Acuse de recibo
El pasado 24 de abril, y desde Camagüey, Georgina Antón Pérez denunciaba aquí indolencias e insensibilidades que percibió en el cementerio general de esa ciudad, a raíz del sepelio de un hermano suyo.
Contaba que cuando llegó el cortejo a la necrópolis, y hubo que sacar el ataúd del carro fúnebre y trasladarlo a la bóveda, a una distancia de tres cuadras, el empleado que fungía de guía les comunicó que los familiares debían cargar la caja, pues era una orden administrativa.
La comitiva estaba compuesta por ancianos y mujeres en su mayoría. Y estuvieron media hora levantando y bajando el ataúd, por su peso, «ante la mirada impasible de muchos empleados del camposanto», precisaba.
«¿De quién es ese contenido de trabajo? Vimos a empleados sentados en el parque frente al cementerio sin hacer nada. Y conozco que se han dado casos de sepelios en que los deudos han tenido que salir afuera, contratar a personas ajenas y pagarles para que carguen el féretro», finalizaba Georgina.
Al respecto responde Yosvany Betancourt Almanza, director municipal de Servicios Comunales, quien primeramente reconoce la falta de ética, del sentido de pertenencia y de la sensibilidad que debe emanar de los trabajadores y administrativos de los servicios necrológicos.
El lunes 25 de abril, precisa, conformaron una comisión investigadora y se visitó el día 26 a Georgina. «Allí —señala— con sentido de culpa y responsabilidad asumimos la falta de respeto que le ocasionó a ella y su familia esa actitud, reconociendo que dentro de las normativas está debidamente establecido que la brigada de turno en la necrópolis tiene el deber y las funciones de trasladar el féretro hacia su lugar de descanso ya previamente concebido, primero en el medio rodante establecido.
«Y segundo, cuando este medio rodante no pueda continuar su trayecto, se traslada en hombros como todos conocemos. En el 90 por ciento de las ocasiones lo realizan los mismos familiares, lo que no puede convertirse en una regla, precisamente cuando al féretro, como dice Georgina, lo acompañan ancianos y personas mayores. Es deber inexcusable de nuestros trabajadores asistirlos».
Afirma Yosvany que debido a esas irregularidades denunciadas y a análisis anteriores desarrollados por esa Dirección Municipal en la necrópolis por otras insuficiencias, y atendiendo a que el administrador Giorge Rabí Manzano inconsultamente orientó a los trabajadores no realizar tal función, decidieron aplicar a ese directivo el traslado definitivo a otra plaza de menor remuneración y condiciones laborales distintas.
También, añade, se efectuó un matutino en el cementerio, para darles a conocer a los trabajadores esa lamentable historia, de manera que no vuelva a repetirse.
Agradezco la respuesta, y solo me queda agregar que, por más medidas que se tomen, hay valores de sensibilidad que nacen solo de corazón. La peor sanción es la vergüenza pública de que no se fue solidario en medio del dolor. ¿Cuántas veces habrá sucedido?
María Macías Fernández (edificio 324-E, apto. 17, Ciudad Camilo Cienfuegos, La Habana) nos alerta en su carta de un episodio muy triste y bochornoso que se está gestando ante los ojos de todos los habaneros.
Manifiesta la lectora con tristeza que al pasar frente al Parque Maceo, que fue restaurado gracias a la iniciativa del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, ella no puede dejar de observar y condenar cómo cada día desaparecen más tramos de las rejas ubicadas allí para lograr la conservación de un sitio de la capital con tanta significación, de veneración al Titán de Bronce.
María tampoco puede dejar de pensar «en una persona tan honorable, profesional y preocupado por mantener nuestras reliquias históricas como Eusebio Leal», que ha logrado con su esfuerzo la restauración de nuestra querida Habana Vieja, «y sacar de las ruinas todo lo que pueda ser salvable».