Acuse de recibo
Por estos días de paz y afecto, con motivo de la visita a Cuba del Papa Francisco, entresacamos del cúmulo de cartas dos mensajes con historias edificantes, que ponen muy en alto la condición humana.
Héctor Rafael Espulgas (edificio 70, apartamento 301, reparto Camilo Cienfuegos, La Habana) cuenta que el pasado 20 de julio, al montar en un ómnibus de la ruta 58, comenzó a sentirse indispuesto, con decaimiento, copiosa sudoración y pérdida del control del brazo derecho.
Como el mal súbito se reflejaba en su rostro, una desconocida, que después supo que se llama Odalys y es trabajadora de la cocina del centro de urgencias del hospital Calixto García, le prestó ayuda y lo llevó de su mano hasta dicho centro asistencial.
Allí, la doctora Caridad y otros galenos le hicieron los exámenes y análisis de rigor, y determinaron que había sufrido un accidente cerebrovascular extracraneal. Gracias a la rápida y esmerada atención, impidieron que el percance tuviera un desenlace fatal.
«A ninguna de esas personas, recalca, las conocía con anterioridad. Y lamento no saber los nombres y apellidos completos de ambas compañeras, así como los de las enfermeras del salón de Observación, camilleros y el personal del Laboratorio y de Resonancia Magnética, quienes con sus asistencia de calidad propiciaron que no tuviera mayores complicaciones».
Héctor fue trasladado posteriormente al hospital Militar Central Luis Díaz Soto (Naval), y después fue sometido a un riguroso estudio en la sala de Angiología del hospital Hermanos Ameijeiras, donde bajo la dirección del jefe de esos servicios, el doctor Eliseo, se determinó que tenía un padecimiento cerebrovascular extracraneal.
Al final, Héctor quiere agradecer a todos los que se ocuparon de él y le salvaron la vida, en especial a Odalys y Caridad, por esa solidaridad que sugieren siempre esas cuatros letras entrañables: Cuba.
Ivón Gracia Castro (calle 13, No. 28 410, entre 284 y 7ma., Santa Fe, La Habana) cuenta que el 9 de septiembre pasado su esposo visitó un establecimiento comercial, sito en calle Zapata, entre 26 y Colón,y después de adquirir algunos productos, dejó olvidada la billetera sobre el mostrador.
No se percató de la ausencia hasta el siguiente día. Y se inquietó mucho, pues esta contenía dinero y todos sus documentos de identificación, tarjeta magnética y otros.
Cualquier cubano sabe lo que representa esa pérdida, no solo por el dinero, sino por la gran carga de trámites burocráticos que implica la reposición de todos los documentos.
Escéptico de que apareciera la billetera, aun así el esposo de Ivón fue a la unidad comercial. Y al preguntar, las trabajadoras Margarita y Olivia le dieron la buena noticia de que allí estaba. La habían guardado porque sabían que la persona retornaría por ella.
«Estas honestas trabajadoras, señala Ivón, son la muestra de que existen personas que no han perdido los valores de que tanto hablamos. Por gente como ellas es que no podemos generalizar ni permitir expresiones que denigran al género humano. Como dijo Margarita, “el dinero hace falta, pero hay cosas mucho más profundas que aquel no puede resolver”.
«No sabemos sus apellidos, pero cuando lean estas líneas de agradecimiento Margarita y Olivia, y sus familiares y amigos, sabrán de quiénes estamos hablando. Ellas marcan la diferencia. Ojalá lo que hoy es excepción se convierta en regla», concluye Ivón.