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¿Adiestramiento o castigo?

El servicio social, deber de todo egresado universitario y etapa decisiva en su adiestramiento profesional, se ha convertido en castigo y pérdida para José Luis Pérez Chacón, graduado de Ingeniería Química en la Universidad de Oriente.

José Luis reside en Peralejo 2da., entre Luis Milanés y 26 de Julio, en Guisa, provincia de Granma. Y fue ubicado para hacer su adiestramiento en el central azucarero Arquímedes Colina, en Mabay, a 34 kilómetros de su domicilio. Viaja todos los días un total de 68 kilómetros, y tiene que gastar de 20 a 30  pesos en transporte, sin contar la merienda y el almuerzo.

«Y en el central no hago absolutamente nada, lamenta. Todos los días que voy es lo mismo: gastando un dinero que no me gano por un salario de 407 pesos. Mi situación la sabe todo el mundo y nadie hace nada, me he dirigido a Recursos Humanos, al director de la Empresa, a la Dirección Provincial de Trabajo. Y nada.

«Todo el mundo sabe la situación que tenemos hoy en día en nuestro país. Yo estoy con toda la disposición de trabajar y ejercer mi carrera, pero en un lugar cercano, que no me perjudique».

El joven se dirigió a la Empresa de Productos Lácteos, a ver si allí podía hacer su adiestramiento, pues está más cerca de su domicilio y fue donde realizó su tesis de graduación. Lo atendieron muy bien y le dijeron que sí, pero Azcuba tenía que darle la liberación.

José Luis fue entonces a la Empresa y les dijo que en Lácteos estaban dispuestos a aceptarle. Pero ellos le dijeron que no había liberación para nadie.

«Quiero que alguien entienda mi situación: hay veces que no tengo dinero para ir a trabajar y me tengo que ausentar. Y después te quieren quitar el título que con tanto sacrificio uno se ganó en la universidad. ¿Por qué algo que se puede resolver con un simple papel y una simple firma lo hacen tan difícil? Yo me gradué para ser una persona independiente, no para que mis padres me estén dando dinero para ir a trabajar como si estuviera todavía en la Universidad», concluye.

Freno a la violencia

Ana María Mojena (calle Guillermo Alarcón 57, Pueblo Nuevo, Media Luna, Granma) alerta que si no se pone freno a tiempo a la violencia e indisciplinas en los espectáculos deportivos, va a ser muy tarde después para detener esa degradación humana en una actividad tan sana y saludable.

Cuenta la remitente que durante el Campeonato Provincial de Fútbol de Granma, cuando se efectuaba el juego Media Luna versus Jiguaní, los atletas de ese último municipio, por una decisión arbitral, golpearon a los árbitros en una verdadera paliza, apunto de llegar a lanzarles ladrillos.

Tal fue el desenfreno, que la Policía se vio precisada a intervenir en dos ocasiones, hasta que tuvo que suspenderse el partido.

Lo que llama la atención de Ana María es que la comisión provincial de ese deporte aplicó la medida a un solo jugador de separarlo del torneo; y en el caso de otros dos la sanción se limitó a no participar en tres juegos, «cuando hasta el director del equipo dio golpes».

La lectora cuestiona: «¿Por qué si el conjunto de Jiguaní, año tras año, incurre en esas faltas no lo suspenden? ¿Acaso no es una falta grave? A mi entender, la Comisión Provincial de Fútbol continúa haciendo excepciones con ese municipio. Acciones como esas dañan la salud de ese deporte».

Limpieza, profesionalismo y calor humano

Rosa Margarita Casanueva (Oeste 10110, entre Perla y Avenida Los Pinos, reparto Los Pinos, Boyeros, La Habana) se ha sentido de maravillas las dos veces que ha ido con su madre a consulta en el hospital Ramón Pando Ferrer (antigua La Ceguera), de la capital.

Ella resalta el trabajo que se realiza en la consulta de Baja Visión, en el 2do. piso: Limpieza, incluidos los baños; y, sobre todo, calor humano. El trato del personal es muy bueno, como debiera ser en cualquier hospital. «Profesionalidad y mucho cariño recibe quien visita esa consulta. Felicidades y agradecimiento a ese colectivo», destaca Rosa Margarita.

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