Acuse de recibo
Era la 1:55 de la tarde del pasado 2 de julio, cuando el vuelo AB 7024, procedente de Dusseldorf (Alemania), arribó a la Terminal III del Aeropuerto Internacional José Martí. Luego de esperar una hora para hacer el chequeo, sin climatización en el local correspondiente y mientras se atendían cuatro vuelos al mismo tiempo, la habanera Yaquelín Ramos Carriles (Virginia 134 e/ Woodbury y Pinar del Río, Callejas, Arroyo Naranjo) fue a recoger su equipaje. Pasaron dos horas más aproximadamente, pero el equipaje nunca apareció.
Cuando todos los pasajeros habían recogido sus maletas, Yaquelín se dirigió a la oficina de reclamaciones. Allí, cuenta, dio todos sus datos, incluido el número del celular. Quien la atendió dijo que en la computadora no tenía información sobre su equipaje, o sea, en dónde se había quedado. La misma persona le entregó el papel de la reclamación, con unos números telefónicos para que ella averiguara en las próximas jornadas.
En los días siguientes, la capitalina llamó en varias ocasiones y los números daban ocupados o timbre, pero nadie respondía. El martes 5 de julio, una representante de Airberlin «me llamó para decirme que mi equipaje llegaría en el vuelo de Iberia de esa noche y me preguntó si la dirección que yo había puesto en la reclamación era donde yo me estaba quedando, para el miércoles hacérmelo llegar personalmente», relata.
Al otro día en la mañana, la llamaron dos personas que se identificaron como funcionarios de la misma aerolínea —Airberlin— «y me comunicaron que mi equipaje había llegado el martes en la noche en el vuelo de Iberia, que yo tenía que recogerlo personalmente en la Terminal III, desde las 8:00 a.m. hasta las 12 de la noche. Cuando pregunté por qué no me lo hacían llegar a mi casa, como me habían dicho el día anterior, me dijeron que porque era cubana y la Aduana no les permite hacer ese servicio para los cubanos».
Ese miércoles, se personó la afectada en el sitio donde se recogen las maletas u objetos perdidos y encontrados a las 8:00 p.m. «Es un local cerrado por una reja, donde pasan a pocas personas y el resto la dejan de pie al otro lado de la reja, aunque había asientos libres dentro. Tuve que estar de pie hasta las 11:00 p.m. aproximadamente. A esa hora, cuando pasé, lo primero que hizo un funcionario fue recoger mi reclamación».
Siguieron otros trámites y verificaciones —apunta la remitente—, hasta que alrededor de las 12 de la noche pudo recoger sus dos maletas. Aparentemente todo estaba en regla, aunque la maleta más grande estaba rota.
«En cuanto llegué a mi hogar (…) me percaté, confiando en mi memoria, de que faltaban algunos objetos personales como juego de cadena y aretes de plata, aretes dorados, aretes de plata, frasco decorativo y aromatizante para el baño y otros objetos de mi propiedad».
Varios de esos objetos, le explicaron después a la capitalina, eran no reclamables, según las normativas vigentes. Y le recomendaron entonces hacer su reclamación por la rotura de la maleta «siempre a la aerolínea».
Independientemente de esta última reclamación y de lo procedente o no de que ella llevara ciertas cosas de las perdidas en su equipaje de mano, lo que más alarma a Yaquelín es la situación incómoda en que puede caer un ciudadano cubano, cuando el equipaje no llega junto con él en su mismo vuelo. «Tiene que retornar al aeropuerto por sus propios medios para afrontar esperas infinitamente largas, aunque se le había dicho con anterioridad que su equipaje iba a ser entregado en su propia casa», precisa. Además, señala, el mecanismo de entrega se torna ineficiente e injustificadamente demorado.
Anima a la remitente «el propósito de que nuestros organismos se superen» en lo referido a este servicio, que demerita la imagen del país en una de sus puertas al mundo: el recibimiento en los aeropuertos.