Acuse de recibo
«EL mutismo es el mejor aliado de la indolencia», sostiene en su carta el maestro y escritor Ramón Díaz Medina. Y añade a renglón seguido que «la posición de “no cojo lucha, ¿para qué, si nadie me va a escuchar?” se ha adueñado de muchas personas».
Sin embargo, esgrime Ramón, «yo no figuro entre esos legionarios del conformismo. Prefiero que me cuenten entre los inadaptados». Precisamente por no ser conformista es que nos narra su más reciente batalla con un «rutilante» par de zapatos.
Resulta que el pasado 20 de mayo, arribó el remitente a Sancti Spíritus, el municipio cabecera de la tierra del Yayabo, para participar en el Festival Internacional de la Décima Toda Luz y Toda Mía. Impelido por la necesidad, hizo un esfuerzo y adquirió un par de zapatos en la peletería que está frente al parque Serafín Sánchez.
«Su presencia exterior era buena —relata el lector— y su precio estaba en consonancia con la espiral que en ese sentido se ha venido produciendo en los últimos tiempos: ¡422 pesos!, cifra que casi duplica mi ingreso mensual como jubilado».
«Terminado el festival —apunta el veterano docente—, regresé a mi casa y no fue hasta principios de julio que los estrené, porque en ese ínterin no tuve que hacer ningún viaje... Como resultado del tratamiento médico que me he visto necesitado de hacerme en Santa Clara, tuve que hacer dos viajes a esa ciudad, de dos días cada uno.
«Cuál no sería mi sorpresa cuando descubrí que mi flamante zapato derecho estaba partido por encima del dedo más pequeño, a tal punto que ya la partidura se ve desde lejos, y ha comenzado a despellejarse olímpicamente, como tan a menudo ocurre. He descubierto con estupor que el material de que están fabricados es un simple cartón al que nadie en su cabal juicio podría suponerle una durabilidad siquiera aceptable.
«Todos los trayectos hasta Santa Clara y dentro de ella los hice en diferentes vehículos, y estoy seguro de no haber andado a pie más de dos kilómetros. O sea, después de haber gastado lo que para mis limitadísimas posibilidades representa una pequeña fortuna, estoy otra vez sin zapatos; mi esfuerzo de 422 pesos se esfumó en el estreno», se duele el jubilado espirituano.
Y reflexiona además en torno a lo «fatalmente acostumbrados» que muchos compatriotas están ya a que estafas de este tipo ocurran con bastante reiteración y que los victimarios sigan tan campantes como siempre.
«Sé que nadie me va a resarcir por el gasto inútil que hice —expresa—, que tendré que esperar un tiempo para poder comprar otro calzado, con la esperanza de tener mejor suerte». Mientras tanto, se pregunta quién responde ante la población por absurdos como este y hasta cuándo tendremos que soportarlos.
«Amante como soy de la historia no falseada, guardaré cuidadosamente mis zapatos para que cuando me lleguen los bisnietos tengan al menos una evidencia material de la epopeya», concluye el educador.
Y sí, habrá que guardar esas evidencias, pero ojalá también podamos atesorar las respuestas y el resarcimiento moral y material de los implicados.
En Agua Santa s/n., Mayajigua, municipio de Yaguajay, el profesor Ramón Díaz Medina espera respuesta.