Acuse de recibo
El pasado 2 de febrero, Ana Julia Fernández denunció aquí el vertimiento de aguas albañales que rodeaba hacía varios meses el edificio 8, donde ella reside, entre 4 y 6, en el reparto Julio Antonio Mella, de la ciudad de Camagüey.
Afirmaba que, pese a los planteamientos hechos, no había solución para esas aguas putrefactas, ni se avizoraba. «Ya para entrar al edificio es molesto, por las aceras corren desperdicios. Esto puede dañar los cimientos del inmueble, además de afectar la salud. Los niños ya no pueden bajar a jugar», concluía Ana Julia.
Al respecto, responde Yaisel Mayedo Mayedo, directora general de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Camagüey, que para atender la queja se creó una comisión presidida por el jefe de zona del Distrito Mella de Acueducto y Alcantarillado, la cual visitó el edificio y se entrevistó con Ana Julia.
«Se revisó el lugar, apunta, y se comprobó que ya no existía la obstrucción, que fue realizada por la Empresa el 4 de febrero, quedando pendiente la reparación del registro con fecha de ejecución el 14 de febrero. El caso quedó resuelto en la fecha pactada y con razón total», concluye.
Agradezco la respuesta y la solución, pero se imponen comentarios. Si llevaban los vecinos varios meses rodeados de aguas albañales, ¿hubo que hacer una comisión a raíz de lo publicado, presidida por el jefe de zona del Distrito, para descubrir lo que hacía tiempo pedía solución? ¿Cómo es que ese jefe no había antes tomado cartas en el asunto?
Tal como está redactado el párrafo textual de la respuesta, deja confusión. No queda claro si la visita fue el 4 de febrero o posteriormente. Si fueron a revisar, y se comprobó que no existía la obstrucción, ¿quién la eliminó?
Más de una vez hemos insistido en la claridad y precisión con que deben ser redactadas las respuestas a las quejas y denuncias ciudadanas, máxime cuando se abordan asuntos tan delicados y de tantas secuelas para la población.
Con la «herida» abierta
El doctor Eduardo Sagaro (calle 21 Nro. 706, entre Paseo y A, Vedado, La Habana) narra que hace dos meses la empresa Ticons se presentó en esa dirección para hacer una acera nueva. «Lo curioso, afirma, es que la acera que rompieron estaba en buen estado, como si hubiera abundancia de materiales de la construcción. Pero rompieron también un registro, que rellenaron con cemento y concreto a presión y piedras, a pesar de las peticiones insistentes de los vecinos para que no lo hicieran».
Como era de esperar, acota, la tubería que desagua las aguas albañales de la casa 706 se obstruyó, con la consiguiente retención de heces fecales y aguas negras en la salida de dicha vivienda.
De muy serio, con ribetes epidemiológicos y riesgo de infecciones para el vecindario, califica él dicha secuela, amén del mal olor y demás molestias ocasionadas a los vecinos. La situación, añade, se resolvió gracias a la intervención rápida, dinámica y eficiente de Carlos Díaz, vicedirector provincial de Transporte, y de su segundo, Ornoide (no explica el porqué de su participación allí).
Destaca «la labor abnegada de los trabajadores de la brigada de la Base de Saneamiento Oeste, dirigida por Sergio Guerra, que trabajó sin interrupción por 48 horas en la solución de dicho problema».
Al final, Sagaro valora el daño y el despilfarro porque, a menos de dos meses de concluida la obra, hay que romperla, y movilizar una brigada de cinco hombres con un camión y un compresor. «Lo que motiva la carta, señala, es esclarecer la responsabilidad material. ¿Quién paga el trabajo de esos hombres con un camión y un compresor? ¿Cuántos recursos se malgastaron? ¿Qué desasosiego causó el trabajo irresponsable de Ticons en la comunidad? ¿Qué sanción tendrán los responsables del hecho?».
Cuando este redactor escribía la sección, llegó otra carta de Sagaro: «Hoy se personó de nuevo la brigada de Saneamiento Oeste para concluir el trabajo. La conclusión pasaba por hacer un nuevo registro, rellenar la zanja abierta y cementar la entrada vehicular».
Hicieron el registro, apunta, y rellenaron la zanja con escombros. No cementaron, según dicen, porque «no les suministraron cemento en la Base». Dejaron a la intemperie escombros, sin la protección con cemento al nuevo entronque, expuesto a viento y lluvia, creando además dificultades para entrar el vehículo al garaje.
«Haciendo un paralelo con la cirugía, es como si un cirujano abriera el abdomen, extirpara el apéndice y no cerrara la herida», comenta el doctor Sagaro.