Acuse de recibo
Desde el municipio habanero de 10 de octubre, el pasado 15 de octubre Adonis Ricalo Torres manifestaba aquí su preocupación por la manera en que se ha generalizado en ómnibus de la capital el cobro del pasaje fuera de la correspondiente alcancía, mediante un acompañante del chofer que recauda el dinero.
Contaba que en un ómnibus P depositó el dinero en la alcancía y el «acompañante» que manejaba el pago le exigió por qué no se lo dio a él. Y entonces el chofer le dijo que sí debía aportárselo a quien se lo exigía, porque esos ómnibus eran arrendados.
Y dadas las implicaciones que tiene la palabra arrendado, Adonis solicitaba que la Empresa de Ómnibus Urbanos respondiera y aclarara el asunto, al tiempo que denunciaba que con esa práctica bastante extendida, el «ayudante» maneja la recaudación, pero no les da el vuelto a los pasajeros cuando pagan con un peso. Y, agregaba, hasta taponean con papel o pedazos de tela la ranura de la alcancía. ¿Hasta dónde es el irrespeto?, preguntaba el lector.
Al respecto, responde Juan Julián Caballero Martínez, director general de la Empresa Provincial de Transporte de La Habana (EPTH), que dada la complejidad del sistema de cobro del pasaje en la capital, en los últimos 20 años se han estudiado todas las variantes posibles.
Entre ellas, señala, han estudiado implementar los tickets o tarjetas magnéticas, los boletines y otros tipos de tarjetas, pero en todos los casos han presentado problemas de financiamiento para su implementación.
Refiere que en el 2007 se comenzó a reintroducir el sistema de cobro del pasaje con alcancía, como alternativa a las indisciplinas que se presentaban con los conductores y los boletines. Y significa que esta constituía una variante transitoria y temporal, hasta la implementación de la solución definitiva.
Reconoce Juan Julián que el actual sistema de cobro es ineficiente y muy vulnerable e informa que como alternativa se está implementando de forma experimental, en las terminales de ómnibus de Guanabo y Santa Amalia, un nuevo sistema.
El mismo, explica, se basa en que el chofer o un ayudante autorizado, cobra el dinero al pasajero y no está obligado a depositarlo en la alcancía. Al final, liquidan un monto total por los viajes que realizan. Y el exceso sobre el plan fijado pasa a formar parte de su ingreso personal, por el cual abonan el correspondiente impuesto a la Oficina Nacional de Administración Tributaria.
Aclara el Director General de la EPTH que «esta experiencia solo está autorizada en las terminales de Guanabo y Santa Amalia, y no tiene nada que ver con el arrendamiento del ómnibus».
Y especifica que la EPTH lleva a cabo un combate permanente contra las indisciplinas, pues en el presente año se han aplicado 1 327 medidas disciplinarias al personal de plataforma (choferes), incluidas 584 separaciones definitivas y cierres de contratos.
«Estamos conscientes, enfatiza, de que nuestro objetivo social es brindar un servicio de calidad a la población, la cual realmente se lo merece, mucho más en estos momentos, cuando la dirección del país nos está pidiendo a todos rescatar los valores».
Agradezco la explicación, pero una cosa son los buenos intentos e ideas, y otras las realidades en la práctica. Evidentemente, el cobro del pasaje en los ómnibus urbanos de la capital se ha convertido en un complejo problema, sobre todo porque ningún sistema ensayado hasta el presente ha logrado cuajar exitosamente.
La «verdad verdadera», como suele decir una amiga, es que, entre la evasión del pago por los pasajeros, y el apoderamiento de dinero por ciertos choferes y «ayudantes» nadie sabe a ciencia cierta hoy cuanto no llega a su destino.
Lamentablemente, ese servicio estatal, que se mantiene con no pocos sacrificios financieros y de mantenimiento, con gastos cada vez más elevados en el mercado mundial, no ha logrado ser eficiente en cuánto a sus ingresos por transportación.
Tampoco el problema podrá resolverse reciclando y despidiendo constantemente choferes, si no se resuelven de raíz los problemas de gestión, de manera que se integren felizmente los intereses de los trabajadores, los de la empresa y los del país. Ojalá el experimento de Santa Amalia y Guanabo pueda cuajar, y no tengamos que aceptar, una vez más, aquello de que «lo que es de todos no es de nadie».