Acuse de recibo
La gratitud, ya lo sabemos, es un ingente ejercicio del criterio. Así lo emplea la capitalina Bertalicia Cobas González (calle 190 No. 27109, entre 271 y 273, reparto Río Verde, municipio de Boyeros). Comienza comentando la lectora que, desafortunadamente, no encuentra a menudo directivos y colectivos que cumplan en toda la regla las labores que les son destinadas. Por eso, cuando se hallan, debe reconocerse.
«En la quincena del 6 al 20 de septiembre fui al balneario Ciego Montero acompañada de mi esposo, mi mamá y mi tía, todos con problemas de salud y necesitados de recibir tratamiento. Antes de ir mis expectativas del lugar eran bastante inciertas y hube de llamar al director, con el que hablé y le planteé algunas inquietudes que fueron valoradas y resueltas en gran medida», narra la remitente.
Cuando llegó la familia al centro cienfueguero, lo primero que advirtieron fue que se trataba de «un lugar limpio en todo el sentido de la palabra, bonito no, yo diría muy bonito, y te ves rodeada de un personal tan cariñoso e interesado en que te sientas bien, pendiente de tus problemas, que realmente te sientes en un Edén.
«Conocí al director, porque cualquier paciente tiene acceso a él, casi siempre fuera de su oficina, preocupado de todo y no hago el relato de lo que me hizo ir a verlo de nuevo pues considero que no es la esencia del problema; pero hizo lo imposible por complacerme, se puso a la par de su administradora, otro jefe más que no supe su cargo y trabajadores que ayudaron también, y realmente fuimos complacidas», apunta la mujer.
Por ello, tanto a Benjamín Acuña, máxima autoridad de la instalación, como a su consejo de dirección, enfermeras, la sicóloga, el grupo de fisiatras, las recepcionistas, las muchachitas del comedor-cafetería, las cocineras, las de la limpieza, en fin, al colectivo íntegro, remiten la habanera y los suyos el más sincero agradecimiento.
No obstante, señala la lectora, le vendría muy bien a la entidad que los órganos competentes superiores valoraran en su magnitud lo importante que es para personas enfermas, fundamentalmente de la tercera edad, y niños con problemas, y apoyaran mejoras en la situación del transporte hacia y desde allí, cuestión que afecta tanto a pacientes como a trabajadores.
Se refiere concretamente la capitalina a los medios «para ir y venir de otra provincia y algo que sea más estable dentro del balneario para poder, tanto los trabajadores como los pacientes, trasladarnos ya sea a Cienfuegos o a lugares aledaños. Propongo se valore el antiguo tren Habana-Cienfuegos».
A sus 75 años, cuánto no habrá visto ya el granmense Francisco Luis Ramírez del Toro (calle Miguel Ramírez No. 63, Reparto Valerino, Manzanillo). Sin embargo, lleva mucho tiempo esperando ver cumplido un anhelo que comparten sus coterráneos: la mejora de las calles de su poblado.
«Valerino es un barrio que existe desde principios del pasado siglo, ubicado en lo que fuera el Central Tranquilidad, que dejó de moler en el año 1921, según relata un libro escrito por el intelectual manzanillero Delio Orozco. Este barrio está compuesto por tres calles paralelas: estas son Miguel Ramírez, Andrés Luján y Faustino Vega. Desde hace muchos años se viene planteando en las asambleas de rendición de cuenta la necesidad de asfaltar estas calles, cuyo paso, para las personas mayores de edad, así como para los niños que van cada día a sus escuelas (...) es engorroso, debido a la cantidad de obstáculos que hay que salvar: piedras, oquedades, hierbas, corre el agua… debería verse, eso nos da pena», se duele el anciano.