, y la necesidad de trabajar para atender la manutención de ella y de él mismo, quienes viven solos.
Amelio, con 62 años de edad y 42 de trabajo, refería que labora como dependiente gastronómico. Y su madre padece demencia senil, ceguera total del ojo derecho y media del izquierdo. No puede deambular por sus propios medios y necesita ayuda permanente para caminar, comer y bañarse. Casi está en un estado de postración, y él debe estar en casa velándola, por las desorientaciones en su conducta.
Cuando me escribió, llevaba seis meses de licencia sin sueldo en su trabajo, y le habían informado que debía reincorporarse, so pena de perder el vínculo laboral. Como si fuera poco, Amelio no había podido acceder a una cuidadora para la mamá a partir de sus ingresos.
El remitente contaba que también tiene un hermano, el cual lo ayuda en la medida de sus posibilidades con la alimentación, medicinas y aseo personal, pero presenta problemas con su esposa, jubilada por enfermedad, dos hijas y una suegra anciana y enferma también.
«Necesito ayuda», clamó lacónicamente Amelio en su carta.
Al respecto, Belkis Delgado Cáceres, subdirectora de Prevención, Asistencia y Trabajo Social del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, confirma en su respuesta la situación de esa familia, de acuerdo con la investigación socioeconómica realizada.
Precisa que en entrevista con Amelio, él no aceptó una prestación monetaria de Asistencia Social para proteger temporalmente su núcleo familiar, y solicitó una pensión por jubilación, aun cuando no contaba con los requisitos establecidos (65 años).
«Concluida la investigación, señala, y probada la imposibilidad de que Amelio pueda reincorporarse al empleo por la situación antes descrita, considerando su edad y años de servicio, se aprobó su jubilación de manera excepcional», concluye Belkis.
El pasado 27 de agosto, y desde Víbora Park, en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo, Alina Margarita Fernández López denunció aquí el excesivo volumen de la música desde una fregadora de autos frente a su casa, que molestaba a los vecinos como si tuvieran una discoteca.
Contaba la remitente que en varias ocasiones le notificó la molestia al responsable de la fregadora, y no tuvo solución. Incluso, había acudido a dos delegados del Poder Popular, quienes hablaban con el dueño. Este, de primer momento rectificaba, pero pasado un tiempo volvía a los mismos excesos sonoros.
A propósito, responde Grisel Olivera Rojas, directora de la Dirección Provincial Integral de Supervisión y Control (DISC), que una comisión investigó los pormenores, y pudo comprobar que «la música de la cual se plantea en la queja no procede del local, si no de los carros que están en espera de recibir el fregado». Y añade que «se apercibió al titular de la actividad que es responsable de evitar dichas molestias a los vecinos, originadas por el servicio que presta».
Precisa que se convocó a la promovente del caso y a los factores de la comunidad, para darles a conocer las acciones realizadas y las necesarias tareas de seguimiento del caso en el futuro. Y Alina Margarita y su esposo expresaron su satisfacción por el hecho de que haya retornado la tranquilidad a la zona.
Agradezco la respuesta y la acción consecuente de la DISC. Lo más importante es que prevalezca el seguimiento del caso en 2018, de manera que la fregadora de autos siga «limpiando» su relación con el vecindario, con altos niveles de higiene sonora.